
Costa Rica
Panamá, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica. ¡Qué riqueza y que variedad atesora este istmo centroamericano! Un territorio de reducidas dimensiones pero lleno de alicientes.
Costa Rica es un país pequeño, con poco más de 50.000 km2 y cinco millones de habitantes, situado en un territorio en el que geografía se ha mostrado especialmente generosa y exuberante. Un país lleno de selvas, playas, volcanes, montañas, biodiversidad. Con más de 1.400 km de costas que dan a dos grandes océanos. Solo 119 km mide el istmo en la parte más estrecha del territorio pero ello no impide que el Chirripó, el monte más elevado, supere los 3.800 metros de altitud sobre el nivel del mar.
He tenido la suerte de poder ir en tres ocasiones a Costa Rica pero ello no ha calmado mi sed sino que ha exacerbado mi interés por conocer más a fondo este país de belleza singular. Es sabido que el atractivo principal de Costa Rica es su sorprendente naturaleza. A diferencia de otros países centroamericanos en los que hay importantes restos de épocas precolombinas o ciudades coloniales muy bien conservadas o una gran variedad étnica y cultural, aquí lo que llama la atención y atrae a los visitantes es una naturaleza muy bien conservada y muy preparada para su contemplación y disfrute (figura 1).
Figura 1. Las orquídeas son muy variadas y abundantes en Costa Rica
La llegada a la capital, San José, nos hace comprender enseguida que Costa Rica es ante todo naturaleza. Nada nos atrae ni nos interesa en San José, una ciudad feota y destartalada con muy escasos alicientes. No encontramos aquí restos mayas, ni bonitos edificios coloniales como en Antigua o en Quito, ni una ciudad pujante y moderna como Panamá o Bogotá, ni siquiera típicos mercados indígenas como en Oaxaca o en Guatemala. Paso pues de puntillas por San José para acercarme a la ciudad de Cartago, situada a solo 35 km de la capital.
Figura 2. Ruinas de la iglesia de Santiago en Cartago
Cartago es la capital de la provincia homónima y es una ciudad pequeña y agradable. Situada a unos 1.500 metros de altitud goza de una clima benigno y primaveral. Fue en su día la primera ciudad colonial fundada por los españoles en territorio costarricense. Sin embrago, al hallarse en una zona con fuerte sismicidad la mayor parte de los edificios antiguos han desaparecido y lo que hoy podemos visitar es una ciudad moderna en la que destaca la curiosa basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, un gran templo en el que se mezclan el estilo colonial con el neobizantino en una extraña simbiosis.
Es muy interesante la visita a las ruinas de la antigua iglesia de Santiago, erigida en 1575. Fue destruida por un terremoto en 1841. Se reconstruyó pero en 1910 sufrió un nuevo seísmo y lo que hoy pueden verse son unas ruinas que dan testimonio tanto de la grandeza que tuvo este templo como de la violencia de los terremotos que golpean periódicamente a la región. Están rodeadas de un parque que hace que el lugar sea muy agradable para pasear y disfrutar de una curiosa mezcla de historia y naturaleza (figura 2).
Cartago es también el punto de partida para visitar el volcán Irazú, uno de los todavía activos porque entró en erupción en 1994, y el interesante jardín botánico de Lankester. Sin embargo, lo que a más me gustó de esta provincia es el valle de Orosi, una región que además de tener un clima muy favorable cuenta con una vegetación exuberante que ofrece paisajes de gran belleza. El río Reventazón y el lago Cachí son lugares de una gran belleza y albergues de una rica biodiversidad. No es raro que podamos contemplar aves y reptiles de belleza singular (figura 3).
Figura 3. Lagarto perfectamente mimetizado en la selva
En la pequeña ciudad de Orosi se encuentra el templo católico más antiguo de los que todavía están en uso en el país, la iglesia de San José, que data de 1743. Sin embargo, lo imprescindible es visitar en el cercano pueblo de Ujarrás los restos de la que fue en su día la iglesia más antigua de Costa Rica, erigida a finales del siglo XVI. Como en el caso de la de Santiago en Cartago, lo que hoy podemos visitar son ruinas situadas en un bello entorno natural que nos hablan de un rico e intenso pasado colonial pero también nos producen una sensación de tristeza al comprobar lo efímeras que pueden resultar las obras humanas. La iglesia estaba dedicada a una poética advocación de la Virgen: Nuestra Señora de la Limpia Concepción (figura 4).
Figura 4. Ruinas de la iglesia de Nuestra Señora de la Limpia Concepción en Orosi
A diferencia de otros países centroamericanos, como El Salvador, Nicaragua y Guatemala, que han atravesado situaciones sociopolíticas deplorables, Costa Rica ha sido capaz de mantener a lo largo de los años una democracia sólida y consolidada, lo que le ha permitido alcanzar unos niveles de estabilidad y de desarrollo económico y social muy superiores a los que presentan otros países de la región. Ello ha redundado también en la realización de esfuerzos notables por mantener su rico entorno natural en buenas condiciones de conservación y en el fomento de un turismo de calidad. El visitante puede disfrutar de estas ventajas pero teniendo que pagar inevitablemente unos precios superiores a los que se disfrutan en otros países.
En efecto, Costa Rica cuenta con nada menos que 28 parques nacionales, sin tener en cuenta muchos otros territorios protegidos con otras figuras de protección menos importantes. Podemos hacernos una idea de lo que esto significa si pensamos que España, con una superficie diez veces superior a la costarricense, tiene solo 15 parques nacionales.
El terreno muy montañoso y con grandes desniveles, las elevadas precipitaciones en la parte oriental de la cordillera que superan en muchos lugares los 3.000 mm/año y las altas temperaturas correspondientes a la zona intertropical hacen que varios de estos espacios protegidos, como el parque de Corcovado o la reserva de Monteverde, sean territorios muy característicos del bosque lluvioso con una biodiversidad extraordinaria.
De los parques nacionales costarricenses que he podido visitar dos me llamaron especialmente la atención. Ante todo el famoso parque de Tortuguero, situado en la costa del mar Caribe y que cuenta con 19.000 hectáreas en tierra y otras 52.000 en el mar. Se constituyó en su momento para proteger una zona a la que acuden a desovar varias especies de tortugas.
Aunque la distancia entre San José y Tortuguero es de apenas 90 km en línea recta, el acceso desde la capital al parque nacional es complicado y requiere de bastante tiempo. Las carreteras de Costa Rica son muy sinuosas y con muchos desniveles dado lo accidentado del terreno que han de atravesar. Además, la región de Tortuguero está formada por un gran sistema de lagunas, pantanos y canales en los que solo es posible desplazarse en barca. El viaje por carretera desde San José es pues largo pero merece mucho la pena por la belleza de los lugares que hemos de atravesar. Desde la capital iremos descendiendo hacia el Atlántico atravesando algunos de los impresionantes bosques que tiene el país y en un determinado momento habremos de abandonar la carretera y tomaremos una barca que nos llevará surcando las aguas de numerosos canales hasta el pueblecito de Tortuguero. Aunque hay dos o tres rutas posibles lo más normal es ir desde San José hasta Cariari y desde esta población hasta La Pavona, embarcadero donde se toman los botes que llevan hasta Tortuguero.
Dependiendo de horarios y combinaciones este recorrido puede llevarnos entre 4 y 6 horas pero es un viaje en el que se disfruta enormemente de la impresionante naturaleza costarricense, de las montañas, de los bosques, de los canales y de la abundante fauna: monos, perezosos, aves, cocodrilos…
También se puede ir a Tortuguero por vía aérea, una opción mucho más rápida y también más cara. En una de mis visitas a Tortuguero hube de volver a San José en avioneta por premura de tiempo. Si el viaje en coche y barca es muy bonito y placentero, la experiencia de sobrevolar las selvas costarricenses en las pequeñas avionetas, casi de juguete, que hacen este trayecto es también sumamente agradable (figura 5).
Figura 5. Sobrevolando las selvas y los humedales de Tortuguero
En Tortuguero hay que pernoctar por lo menos una o dos noches, hay que ver la puesta de sol y el amanecer sobre la selva, hay que recorrer el pueblecito de pescadores y, sobre todo, hay que desplazarse tranquilamente por las aguas de las lagunas y los canales disfrutando de un paisaje de una belleza sorprendente. En Tortuguero hay más de 700 especies de plantas diferentes formando una densa masa de vegetación que ocupa cualquier pedazo de tierra y se introduce en los cursos de agua. Una masa forestal que presenta todas las tonalidades que podamos imaginar dentro de la gama de los verdes y que se refleja en el espejo de las aguas tranquilas, de forma que resulta muy difícil saber dónde termina la tierra y dónde empieza el agua (figura 6).
La fotografía, esa maravilla técnica que nos permite captar con gran fidelidad las imágenes y los colores, se muestra aquí casi impotente. La variedad de tonos es tan increíble que la cámara no es capaz de captar y de transmitir con suficiente fiabilidad esa enorme riqueza cromática. La densidad de la vegetación reduce la cantidad de luz que llega al suelo y a la cámara le cuesta mucho discernir entre las altas luces y las zonas de penumbra. Y, sobre todo, la cámara no puede reflejar la información que proviene de los sentidos del oído y el olfato. El olor de las flores y de la vegetación en descomposición, los chillidos de los monos, los graznidos de las aves, el chapoteo de los animales en el agua, el suave deslizarse del bote y el sordo sonido de la jungla. La experiencia de surcar las aguas de los canales de Tortuguero es una de esas que se graban en la memoria y que nos resulta muy difícil explicar pero que siempre nos gustaría repetir (figura 7).
Figura 6. La densa vegetación selvática de Tortuguero
No es de extrañar que la visita las selvas tropicales sea siempre muy impresionante pero a veces un tanto decepcionante porque solo podemos atisbar una mínima parte de la inmensa riqueza natural que atesoran. Según datos del propio Parque, en Tortuguero viven 442 especies de aves, 138 especies de mamíferos, 118 especies de reptiles, 460 especies de artrópodos, etc. Una biodiversidad de una riqueza excepcional pero que en su mayor parte se mantiene oculta a nuestra vista.
Figura 7. Verdes y azules en el espejo de los canales
Durante nuestras visitas a Tortuguero solo podremos contemplar una mínima parte de este enorme mosaico de vida salvaje. Tal vez uno de los muchos caimanes (Caiman cocodilus) que viven en estas aguas tomando el sol perezosamente sobre el limo de la orilla (figura 8).
Figura 8. Un gran caimán adulto en un canal de Tortuguero
Veremos sin duda una gran cantidad de aves, sobrevolando velozmente los canales o posadas en las ramas de la abundante vegetación, entre ellas el característico pato aguja (Anhinga anhinga) que tras zambullirse para pescar extiende sus alas en forma de cruz para dejarlas secar al sol. De seguro oiremos a los monos que saltan de rama en rama y a los aulladores que profieren gritos estentóreos y con un poco de suerte podremos verlos buscando comida en las copas de los árboles (figura 9).
Figura 9. Un gran mono aullador se encarama por un árbol
Si estamos suficientemente atentos es fácil que veamos alguna serpiente o alguna gran araña, tal vez más ¡cerca de nuestro alojamiento de lo que nos gustaría. Más difícil será que podamos ver desovar a las tortugas o que podamos atisbar alguno de los raros felinos que todavía se esconden en estas densas selvas. Y no es de extrañar que en la copa de algún árbol podamos divisar a un perezoso que haciendo honor a su nombre se pasa las horas enrollado en una rama sin moverse.
En fin, la visita a Tortuguero nos ofrecerá no pocas sorpresas y nos deparará algunas experiencias inolvidables pues en pocos lugares es posible contemplar una naturaleza tan rica, tan espectacular y tan bien conservada.
A unos 150 km al Suroeste de la capital se encuentra otro de los parques nacionales costarricenses más bonitos, el de Manuel Antonio. Es también un parque que abarca áreas terrestres y áreas marinas aunque en este caso se trata del océano Pacífico y la superficie protegida marina es 25 veces más grande que la terrestre. Este lugar fue elegido hace algunos años por la revista Forbes como uno de los parques más bonitos del mundo y he de decir que coincido plenamente con esa opinión.
Manuel Antonio es un auténtico paraíso tropical. Las montañas, cubiertas de la exuberante vegetación característica de tantas zonas de Costa Rica, llegan casi hasta la misma costa formando entrantes y salientes, ensenadas, playas y cabos. Una costa variada llena de paisajes sorprendentes y de rincones encantadores. La biodiversidad de este parque es también extraordinaria, como ocurre con Tortuguero. Destaca sobre todo la fauna marina amparada por unos extensos y preciosos arrecifes de coral (figura 10).
Figura 10. Playa en Manuel Antonio con su frondosa vegetación
Hasta hace poco Manuel Antonio era también un lugar muy poco visitado porque a pesar de la proximidad relativa a la capital, las dificultades derivadas de la red viaria hacían que el viaje fuese bastante largo. A medida que las infraestructuras han ido mejorando también se ha incrementado el número de personas que se acercan a disfrutar de estos parajes excepcionales. Pero al anochecer la mayor parte de los visitantes se van y todavía se puede pasar la noche en uno de los alojamientos de la zona observando cómo el sol se esconde tras el océano Pacífico y disfrutando del silencio y la soledad durante la noche (figura 11).
Figura 11. Anochecer sobre el Pacífico en Manuel Antonio
He mencionado más arriba la elevada sismicidad que presenta el territorio costarricense, al igual que ocurre con la vecina Nicaragua. Uno de los grandes alicientes de Costa Rica es la posibilidad de visitar alguno de sus grandes volcanes. El más conocido por su accesibilidad, ya que se encuentra a tan solo 45 km de la capital, es el volcán Poás. Es un gigantesco estratovolcán que se encuentra activo y que tiene uno de los cráteres más amplios de cuantos existen en el
mundo, con un diámetro de 1,3 km. A pesar de su elevada altitud, que llega a los 2.700 metros, es bastante accesible y no es difícil llegar hasta la misma boca del humeante cráter (figura 12).
Figura 12. Cráter principal del volcán Poás
En medio de la cordillera volcánica Central cubierta de densa vegetación destaca la gran mole de este volcán y cuando uno se asoma a la enorme boca queda sorprendido por el agudo contraste que se percibe entre los paisajes suaves de las montañas circundantes y el profundo y amenazador cráter que tiene más de 300 metros de profundidad y que no deja de expulsar vapores tóxicos. Es curioso el fuerte el atractivo que tienen estos grandes volcanes para los visitantes, como si el peligro que sabemos que suponen nos hipnotizase y nos impeliese a acercarnos más al abismo.
Además del cráter activo, el Poás tiene otras dos bocas inactivas. Uno de estos cráteres secundarios recibe el nombre de Botos y hoy está ocupado por una bonita laguna rodeada de espesa vegetación. El color verdoso del agua nos indica que a pesar de su aparente placidez contiene importantes cantidades de ácido sulfúrico y la densidad del bosque circundante demuestra que esta boca ha estado inactiva desde hace mucho tiempo. En todo caso, la laguna Botos forma un paisaje idílico que contrasta de forma drástica con la aridez y la peligrosidad de los cráteres activos (figura 13).
Figura 13. La laguna Botos en el volcán Poás
Otro de los volcanes más visitados de Costa Rica es el Arenal, un estratovolcán con la típica forma cónica que se consideró extinto y que sin embargo entró en erupción en 1968 provocando cuantiosos daños. Es actualmente un volcán bastante activo. Suelen verse sus emisiones de gases y de vez en cuando produce algunas explosiones de cierta entidad con emisión de gases pirotécnicos.
Aunque su elevación es mucho menor que la del Poás pues solo llega a una altitud de 1.670 msnm, se encuentra muy exento y es visible desde grandes distancias produciendo paisajes de una gran belleza (figura 14).
Figura 14. Vista de conjunto del volcán Arenal
La región del volcán Arenal es una de las más turísticas de Costa Rica y cuenta con excelentes instalaciones donde disfrutar de los paisajes, los bosques y los ríos de los alrededores. La experiencia de pasar la noche en uno de los alojamientos cuyas ventanas se abren directamente sobre este pintoresco volcán contemplando como se pone el sol, las llamaradas nocturnas y como vuelve a amanecer, todo ello con el rumor de fondo de los escandalosos rugidos de los monos aulladores, es algo que difícilmente se olvida.
Y para terminar este recorrido por algunos de los muchos lugares interesantes que ofrece el territorio costarricense podemos relajarnos unas horas en las piscinas termales del río Tabacón. El volcán Arenal actúa como una estufa natural y su magma subterráneo calienta el agua que fluye de algunos manantiales situados en las laderas del volcán dando lugar al Rio Tabacón. El agua caliente fluye formando cascadas, arroyos y piscinas naturales en un entorno de gran belleza, rodeado de una espléndida vegetación tropical (figura 15). Esta zona ha sido domesticada para su explotación comercial dando lugar a un resort al que solo se puede acceder comprando la correspondiente entrada. Esto es por una parte una pena porque hace que la zona adquiera un carácter artificial de parque de atracciones pero por otra parte tiene la ventaja de que se trata de un lugar muy bonito, bien protegido y con los servicios necesarios, lo que nos permite disfrutar de la extraordinaria belleza del lugar y bañarnos en estas piscinas naturales en unas aguas directamente calentadas por el magma volcánico y llenas de minerales disueltos que proceden de las entrañas de la Tierra. Una muestra muy clara de la política costarricense de explotar las enormes riquezas naturales del país tratando de garantizar la correcta conservación de las mismas.
Figura 15. Una de las cascadas que alimentan el río Tabacón














