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Sicilia 

 

La isla de Sicilia es, con algo más de 25.000 km2, la isla más extensa de cuantas se hallan en el mar Mediterráneo. Una gran isla separada de la península italiana por el estrecho de Mesina. Y una encrucijada en medio del Mare Nostrum que ha hecho que en este territorio se asentasen numerosas civilizaciones a lo largo de los siglos que han dejado un legado cultural sin par. Aunque Sicilia tiene muchos otros aspectos atractivos, su visita es ante todo darse un atracón de arte, de cultura y de historia, es leer un libro lleno de historias, es recorrer un inmenso museo al aire libre, es empaparse de lo que el Mediterráneo ha supuesto en la historia de las civilizaciones.

A diferencia de lo que ocurre con otras islas mediterráneas, las playas sicilianas no son gran cosa y en consecuencia el turismo que busca ante todo el descanso playero suele dirigirse a otros lugares. Sicilia es un importante destino turístico pero sobre todo para el turismo interesado por la cultura. Al igual que ocurrió con otros destinos turísticos europeos, como la Riviera francesa, Suiza, Venecia o la Toscana, Sicilia empezó a recibir turistas en el siglo XVIII, sobre todo desde que Goethe publicara su clásico Viaje a Italia. También fue uno de los típicos destinos del Grand Tour, ese viaje supuestamente educativo que los jóvenes británicos realizaban al acabar sus estudios como un rito de iniciación antes de empezar a trabajar. (Por cierto, que muchos jóvenes británicos más o menos pudientes siguen manteniendo esa anacrónica costumbre de tomarse un año “sabático” para recorrer mundo).

Nuestra visita a la isla comenzará normalmente por Palermo, capital y ciudad más populosa de la región. Palermo no tiene una fama excesivamente buena pues en la mente de mucha gente su nombre se halla unido a la idea de que es un núcleo principal de las actividades mafiosas y de que es una ciudad sucia, caótica e insegura. No es esta mi opinión, ni mucho menos. Es cierto que Palermo es una ciudad un poco decadente, una ciudad con un riquísimo pasado pero venida a menos. Una ciudad que cuenta con bellas huellas de un pasado más aristocrático pero que ahora es capital de una región relativamente pobre en el contexto de las regiones europeas. Algo similar a lo que ocurre en otras ciudades italianas, especialmente en Nápoles.

Lo cierto es que Palermo cuenta con una gran cantidad de lugares y monumentos que merecen ser visitados. En ellos se reflejan las huellas dejadas por diversas civilizaciones a lo largo de la historia. Es muy llamativa por ejemplo la fuente Pretoria, un imponente monumento del siglo XVI que ocupa completamente la plaza del mismo nombre y en el que se integra un gran conjunto de estatuas que representan animales y seres mitológicos, monstruos y las alegorías de los ríos que surcan la ciudad (figura 1).

Figura 1. La fuente Pretoria de Palermo

Muy cerca de la plaza Pretoria se encuentra otro lugar emblemático de la ciudad, la plaza Vigliena, más conocida como los Quattro Canti, un cruce en el que se forma una plaza de forma octogonal. Las cuatro esquinas del cruce están decoradas con sendas fuentes barrocas y con estatuas alusivas a las cuatro estaciones del año.

Palermo cuenta con uno de los principales teatros de ópera de Italia, lo que ya es decir. Es, además, el más grande de los existentes en territorio italiano. Se trata del teatro Massimo, construido a finales del siglo XIX en estilo renacentista y dedicado al rey Víctor Manuel II (figura 2).

 

 

Figura 2. Teatro Massimo (Palermo)

Como ocurre en muchos monumentos palermitanos, la catedral de la ciudad presenta una mezcla de estilos arquitectónicos que refleja la accidentada historia del territorio. Fue originalmente una basílica bizantina sobre la cual en el siglo XII se edificó el templo actual. En él siguen apreciándose las influencias bizantinas y orientales y se entremezclan elementos de estilo normando, morisco, gótico y barroco. Todo ello forma un conjunto que a mí se me antoja poco armónico, aunque de gran interés histórico.

Probablemente la iglesia más antigua de la ciudad es San Juan de los Eremitas, edificada en el siglo VI y también con una larga y azarosa historia. Fue convertida en mezquita por los musulmanes cuando estos conquistaron la isla y en el siglo XII los normandos volvieron a convertirla en iglesia católica en tiempos de Rogelio II de Sicilia. Estas vicisitudes históricas se aprecian en la curiosa vista exterior de la iglesia, en la que el campanario típicamente gótico convive con las cúpulas de color rojo que cubren la nave y que tienen un carácter inequívocamente árabe y oriental.

En la plaza Bellini se encuentran otras dos de las principales y más antiguas iglesias de la ciudad, una al lado de la otra aunque de estilos marcadamente diferentes. La iglesia de san Cataldo es del siglo XII y es un pequeño edificio de forma cúbica y del estilo entre árabe y normando característico de la región. Ha estado desde hace mucho tiempo encomendada a la orden de caballería del Santo Sepulcro.

La iglesia adyacente es la Martorana, cuyo verdadero nombre es Santa María dell’Ammiraglio. Fue erigida también en el siglo XII y aunque ha sufrido a lo largo de los siglos profundas modificaciones y varios añadidos conserva su original estilo bizantino. Cuenta con una bonita torre campanario ornamentada con ventanas geminadas y con columnas decorativas. Pero lo más destacable es el interior, en el que la parte más antigua está completamente cubierta por mosaicos bizantinos de excepcional belleza (figura 3).

 

Figura 3. La plaza Bellini de Palermo. A la izquierda la Martorana y a la derecha la iglesia de san Cataldo

Los lugares mencionados justifican sobradamente un viaje a Palermo pero, por si todo ello fuera poco, nos queda por citar el principal atractivo de la ciudad, el Palacio de los Normandos, palacio que fue la residencia principal de los reyes normandos y cuya construcción se inició en el siglo IX aunque fue profundamente reformado en el siglo XII por Rogelio II, quien le dio su aspecto definitivo. Es un ejemplo destacado de ese estilo arquitectónico peculiar de la isla que integra los elementos árabes y orientales con los genuinamente normandos.

La estancia más importante y conocida del palacio es sin duda la Capilla Palatina que fue construida en el siglo XII por iniciativa de Rogelio II y está dedicada a san Pedro. Es una joya de una belleza difícilmente igualable. Todo el interior está completamente decorado por bellísimos mosaicos de estilo bizantino. Desde un punto de vista histórico hemos de reconocer que se trata de mosaicos muy posteriores a los que podemos contemplar en Rávena o en Estambul pero su excelente estado de conservación y el hecho de que la capilla sea de reducidas dimensiones nos permite disfrutar de unas representaciones iconográficas especialmente atractivas. Nada más acceder a la capilla nos sobrecoge esa riqueza de una decoración que cubre toda la superficie disponible y en la que se representan escenas bíblicas, santos de la Iglesia e imágenes de Jesús mostrando su majestad (figura 4).

 

 

Figura 4. Vista parcial del interior de la Capilla Palatina

 

La capilla cuenta con tres naves, una central y dos laterales. La primera está sustentada sobre columnas reutilizadas que proceden de edificios de la antigüedad clásica, como era costumbre en la época. Hay tres imágenes de Cristo Pantocrátor (todopoderoso), lo que nos indica la importancia que los constructores concedían a esta representación de Jesús en actitud majestuosa y un tanto hierática, una representación muy frecuente en el mundo bizantino. La principal se encuentra en el ábside central y muestra a Jesús bendiciendo con la mano derecha y presentando en la izquierda un evangelio en el que puede leerse en griego y en latín: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas sino que tendrá la vida eterna (figura 5).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 5. Mosaico de Jesús Pantocrátor en la Capilla Palatina

 

La cantidad, la variedad y la belleza de los mosaicos que recubren todas las superficies de la Capilla hacen que puedas pasar horas contemplando cada representación y cada escena. Tantas son que es muy difícil poder atender a todas ellas pues el conjunto nos apabulla y nos distrae. El foco de la cámara fotográfica es una excelente ayuda para obligarnos a centrar la mirada en un motivo concreto y para facilitar que podamos observar cada escena por separado y en detalle. Por ejemplo, en la figura 6 he seleccionado la representación de la creación de Adán. Dios Padre, en actitud de bendecir, exhala por su boca el hálito creador que insufla la vida a Adán, mientras los animales, creados un poco antes, contemplan la escena agrupados por parejas. Para que no quepan dudas interpretativas, unos textos escuetos nos indican quiénes son los personajes y qué es lo que se representa.

 

Figura 6. La creación de Adán (Capilla Palatina de Palermo)

 

Es impresionante la expresividad de estas representaciones en las que se aúna el virtuosismo en el uso de la difícil técnica del mosaico con la ingenuidad de unas imágenes que tienen ante todo una finalidad catequética. Son muchas las escenas encantadoras que podría incluir pero me limitaré a añadir ahora una del Nuevo Testamento, la representación de la Natividad (figura 7). Vemos a la Virgen cuidando del Niño que parece mayorcito pero está completamente envuelto en pañales y es observado por una mula y un buey de tamaño desproporcionadamente pequeño. San José aparece en un rincón, añoso y pensativo. Los ángeles anuncian el nacimiento y señalan hacia el Niño. Los Reyes y los pastores acuden a adorar al Niño y a ofrecerle sus presentes. Una escena, en fin, plena de mensajes, de alusiones, de enseñanzas y de contenido teológico. Todo ello representado con una belleza y una sencillez exquisitas.

 

Figura 7. Escena de la Natividad

Creo que lo dicho hasta ahora sirve para demostrar que Palermo es una ciudad cuya visita tiene un extraordinario interés, al menos para quienes sientan algún interés por la historia y por el arte. La riqueza cultural de esta ciudad es sumamente destacable. Pero ahora debemos dejar la capital para recorrer otras regiones de la isla. Y lo vamos a hacer siguiendo en líneas generales un circuito en el sentido de las agujas del reloj. Pero antes nos vamos a dirigir unos pocos kilómetros hacia en interior de la isla para visitar Monreale, otra de las grandes maravillas de Sicilia.  

Monreale es una pequeña ciudad muy cercana a Palermo y situada en un alto que domina la feraz llanura de la Conca de Oro. Goza de merecida fama gracias a su espectacular catedral de estilo árabe normando erigida en el último tercio del siglo XII por el rey Guillermo II. Todo es grandioso y de extraordinaria belleza en este templo del que se ha dicho en ocasiones que es el más bonito del mundo. Desde su aspecto exterior, con el estilo característico del arte normando, hasta las puertas de bronce decoradas con escenas bíblicas.

La catedral cuenta con un bellísimo claustro de grandes proporciones sustentado por centenares de columnas pareadas, columnas de diferentes materiales y formas que dan al conjunto un aspecto muy original y atractivo. Reflejan asimismo la historia de la isla pues el estilo románico típico de la época se mezcla con elementos árabes, consiguiendo efectos tan armoniosos como originales. Podemos pasar aquí horas analizando los bellos capiteles en los que se representan numerosas escenas bíblicas pero también otros motivos de inspiración pagana o mitológica (figura 8).

 

 

 

 

Figura 8. Vista del claustro de la catedral de Monreale

 

Con todo, lo más destacable de esta catedral única es su espectacular interior, todo recubierto de bellísimos mosaicos que forman un extraordinario libro de catequesis cristiana. Por ser coetáneos guardan no pocas similitudes con los de la Capilla Palatina y los de la iglesia de la Martorana de Palermo, pero aquí las dimensiones son mucho mayores y también lo es la espectacularidad de las escenas representadas.

Al igual que en la Capilla Palatina, el ábside central está coronado por una impresionante imagen de Jesús pantocrátor. Como es habitual, se encuentra en actitud de bendecir con la mano derecha y mostrando el libro de las escrituras en la izquierda. Todo el arco que rodea a Jesús está bellamente decorado con motivos vegetales e imágenes de santos destacando el color dorado que predomina en toda la decoración de la catedral. La imagen de Jesús aúna la dulzura con la majestad y la serenidad, y es de una belleza y una perfección sobrecogedoras (figura 9).

 

Figura 9. Cristo pantocrátor en el ábside de la catedral de Monreale

 

Según se mira hacia el altar mayor los laterales del lado izquierdo están decorados con mosaicos que representan escenas del Antiguo Testamento mientras que el lado derecho está destinado a narrar episodios del Nuevo. Tanto en uno como en otro lados las escenas se presentan respetando el orden cronológico. En cuanto al Antiguo Testamento se ilustran ante todo escenas procedentes del Génesis.

Las representaciones son, como he dicho, una completísima catequesis, además fácilmente comprensible para los fieles de la época porque, además de ser de una gran belleza y de mostrar la pericia de los artesanos que las ejecutaron, son de una gran expresividad y simbolismo, hasta cierto punto ingenuas. Más que la precisión teológica se busca apelar a la emotividad y grabar en la mente de los fieles la idea que se pretende transmitir. Vemos, por ejemplo, las bellísimas escenas de las figuras 10 y 11.

 

Figura 10. Creación de Eva a partir del costado de Adán    

 

En la primera, Dios Padre aparece creando a la primera mujer, Eva, a partir del costado de Adán. Este está tranquilamente dormido mientras que la mujer surge de su costado llena de vida y de entusiasmo alzando los brazos hacia Dios. En el centro está el árbol del bien y del mal que dará lugar con posterioridad a graves problemas. La representación es completamente esquemática. Los cuerpos no son reales. La creación de Eva a partir del cuerpo de Adán hace que casi parezcan seres deformes o monstruosos. Pero el efecto es contundente. El mensaje está muy claro y se transmite con una fuerza indudable. La mezcla entre belleza, ingenuidad y mensaje teológico es difícilmente superable.

Algo análogo ocurre con la imagen de la figura 11. En ella vemos un momento del episodio de Noé y el diluvio universal. Este ha cesado después de haber asolado la tierra. Los animales, que se han salvado por parejas al haber sido recogidos en el arca, empiezan a ser devueltos a su entorno habitual. Leones, cabras y caballos dejan el refugio del arca para volver a su vida ordinaria. Desde el interior del arca las mujeres contemplan la escena.

 

Figura 11. Salida de los animales del arca de Noé tras el diluvio

 

Para que la catequesis sea todavía más explícita las representaciones van acompañadas de breves textos en los que se recogen los nombres de los personajes y el contenido principal de la escena. Recojo aquí una única escena del Nuevo Testamento, el bautismo de Jesús a manos de san Juan Bautista (figura 12). Jesús aparece sumergido hasta el cuello en las aguas del río Jordán mientras san Juan le impone la mano y dos ángeles se aprestan para secar a Jesús. El Espírito Santo en forma de paloma y la mano de Dios Padre coronan la escena. El escueto y abreviado texto reza “Bautismo de Cristo”.

 

Figura 12. El bautismo de Cristo en el río Jordán

 

Dejamos ya Palermo y sus alrededores para seguir nuestro recorrido por la isla. En la costa Norte encontramos el bonito pueblo de Cefalú. Pese a que se trata de un pueblo pequeño es un destino turístico muy visitado porque tiene numerosos atractivos para el viajero. Situado junto a la costa, es un puerto pesquero tradicional en un entorno geográfico en el que la placidez del mar Mediterráneo contrasta con los escarpados acantilados que rodean a la ciudad. El casco viajo mantiene todavía un cierto halo medieval, con la puerta de Pescara, varias iglesias barrocas y varias mansiones o palacios señoriales antiguos. Destaca entre todos los monumentos y edificios la catedral, también de la época del apogeo normando (siglo XII). Es un gran edificio religioso de sobria belleza en el que, como es frecuente en Sicilia, se mezclan los elementos del románico normando con las influencias orientales, un edificio también que presenta a la vez el aspecto de una iglesia con el propio de un castillo (figura 13).

 

 

Figura 13. Portada de la catedral de Cefalú

Nuestra siguiente etapa es la ciudad de Taormina. De Cefalú a Taormina hay un largo recorrido siguiendo la costa Norte de la isla, llegando hasta la esquina Nordeste, donde se encuentra la ciudad de Mesina y el estrecho de igual nombre que separa Sicilia de la península italiana, y descendiendo por el litoral oriental. Taormina es uno de los principales destinos turísticos de Sicilia desde que en el siglo XVIII algunos viajeros tan célebres como Goethe pusieron sus ojos en este pueblo, hasta entonces una tranquila villa encaramada a las escarpadas laderas del monte Tauro.

El entorno de este pueblo es de una extraordinaria belleza. Desde las alturas en las que se asienta el pueblo se divisa una espectacular vista sobre la bahía de Naxos y el mar Mediterráneo, que toma aquí un color azul al que le va muy bien el apelativo de marino. Si las nubes no lo impiden se puede divisar también el volcán Etna, bastante cercano.

Esta pequeña ciudad, que en su día fue durante algún tiempo la capital de la isla, cuenta con un interesantísimo teatro que fue originalmente griego y más tarde fue modificado por los romanos. El teatro se encuentra en lo alto de la ciudad y, como era frecuente entre los griegos, tenía el escenario abierto hacia el mar. Los espectadores tenían desde sus asientos una preciosa vista de la costa y del mar (figura 14).

 

Figura 14. El teatro griego de Taormina

 

Taormina tiene más de 2.700 años de historia. Cuenta con numerosos alicientes, como iglesias y hasta un castillo árabe, aparte del gran teatro. Pasear por sus empinadas calles descubriendo los tesoros que encierra y contemplando las vistas que alcanzamos desde diversos puntos es un placer muy especial. Un placer a veces un poco duro por las cuestas y las escalinatas que hay que superar. Pero la recompensa es grande y siempre podemos parar a descansar en alguno de los numerosos bares y restaurantes que encontramos por todas partes.    

Un poco más al Sur, a medio camino entre Mesina y Siracusa, se encuentra Catania, la segunda ciudad más grande de Sicilia. Es tan antigua como Taormina pero muy diferente porque es una ciudad mucho más grande y porque se halla situada en la costa, junto al mar. Catania tiene muchos monumentos interesantes que visitar: la catedral, la fuente del elefante, los mercados, el anfiteatro romano, un buen número de iglesias y palacios, etc. Pero hay que reconocer que son tan y tan variadas las cosas que queremos y debemos visitar en Sicilia que Catania suele ser un poco olvidada o visitada de paso entre otros destinos que se consideran más interesantes.

Lo más característico de Catania es que se halla asentada a los pies del gigantesco volcán Etna. Aunque el cráter del volcán se encuentra a unos 30 km de distancia de la ciudad en línea recta, las dimensiones del Etna son tan colosales y su capacidad destructora tal que Catania ha sido arrasada por los ríos de lava nada menos que siete veces a lo largo de su azarosa historia. Una de las erupciones más catastróficas aconteció hace poco más de trescientos años, en 1693. Catania ha sido capaz de resurgir una y otra vez y de colonizar la lava solidificada, algo que se ve por todas partes en la ciudad. El Etna es el volcán activo más grande de Europa y no es por tanto de extrañar que en la mitología griega se situase en su interior la fragua de Hefesto, dios que se convertiría en el Vulcano de los romanos. El nombre de este dios romano indica que el Etna es el volcán por antonomasia (figura 15).

 

 

 

 

 

 

 

Figura 15. El volcán Etna en primavera

 

Prosiguiendo nuestra ruta hacia el Sur llegamos a la ciudad de Siracusa, un destino que frecuentemente queda fuera de las rutas turísticas porque, situado en el extremo Sureste de la isla, se encuentra lejos de Palermo, pero que sin embrago tiene un gran interés artístico e histórico. Como Naxos, fue fundada en el siglo VIII antes de Cristo y su historia es apasionante. Oriundo de Siracusa es uno de los más grandes sabios de toda la historia, Arquímedes, quien nos legó un sinfín de inventos, entre ellos el célebre principio de Arquímedes según el cual todo cuerpo sumergido en el agua desplaza una cantidad de agua igual a su propio volumen. Otros hallazgos de Arquímedes son menos conocidos pero no menos importantes, como su método para calcular el área que hay bajo una parábola o el tornillo de Arquímedes. Como es lógico, Siracusa tiene una bonita plaza dedicada al célebre matemático e inventor (figura 16).

 

Figura 16. La plaza de Arquímedes en Siracusa

El casco antiguo de Siracusa se encuentra en la antigua isla de Ortigia. En ella destaca la catedral de la ciudad y la iglesia de Santa Lucía, dedicada la santa martirizada durante la persecución de Diocleciano y también natural de esta ciudad.

Es de sumo interés el parque arqueológico de Siracusa, denominado Neapolis. En él destaca ante todo el imponente teatro griego, de grandes proporciones. Fue erigido en el siglo V antes de Cristo aunque ha sufrido algunas remodelaciones posteriores. Su gran tamaño y su relativamente buen estado de conservación hacen que la visita sea especialmente impresionante (figura 17).

 

Figura 17. Vista del teatro griego de Siracusa

 

En Neapolis se halla también la Oreja de Dionisio, una cueva artificial debida probablemente a que fue en su día una cantera. Parece que con posterioridad este lugar fue convertido en una prisión. Se cree que fue el pintor Caravaggio quien bautizó a esta curiosa cueva con el nombre con el que es popularmente conocida. No solo la forma de la entrada a la cueva parece una oreja, sino que en su interior se produce un peculiar fenómeno acústico que permitió, según la leyenda, que Dionisio I pudiese escuchar desde afuera lo que decían los prisioneros en el interior (figura 18).

 

 

 

 

 

 

Figura 18. La Oreja de Dionisio

 

Desde Siracusa debemos adentrarnos hacia el interior de la isla para dirigirnos al pueblo de Piazza Armerina, en cuyas proximidades se encuentra otra de las joyas de Sicilia, la villa romana del Casale. Piazza Armerina es un típico pueblo siciliano edificado sobre un elevado promontorio y con bastante encanto. Pero seguramente poca gente iría a visitarlo si no fuese por la fama de la villa del Casale. En efecto, en medio de la campiña se ha conservado esta impresionante villa romana, famosa ante todo por los mosaicos que contiene, que son muchos, variados y de excepcional calidad.

Si he dicho que me gustan muy especialmente los mosaicos bizantinos debo decir otro tanto de los mosaicos romanos, una característica decoración de los edificios públicos y privados que erigieron los romanos. Los del Casale son impresionante por su número, por el buen estado de conservación en que se encuentran y por la variedad de los temas en ellos representados.

Encontramos por ejemplo escenas de caza llenas de fuerza y de dinamismo en las que los hombres luchan contra bestias feroces en épicos combates. En la figura 19 se recoge una de las más conocidas, en la que se ve cómo un cazador acude con su lanza en defensa de su compañero caído y herido mientras los perros acosan al salvaje jabalí (figura 19).

 

Figura 19. La caza del jabalí (mosaico de la villa del Casale)

 

Son igualmente famosas las escenas que nos muestran a mujeres realizando diversos ejercicios gimnásticos y deportivos. En muchos casos van ataviadas con escuetos biquinis, un hecho llamativo que confiere a las imágenes tanto una sensación de modernidad como una impresión de anacronismo. Como puede apreciarse en la figura 20, se trata de escenas muy sugerentes y realistas en las que las deportistas están representadas con cierta ingenuidad pero también con gran sensación de dinamismo y agilidad.

 

Figura 20. Mujeres realizando ejercicios gimnásticos (mosaico de la villa del Casale)

 

No podían faltar, claro está, las escenas mitológicas, como las muy bellas en las que se representan monstruos marinos y náyades disfrutando de los placeres del baño entre las olas (figura 21). No sé si, como dicen algunos, los mosaicos romanos de villa Casale son los más bonitos del mundo. Sí creo que son los más espectaculares, los más grandes y variados y los más atractivos de cuantos he podido ver. Otra de las visitas imprescindibles si vamos a Sicilia.

 

Figura 21. Náyade rodeada de animales marinos y mirándose al espejo (mosaico de la villa del Casale)

Dejando con pesar esta villa única volvemos hacia la costa, esta vez hacia el litoral meridional de la isla, para dirigirnos a Agrigento. Aquí encontramos otra de las ciudades antiguas que pueden presumir de un pasado brillante, principalmente durante la época de la edad de oro griega. Los yacimientos arqueológicos de Agrigento figuran entre los más extensos del mundo y contienen algunos edificios muy bien conservados, lo que confiere al lugar un atractivo y un interés muy especiales.

Las excavaciones demuestran que en el área de Agrigento que estaba en su día dedicada a fines religiosos había una gran cantidad de templos erigidos en honor de otros tantos dioses o héroes: Zeus, Hefesto, Heracles, Asclepio, etc. En la actualidad dos son los templos que más llaman nuestra atención por estar mejor conservados y ofrecer unas vistas más completas. En primer lugar, el templo de Juno, erigido en el siglo V antes de Cristo. De este grandioso templo podemos hoy contemplar su basamento y la mayor parte de sus columnas. Es un clásico templo hexástilo, con seis columnas en los lados cortos y trece en los largos. Impresiona saber que lo que ahora contemplamos, parcialmente reconstruido, fue incendiado por los cartagineses hace nada menos que veinticuatro siglos. Como ocurre en muchos lugares de Sicilia, el templo está rodeado de una exuberante vegetación mediterránea que le proporciona un marco incomparable (figura 22).

 

 

Figura 22. Vista del templo de Juno en Agrigento

 

El templo mejor conservado es no obstante el denominado templo de la Concordia, que se remonta a la misma época. El excelente estado de conservación de este templo se debe al hecho excepcional de que en el siglo VI fue transformado en iglesia por iniciativa de san Gregorio. Es un bellísimo templo de estilo dórico que tiene un interés especial tanto por la pureza de su arquitectura como por el hecho de que podamos contemplarlo en su integridad, en toda su grandeza sin tener que recurrir a la imaginación. Nos encontramos sin duda ante otra de las muchas joyas que como vamos viendo atesora Sicilia (figura 23).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 23. El templo de la Concordia en Agrigento

 

Siguiendo por la costa hacia el Oeste llegaremos a la ciudad de Selinunte, otra de las grandes ciudades que los griegos fundaron en el territorio siciliano. Tuvo en su día una enorme importancia pero su vida fue más efímera y es poco lo que de ella ha llegado a nosotros. El yacimiento arqueológico es sumamente extenso pero la mayor parte de los restos están bastante deteriorados. El lugar tiene un gran interés histórico pero a quienes gozamos de una imaginación poco desarrollada nos cuesta hacernos una idea, siquiera aproximada, de las grandes construcciones que albergaba.

El templo que mejor puede contemplarse porque fue parcialmente restaurado a mediados del siglo XX es el dedicado a Hera. Aunque es mucho más pequeño que el que fue erigido en el mismo lugar en honor de Zeus, es un impresionante templo de estilo dórico que cuenta con seis columnas en los frentes y con catorce en los laterales (figura 24).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 24. Vista del templo de Hera en Selinunte

 

A unos 50 km de Selinunte, en el interior de la isla y en un lugar bastante recóndito, se encuentra la antigua ciudad de Segesta. En los tiempos de apogeo de estas ciudades la rivalidad entre ambas fue muy enconada. Segesta fue aliada de Cartago y esta alianza supuso la destrucción de Selinunte. Un par de siglos más tarde Segesta corrió parecida suerte. No obstante, de este periodo griego anterior a nuestra era nos han quedado en Segesta dos reliquias que merece la pena visitar.

Es muy recomendable subir al monte Bárbaro, de unos 300 m de altitud, una subida de un par de kilómetros que se hace por una bonita y sencilla pista. Arriba nos encontramos con el teatro griego erigido en el siglo III a. de C. Es un teatro de reducidas dimensiones pero muy bien conservado y con preciosas vistas hacia el valle y hacia el mar Mediterráneo (figura 25). Como solían hacer los griegos, el teatro está construido aprovechando el relieve del terreno y está abierto hacia el escenario ofreciendo una panorámica espectacular, particularmente si lo visitamos en primavera cuando el valle está completamente verde y adornado de flores multicolores.    

 

 

Figura 25. El teatro griego de Segesta

 

El camino de descenso desde el monte permite disfrutar a placer de la otra gran atracción de Segesta, el templo de estilo dórico construido en el siglo V a. de C. Está erigido sobre un pequeño promontorio y en medio de una bonita vegetación mediterránea, lo que hace que las vistas del templo, tanto desde cerca como desde lejos, sean especialmente atractivas. Parece ser que este templo no llegó a terminarse pues no se le puso la techumbre pero, no obstante, es un ejemplo muy perfecto de los típicos templos hexástilos de la época y una visita sumamente agradable por el buen estado de conservación del edificio y por las excelentes vistas que ofrece el bello paisaje circundante (figura 26).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 26. Vista del templo griego de Segesta

 

Ponemos punto y final a este circuito por Sicilia en la ciudad de Erice, otra ciudad con una riquísima historia, pero en este caso situada no a las orillas del mar sino en lo alto de un escarpado risco, a 750 m de altitud. Según la mitología, en esta atalaya privilegiada aterrizó Dédalo tras su desastroso vuelo con su hijo. Erice conserva su encanto de ciudad medieval con calles empinadas y con el pavimento empedrado, aunque tal vez lo más interesante sean las vistas dilatadas que se consiguen desde estas alturas. Pero en Erice quedan también monumentos que nos hablan a las claras de un rico pasado que se remonta a orígenes mitológicos como es frecuente en lugares a los que la orografía ha conferido un carácter tan singular y espectacular.

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Bienvenido a mi sitio web de viajes

En este sitio quiero compartir con los amantes de los viajes, también con los que son renuentes a realizarlos, algunas experiencias y fotografías sobre algunos de los viajes más interesantes que hemos tenido la suerte de realizar.

Todo viaje a un país desconocido es una experiencia intensa que te hace sentirte vivo y te enriquece, pero en algunos casos la distancia, la sorpresa, el exotismo o la belleza del lugar hacen que esa experiencia sea algo especialmente memorable.

Jaime Pereña Brand

Madrid, 2020

 

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