
Nepal
He de reconocer que desde mi infancia Nepal siempre ejerció sobre mí una atracción y una fascinación especiales. Pocos lugares he deseado tanto visitar como el montañoso y misterioso territorio de Nepal. Será tal vez que en este país, con una superficie que es apenas la tercera parte de la de España, se encuentran nada menos que siete de los ochomiles que hay en el mundo y entre ellos el mítico Everest. Será que pueden encontrarse aquí algunos de los paisajes más bellos y espectaculares de la Tierra. Será que Nepal ha sido hasta tiempos bastante recientes uno de esos reinos prohibidos en los que la entrada de extranjeros y visitantes estaba muy restringida. En cualquier caso, puedo adelantar que pese a las altas expectativas depositadas en el viaje, Nepal no decepciona. Todo lo contrario, captura y subyuga. Si alguna frustración nos produce este viaje es la de no disponer de más tiempo para poder llegar a más lugares del país o para poder pasar más tiempo disfrutando de aquellos que visitamos.
He de decir que visitamos Nepal hace algunos años, antes de que sufriera los efectos del terrible terremoto que se produjo el 25 de abril de 2015 y que causó más de 9.000 muertos y enormes daños materiales. Con el epicentro situado a solo 80 km de Katmandú y la región más poblada de Nepal, el seísmo provocó una inmensa destrucción, por lo que es posible que algunos de los edificios que en su día visitamos hayan desaparecido o hayan sido reconstruidos. Pero tampoco podemos desconocer que, con anterioridad (1934) se había producido otro seísmo que ya había producido graves daños a muchos de los edificios antiguos.
Figura 1. Vista del fértil valle de Katmandú y sus arrozales
En efecto, empezamos nuestra visita por el grandioso valle de Katmandú, pero dejando para el final la visita a la capital. Este fértil valle es un tradicional cruce de caminos de las regiones montañosas de Asia central (figura 1) y tiene una riqueza histórica y artística sin igual, con más de cien edificios y monumentos importantes, muchos de los cuales son centros de peregrinación de las religiones budista e hinduista. Varios de estos monumentos están protegidos por formar parte del catálogo del Patrimonio de la Humanidad, pero su conservación se ve en ocasiones amenazada por la elevada sismicidad de la región y por el aumento de la presión demográfica sobre el área más poblada y mejor comunicada de Nepal.
Uno de los grandes atractivos del valle es el complejo religioso de Swayambhunath popularmente conocido como templo de los monos porque una gran cantidad de estos primates pululan a sus anchas por los recintos del complejo, algo muy sorprendente para nuestra mentalidad (figura 2). Se encuentra muy cerca de Katmandú, desde donde puede llegarse dando un agradable paseo, y es uno de los principales templos budistas de Nepal. Como suele ocurrir en muchos templos budistas, tiene un gran tamaño y produce inicialmente una sensación de caos por la gran cantidad de edificios, de diferentes épocas y estilos, que se reúnen en el complejo religioso.
Figura 2. Macaco desafiante sobre uno de los templos de Swayambhunath
El elemento principal de Swayambhunath es la gran estupa cuyo origen se remonta a tiempos muy antiguos pero que ha sido remodelada en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos. Este edificio aporta una de las imágenes más conocidas del país, los ojos de Buda (el Buda que todo lo ve) llamativamente pintados en las cuatro caras de la torre que culmina la estupa, a los que se superponen unas marcadas cejas en tonos rojizos. Entre los ojos, en el lugar que correspondería a la nariz, aparece una forma sinuosa que representa el signo de la unidad, el número uno (figura 3).
Figura 3. Los simbólicos ojos de Buda en la estupa de Swayambhunath
Vale la pena detenerse recorriendo los diferentes templos que contiene este gran recinto religioso, algunos bastante interesantes y llenos de un profundo simbolismo religioso que muchas veces se nos escapa. Pero para los nepalíes Swayambhunath es ante todo uno de los principales centros religiosos del país. Miles de fieles acuden diariamente a orar y a presentar sus ofrendas en los diversos templos del complejo. Para quienes estamos interesados en los aspectos antropológicos de los viajes, y específicamente en la religiosidad de otras culturas, el espectáculo multicolor de los sacerdotes oficiando sus ritos, los fieles presentando sus ofrendas, los monos paseando por todas partes y las estatuas de piedra contemplándolo todo desde sus pedestales forma un espectáculo brillante y singular, una de esas experiencias que nos brindan algunos viajes y que dejan huellas profundas en la memoria (figura 4).
Figura 4. Monjes y ofrendas en Swayambhunath
Otra de las ciudades más interesantes del valle de Katmandú es Patan, antiguamente conocida con el nombre de Lalitpur, ciudad con un rico pasado pues se erigió algunos siglos antes de Cristo y en época medieval fue capital de varios reinos. Como Katmandú y Baktapur cuenta con una plaza Durbar alrededor de la cual están los principales monumentos de la ciudad, plaza que es una de las más bonitas de Nepal.
El antiguo palacio real, hoy convertido actualmente en museo, destaca entre los varios edificios interesantes que adornan esta magnífica plaza. El palacio data del siglo XIV pero fue modificado en varias ocasiones en siglos posteriores. En el interior cuenta con tres bellos patios, conocidos aquí con el nombre de chowks.
El palacio real de Patan es una excelente muestra de la arquitectura denominada newar puesto que los newar son el grupo étnico que ha dominado el valle de Katmandú desde tiempos muy antiguos. El estilo newar se caracteriza por una mezcla armoniosa de ladrillos finos de fuerte color rojizo con vigas y decoraciones de madera frecuentemente decorada con diferentes motivos escultóricos.
La puerta que da acceso al palacio real (figura 5) es una excelente muestra de este estilo arquitectónico. La puerta está flanqueada por dos grandes leones de piedra, símbolo de poder y de protección. Las paredes del edificio están construidas en ladrillo y las puertas, las ventanas y los balcones están decorados con maderas finamente trabajadas, generalmente con celosías.
Figura 5. La puerta dorada del palacio real de Patan
Patan es conocida en ocasiones como la ciudad dorada o la ciudad de los tejados de oro gracias al templo Dorado, llamado así por sus llamativos tejados de ese color. Pero otras construcciones cuentan también con adornos dorados como se aprecia en la puerta del palacio, en la que aparecen representados en metal dorado Shiva, Parvati, Ganesh y Kumar.
En la figura 6, también tomada en el palacio real de Patan, podemos observar otro buen ejemplo de la arquitectura newar con esa característica mezcla de ladrillo rojo y madera muy oscura. Tanto la puerta como la ventana son de madera con la singularidad de que los elementos que permiten anclarlas a la pared están a la vista. Están además profusamente decoradas con figuras talladas que representan de forma muy barroca diversos elementos tanto del panteón hinduista como motivos zoomorfos. El conjunto resulta muy armonioso y a su vez muy original.
Figura 6. Ejemplo de arquitectura newar en ladrillo y madera
Patan pese a su cercanía a la capital es una ciudad pequeña, repleta de templos y de bellos rincones. Hay que recorrerla a pie despacio disfrutando de las imágenes que van surgiendo a nuestro paso. Tal vez sus edificios no son tan grandiosos como los que pueden visitarse en Katmandú y en otras ciudades del país pero tiene mucho encanto, y pasear por sus calles y sus plazas observando las formas de vida tradicionales nos ofrece muchas oportunidades de tomar fotografías sugerentes y llenas de color. Valga como ejemplo la fotografía de la figura 7 en la que una mujer nepalí ataviada con la tradicional vestimenta aparece pensativa ante la puerta de un edificio antiguo bellamente tallada.
Figura 7. Mujer pensativa en una calle de Patan
Otro de los grandes templos del valle de Katmandú es el de Pasunpatinath, situado junto al sagrado río Bagmati a tan solo 5 km de la capital. Es uno de los santuarios hinduistas dedicado a Shiva más importantes del mundo y, obviamente, un destacado lugar de peregrinación al que acuden miles de fieles de toda Nepal pero también de otros países de la región, sobre todo de la India.
Como en otros casos, se trata de un recinto religioso de origen muy antiguo en el que se han ido erigiendo numerosas edificaciones en diferentes momentos de la historia.
Pasunpatinath es una personificación pacífica de Shiva por lo que en este templo no se realizan sacrificios de animales.
Desgraciadamente no nos es posible visitar el interior de este interesantísimo templo porque solo pueden acceder al mismo los fieles hinduistas. Hemos de contentarnos con ver el exterior y observar la intensa actividad que se produce en los alrededores, algo de un enorme interés antropológico.
La importancia religiosa de Pasunpatinath no solo atrae a miles de fieles que acuden para orar y presentar sus ofrendas. Es también un lugar que convoca a una gran cantidad de personajes singulares característicos del hinduismo: gurús, santones, monjes, peregrinos, sadhus, faquires, etc. No faltan tampoco mendigos que aprovechan el gentío para vivir de las limosnas. El espectáculo variopinto y multicolor, también un tanto surrealista, es sumamente atractivo para el viajero (figura 8).
Figura 8. Un típico sadhu mendicante en Pasunpatinath
Estamos a las afueras de la capital, a poco más de un km del aeropuerto internacional, y sin embargo nos encontramos con formas de vida y prácticas religiosas ancestrales que nos retrotraen a la Edad Media. Desde un punto de vista artístico y arquitectónico hay sin duda otros lugares más importantes en el valle de Katmandú pero he de reconocer que para mí la visita a Pasunpatinath fue uno de los hitos del viaje a Nepal que más me impresionó. La intensa vida religiosa, la variedad de tipos y personajes, el colorido, la singularidad de las manifestaciones sociales hacen de este lugar algo mágico e inolvidable. Aunque sea un importante destino turístico aquí nos topamos con la realidad profunda de Nepal, un país que se ha modernizado mucho y que con más de 2.500 dólares de PIB per capita no es de los países pobres del mundo pero en el que hay muchas personas que sobreviven en condiciones muy difíciles. En un país en el que en muchas regiones el frío es intenso impresiona ver niñas, como la de la figura 9 que van escasamente vestidas y completamente descalzas.
Figura 9. Niña descalza en Pasunpatinath
A orillas del río Bagmati se instalan cada mañana las pilas funerarias que se utilizan, como es usual en el hinduismo, para realizar la cremación de los cadáveres. A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, como en Benarés, se nos permite no solo ver este rito de la cremación sino también tomar fotografías, aunque desde la distancia que nos impone el estar a la otra orilla del río. Obviamente se trata de una ceremonia muy personal y con tintes religiosos que debemos contemplar con el máximo respeto y recogimiento. Pero he de reconocer que para mí, que nunca antes había tenido la oportunidad de contemplar este rito, fue una experiencia muy impresionante y a la vez sumamente interesante.
Las cremaciones se producen junto al río Bagmati, en las escalinatas (ghats) que bajan hacia el agua. Mientras se preparan las piras los cadáveres se depositan en el suelo sobre parihuelas, envueltos en unos paños característicos de tonos amarillos, ocres y rojos (figura 10). Allí permanecen durante bastante tiempo sin que nadie se ocupe de ellos.
Figura 10. Un cadáver preparado para ser incinerado junto a la pira de madera en un ghat
Cuando llega el momento y todo está preparado, el cuerpo se deposita sobre la pira compuesta de leña y de ramas secas. Solo los varones se acercan a las piras pero lo hacen tanto los adultos como los niños. Todos contemplan la ceremonia con cierta atención pero con escaso interés y desde luego sin ninguna muestra de emoción, como si fuese un trámite rutinario que hay que despachar (figura 11). Cabría pensar que la muerte tiene para los hinduistas un significado mucho menos trascendental y dramático que para nosotros.
Figura 11. Pira funeraria lista para la incineración
El proceso de cremación propiamente dicho es bastante rápido por la gran cantidad de leña acumulada. Como varias piras arden simultáneamente se produce una enorme humareda que se expande por los cielos del lugar mientras que pavesas y cenizas son esparcidas por el viento. Cuando la mayor parte de la pira se ha deshecho convertida en cenizas estas son rápidamente echadas al río Bagmati con ayuda de unos rastrillos de largo mango. En poco tiempo el cadáver ha desaparecido y sus cenizas han vuelto a la madre Tierra transportadas por las oscuras aguas del río (figura 12).
Figura 12. Varias piras ardiendo y acto de echar las cenizas al río
Volveremos al valle de Katmandú, que todavía guarda otros tesoros que queremos visitar pero ahora vamos a salir de excursión para visitar otras regiones del país. Nos dirigimos en primer lugar hacia el Oeste para conocer el parque nacional Chitwan, un antiguo territorio de caza de los reyes que fue declarado parque nacional en 1973 y es el más conocido y visitado de los que hay en Nepal. Chitwan se encuentra en el Suroeste del país, muy cerca de la frontera con la India. Es sorprendente encontrar un territorio bajo, con amplios ríos y zonas pantanosas, con un clima tropical húmedo y con temperaturas relativamente elevadas. Una región completamente diferente de las zonas montañosas y elevadas que forman la mayor parte del país (figura 13).
Figura 13. Vista del parque nacional de Chitwan
Siempre me ha gustado hacer muchos kilómetros en coche para poder ver de cerca los paisajes, observar las casas y las formas de vida de las gentes, comprender la orografía de las regiones, contemplar la flora y la fauna. Pero en este caso desconocemos las peculiaridades del país y demasiado tarde comprendemos que las carreteras, estrechas, sinuosas y muy accidentadas, suponen una auténtica pesadilla. Disfrutamos de los escarpados y variados paisajes pero la conducción se hace en ocasiones desesperante. Entre Katmandú y Chitwan hay solo 179 km que prevemos hacer en dos horas y media o tres horas. Pero necesitamos casi seis horas para llegar al parque nacional, donde llegamos exhaustos bien entrada la tarde.
En Chitwan hay una gran riqueza faunística pues allí habitan algunas especies de animales tan llamativas como el rinoceronte indio de un solo cuerno, el tigre y el leopardo. Pero, claro, la probabilidad de que se pueda ver algún ejemplar de estos mamíferos es muy reducida, máxime si tenemos en cuenta que la zona está cubierta de una densa vegetación. Nosotros no tuvimos esa suerte. Solo vimos monos, eso sí, en gran cantidad. Pero disfrutamos mucho de un lugar remoto, solitario y de gran belleza. La puesta de sol y al amanecer sobre el río, cuando el disco anaranjado del sol pugna por hacerse ver en medio de la neblina que se pega a las zonas húmedas y el cielo se pinta de inverosímiles colores malvas, anaranjados y amarillentos, en la más completa soledad, es verdaderamente impresionante (figura 14).
Figura 14. Amanecer en Chitwan
Dado que en Chitwan el terreno es pantanoso y la vegetación espesa, con altas hierbas y densos bosques de árboles de la sal (Shorea robusta) la forma más usual de desplazarse por el parque es a lomos de a lomos de elefante. Recorrer la selva y divisar el paisaje desde la elevada altura de estos grandes paquidermos y dirigirlos apoyando uno u otro pie sobre la parte posterior de sus orejas es un placer muy especial. Esta sola experiencia justifica una visita a este remoto parque nacional.
Por supuesto, uno de los grandes alicientes de Nepal es la posibilidad de acercarse un poco a contemplar algunos de los colosos de la cordillera del Himalaya que tienen su sede en este país. Nombres míticos, entre los que destaca el Everest, pero sin hacer de menos a otros ochomiles tan emblemáticos como el Lhotse, el Kangchenjunga, el Daulagiri o el Annapurna.
Con el fin de contemplar el Annapurna, una cima especialmente pintoresca, volamos desde Katmandú a Pokhara, una pequeña población situada al Oeste del país y que es sumamente agradable. Pokhara se encuentra a solo 200 km de Katmandú por carretera pero se necesitan casi seis horas para hacer el recorrido en coche. Hace unos pocos decenios era un remoto lugar al que solo llegaban algunas caravanas procedentes de la India o del Tibet. Hoy se ha convertido en un destino turístico muy apreciado. Aunque hay vuelos regulares, las infraestructuras son sumamente primitivas, como puede comprobarse en la figura 15, donde puede verse la “sala” de recogida de equipajes del aeropuerto.
Figura 15. Aeropuerto de Pokhara
Pokhara goza de un clima y de un entorno privilegiados. Está situada a una altitud de 800 metros y tiene por tanto un clima mucho más suave y benigno que el de la capital. Eso se nota a su vez en una abundante vegetación que en muchos aspectos es de tipo tropical. Se asienta en un amplio valle junto al gran lago Fewa, que ofrece imágenes especialmente fotogénicas (figura 16).
Figura 16. Barqueros a la orilla del lago Fewa
Con excepción tal vez de la época del monzón, cuando se producen lluvias torrenciales, pasear por los alrededores de Pokhara es una experiencia sumamente placentera. Por supuesto, Pokhara es el punto de partida para algunos de los más famosos trekking que pueden hacerse en Nepal pero sin llegar a ese nivel la zona ofrece excelentes condiciones para el senderismo. El grandioso macizo del Annapurna se divisa en la distancia desde muchos lugares. La espectacular pirámide del Annapurna sobresale del conjunto de la cordillera haciéndonos comprender la elevación que supone el llegar a los ocho mil metros de altitud. Estamos a bastante distancia por lo que incluso con tiempo claro las montañas aparecen difuminadas por la neblina. Las nubes a media altura contribuyen a realzar la altitud de estas impresionantes montañas y las cumbres nevadas destacan sobre los tonos verdosos y azulados de los valles dando una impresión de levedad, como si flotaran en el aire (figura 17).
Figura 17. El macizo del Annapurna visto desde Pokhara
No nos cansamos de contemplar este grandioso espectáculo de la naturaleza y la posibilidad de ver el mítico Annapurna nos llena de emoción, aunque nos deje también el regusto amargo de no poder acercarnos para contemplarlo desde una distancia menor.
Pokhara, como pequeña población rural, nos ofrece la oportunidad de entrar en contacto con un Nepal diferente del que se visita en las ciudades reales del valle de Katmandú. Podemos ver a la gente trabajando en las duras faenas del campo, podemos disfrutar de las flores de colores que cubren todo el valle y podemos observar las costumbres de los lugareños (figura 18).
Figura 18. Niña con flores en los alrededores de Pokhara
El valle de Katmandú está situado a unos 1.300 msnm, tiene un clima frío, está plagado de historia y de soberbios monumentos, cuenta con célebres centros religiosos, alberga a una numerosa población. Pokhara se encuentra 600 metros más abajo y goza de un clima templado y primaveral, por todas partes hay una vegetación exuberante cubierta de flores, hay muy poca gente y reina la tranquilidad, las gentes se dedican a las labores agrícolas. El contraste es muy marcado. Solo 200 km separan a una localidad de la otra pero es como estar en otro Nepal. Pokhara es en fin uno de esos sitios en los que te gustaría poder permanecer mucho más tiempo.
De vuelta a Katmandú tomamos la antigua carretera que se dirige al Tibet para visitar algunos pueblos que contienen templos de interés y que en algunos casos han permanecido muy bien conservados. Panauti, por ejemplo, es un centro religioso que cuenta con uno de los templos más antiguos de Nepal y que mantiene su aspecto medieval.
Más adelante se encuentra Dhulikel un pueblo bastante visitado porque desde aquí parten algunos trekking de acercamiento al Himalaya bastante populares. Decidimos hacer noche en Dhulikel para poder visitar tranquilamente este bonito pueblo medieval y porque es un mirador desde el que es posible divisar algunos de los grandes picos del Himalaya. En efecto, el pueblo es muy típico y conserva el encanto de los edificios tradicionales y de las calles y las plazas donde la vida y los comercios parecen haberse detenido hace mucho tiempo. A poco más de 30 kilómetros de Katmandú es dar un salto a una época pretérita que nos permite imaginar cómo era la vida en Nepal siglos atrás (figura 19).
Figura 19. Plaza principal de Dhulikel
El otro objetivo, el de tener una bonita vista del Himalaya en la distancia, no puede ser alcanzado. El tiempo está nuboso y no nos permite ver las montañas. Es una pequeña decepción pero ya se sabe que las montañas son con frecuencia muy esquivas. Sabemos que están ahí pero no podemos llegar a verlas.
A solo 10 km de Katmandú está otra de las principales ciudades del valle, Baktapur, la “ciudad de los devotos” y para muchos la localidad más bonita y mejor conservada de Nepal. En Baktapur existe, como en Katmandú y Patan, una plaza Durbar en la que se halla el antiguo palacio real pero hay otras muchas calles interesantes llenas de templos y de casas antiguas construidas siguiendo el estilo newar. El conjunto es impresionante y debemos recorrerlo con parsimonia disfrutando de los muchos alicientes que contiene.
Se accede al palacio real por la llamada puerta dorada (figura 20) que está considerada como una de las mejores representaciones del arte antiguo elaborado en Nepal. En el interior se encuentran varios patios que podemos visitar, alguno de los cuales son de gran belleza.
Figura 20. La puerta dorada del palacio de Baktapur
La cantidad de templos que hay en Baktapur y los nombres con que son conocidos, tan difíciles de retener para nosotros, hacen que no tenga sentido relacionarlos todos, ni siquiera los principales. Uno de los más atractivos y conocidos en el templo de Nyatapola, célebre por la bonita escalinata de acceso que tiene y que está flanqueada por varias parejas de estatuas que representan a los guardianes del templo: leones, elefantes, grifos (figura 21).
Figura 21. Escalita de acceso al templo de Nyatapola
También en Baktapur, como ocurre a las afueras de Katmandú, hay un templo destinado Pashupatinath, la personalidad pacífica de Shiva. Al igual que en otros lugares de Nepal y de la India algunas columnas están decoradas con tallas que representan escenas eróticas, varias tomadas del Kama Sutra y con representaciones muy explicitas. En este caso selecciono una bonita y curiosa escena en la que se ve a una mujer dando a luz (figura 22).
Figura 22. Mujer dando a luz. Talla en una columna del templo Pashupatinath de Baktapur
Aunque Baktapur destaca por la cantidad y la autenticidad de los monumentos y edificios históricos con que cuenta, es también una ciudad animada y llena de vida que nos ofrece la posibilidad de entrar en contacto y observar la vida diaria de los nepalíes. La arquitectura tradicional newar está presente por todas partes y tiene el aliciente de que muchas casas siguen estando habitadas, como podemos ver en la figura 23. Un hombre contempla la calle enmarcado por la preciosa ventana de su casa, ventana de recia madera finamente labrada.
Figura 23. Bella ventana newar en Baktapur
Entre las varias actividades artesanales a las que se dedican los habitantes de Baktapur destaca la cerámica y las piezas aquí producidas son muy apreciadas en todo el país. Los artesanos trabajan el barro siguiendo procedimientos ancestrales y lo hacen en muchos casos al aire libre, a la vista de los viandantes que pasan por allí. Podemos ver cómo se amasa el barro, cómo se moldean las piezas y cómo se cuecen amontonadas en hornos sumamente primitivos (figura 24). No nos es difícil imaginar que estos procedimientos distan poco de los que aplicaban los artesanos de la Edad Media.
Figura 24. Cociendo la cerámica en Baktapur
En nuestro deambular por las callejuelas de Baktapur nos topamos con otra imagen que llama mucho nuestra atención. Una mujer ha socarrado un búfalo, cuyo cuerpo se confunde con los restos de las ramas quemadas, y se dispone a descuartizarlo con un gran cuchillo. Está sin duda preparando los alimentos que una vez tratados adecuadamente se almacenarán y servirán de despensa para la familia durante semanas o meses. Es ni más ni menos lo que se ha hecho en nuestros pueblos desde hace siglos con la matanza del cerdo. Como ha hecho esta mujer, el cerdo se deposita sobre un lecho de ramas que al quemarse producen el tradicional socarrado que permite la limpieza del animal, produce los torreznos y confiere un sabor peculiar a las carnes. Es sorprendente contemplar en las montañas de Nepal cómo se hace un socarrado casi de igual forma, aunque en este caso el animal sacrificado no sea un cerdo sino un búfalo asiático (figura 25).
Figura 25. Mujer descuartizando un búfalo socarrado
Cerca de Baktapur se encuentra el templo de Changu Narayan. Después de haber visto tal cantidad de templos en Baktapur y en otros lugares muchos visitantes evitan desplazarse a ver este templo, uno más. Y sin embargo, es uno de los más bonitos de las muchos que hay en el valle de Katmandú. No debemos perdérnoslo. Está dedicado a Visnú y se originó en el siglo IV aunque fue completamente rehabilitado a principios del XVIII. Cuenta con un sinfín de esculturas y con bellísimas tallas algunas de las cuales se remontan a los siglos V y VI. La visita a este templo, en el que suele haber poca gente y mucha tranquilidad es un auténtico regalo para la vista (figura 26).
Figura 26. Vista parcial del templo Changu Narayan
Y, ahora sí, debo finalizar mi relato en la capital. Katmandú, una ciudad con poco más de un millón de habitantes y cuyo solo nombre provoca que nuestra imaginación se llene de historias y de leyendas. Aunque ha crecido mucho y cuenta con barrios modernos, el centro de la ciudad conserva una gran cantidad de templos y palacios, generalmente del siglo XVII, sumamente atractivos y originales.
El corazón de la ciudad es la plaza Durbar alrededor de la cual se encuentran los edificios más interesantes, el antiguo palacio real y varios templos. Como ya hemos podido deducir, la palabra “durbar” significa precisamente “palacio” y, en efecto, nos encontramos en la plaza del palacio, un conjunto espectacular rodeado de bellos edificios antiguos, aunque en diversos estados de conservación. La plaza Durbar y las calles adyacentes resultan casi abrumadoras por la cantidad de templos y edificios históricos que se encuentran en esa zona. Los daños producidos por el terremoto de 2015 han sido cuantiosos pero a quienes tuvimos la suerte de recorrer estos lugares antes de que se produjese el seísmo nos queda la impresión imborrable de este conjunto único.
Figura 27. Balcón de madera labrada en la Casa de la Kumari
Aquí tenemos el templo de Kasthamandap, el más antiguo de Katmandú (siglo XII) y uno de los edificios más bonitos del país; la capilla de Ashok Binasyak, con una representación de Ganesh muy venerada por los nepalíes; el impresionante templo Taleju, una pagoda que tiene nada menos que doce niveles; la alta torre de Basantapur; el templo de Jagannath, otro de los más antiguos (siglo XIV); y muchos otros cuya relación resultaría demasiado pesada y poco interesante.
Uno de los lugares más curiosos es la casa de la Kumari (figura 27). Kumari significa “virgen” y se trata de una niña de unos tres o cuatro que se elige entre las de la etnia newar por tener ciertos atributos y que es recluida en esta casa hasta el momento de su primera menstruación. La Kumari es una especie de diosa viviente, una encarnación de la diosa Durga. Solo sale de la casa en ciertas fiestas solemnes y entonces es venerada por muchos fieles como diosa.
Aunque es un templo construido en fechas relativamente recientes (siglo XVIII), uno de los más bonitos de la plaza es el dedicado a Shiva y Parvati. El brillante color rojo del ladrillo contrasta con la belleza de la madera tallada en las puertas, ventanas y aleros, mientras que dos grandes leones protegen la entrada (figura 28). La divina pareja que forman Shiva y Parvati contempla con atención el bullicio de la plaza desde un ventanuco situado bajo el alero.
Figura 28. Templo de Shiva y Parvati en Katmandú
Mientras, los habitantes de Katmandú pasean tranquilamente por la plaza o se toman un descanso sentados en las gradas que ascienden hasta el recinto sagrado. Una joven madre unge a su bebé con aceite ante la interesada mirada de tres niños (figura 29).
Figura 29. Joven madre ungiendo a su bebé
Como ya hemos visto más arriba, es frecuente que en los edificios de la arquitectura newar algunas de las columnas que sustentan la estructura, que suelen ser de madera, estén labradas con imágenes policromadas en las que se representan dioses del amplio panteón hindú u otros motivos como animales y actividades humanas. Las columnas realzan pues la riqueza de estos monumentos y añaden una bonita nota de color y un interesante motivo figurativo al contraste entre el ladrillo rojo y la madera oscura (figura 30).
Figura 30. Vigas de madera talladas
En algunos casos, como ocurre aquí en el antiguo templo de Jagannath, estas columnas representan escenas eróticas muy explícitas que pueden resultar bastante chocantes para los visitantes extranjeros, pero que no deberían extrañarnos tanto si tuviésemos en cuenta las representaciones que también se hacían en nuestras iglesias durante la Edad Media. Cabe destacar también que muchas de estas tallas son de una gran belleza y que presentan una extraordinaria variedad, como si se tratase de hacer una representación completa del Kama Sutra (figura 31).
Figura 31. Las columnas de ciertos templos cuentan con tallas con escenas eróticas
En mi opinión el centro de Katmandú tiene un extraordinario interés porque no es exclusivamente, ni mucho menos, una especie de gran museo de bellos y valiosos monumentos históricos. Está completamente vivo. Los lugareños van al centro histórico a pasear, a reunirse o simplemente a pasar el rato. Los viejos templos son lugares de reunión y sitios donde tomar un descanso. A pesar de la altitud, el clima en Katmandú no es riguroso (unos 20 grados de media en verano y unos 10 grados de media en invierno). Las gentes están habituadas a pasar mucho tiempo en la calle y a hacer muchas de sus actividades al aire libre. Los templos se nos presentan a menudo llenos de fieles pero no pocas ceremonias religiosas se realizan en la calle, a la vista de todo el mundo (figura 32).
Figura 32. Ceremonia religiosa al aire libre en Katmandú
Nuestra despedida de tierras nepalesas ha de ser acercarnos al monte Everest para intentar tener una vista de este coloso único. Para quienes no disponemos del tiempo ni de las condiciones físicas suficientes para hacer un largo trekking de aproximación al Himalaya, la fórmula más conveniente es tomar uno de los vuelos panorámicos que parten de Katmandú y que se dirigen hacia el Himalaya oriental para acercarse al monte más alto del mundo. Es una excursión cara pero una vez aquí es algo que no dudamos en realizar. Es el broche de oro a un fantástico viaje. A primera hora de la mañana nos dirigimos, llenos de ilusión y de expectativas, a una zona especial del aeropuerto. Allí coincidimos con muchos otros viajeros igual de anhelantes. El tiempo va pasando y se anuncia que los vuelos están retrasados. Empieza a cundir la incertidumbre. Los retrasos son generales y cada vez son más importantes. La incertidumbre se va convirtiendo en angustia. Finalmente, todos los vuelos son cancelados. El tiempo no es hoy propicio en el Himalaya y los pequeños aviones no pueden acercarse. Nuestro esperado broche de oro se ha diluido. No hay nueva posibilidad porque al día siguiente volamos hacia España.
Tal vez se nos presente en el futuro otra ocasión de acercarnos al Everest. Nuestro viaje a Nepal ha concluido en esta ocasión. Un viaje a un país misterioso, un país apasionante y lleno de contrastes, un país con fuerte personalidad y muy apegado a sus tradiciones, uno de esos países a los que siempre te gustaría volver (figura 33).
Figura 33. Templos y gurús, imagen típica de Nepal
































