
Bulgaria
Bulgaria es un pequeño país del Este de Europa que suele quedar fuera de los circuitos turísticos y que sin embargo cuenta con alicientes muy interesantes. En nuestra memoria la imagen del país sigue tal vez demasiado impregnada de los tintes negros derivados de los decenios del siglo XX en los que era una de las dictaduras comunistas más rígidas y sanguinarias de las varias que sufrió Europa. Otros países de la región como Croacia, Hungría e incluso Rumanía sí se han convertido en destinos turísticos destacados una vez finalizada la era comunista. Pero Bulgaria sigue siendo poco conocida, al menos en España.
Nosotros hicimos un recorrido que abarcó la mayor parte de los destinos principales de Bulgaria. Dejaré para el final de mi relato la capital, Sofía, aunque empezare por la famosa iglesia de Boyana, situada a escasa distancia de la capital.
Se trata de una pequeña iglesia de origen medieval y perteneciente, como es lógico, a la iglesia ortodoxa de Bulgaria. Está situada al pie de las montañas y en medio de un bonito bosque que cuando visitamos la iglesia estaba particularmente atractivo bajo las tenues luces y los bonitos colores característicos del otoño (figura 1).
Figura 1. Los colores del otoño junto a la iglesia de Boyana
Aunque ha sufrido añadidos y restauraciones, la iglesia de Boyana es sumamente antigua pues el ábside y el ala Este fueron construidos a finales del siglo X. La segunda parte se añadió en el siglo XIII y es un buen ejemplo de las iglesias de dos plantas destinadas a enterramientos (figura 2).
Figura 2. Vista parcial de la iglesia medieval de Boyana
A pesar de las reducidas dimensiones de la iglesia, el interior es de una riqueza excepcional porque está completamente decorado con frescos en los que se representan 89 escenas religiosas con cientos de figuras. La mayor parte de los frescos más famosos son del año 1259 pero muchos de ellos están pintados sobre otros anteriores de los siglos XI y XII pero cuenta también con otros frescos pintados en siglos posteriores.
El conjunto es de una belleza impresionante pues está muy bien conservado y completo, hecho completamente excepcional cuando se trata de pinturas realizadas hace casi 800 años. Lamentablemente no está permitido tomar fotografías y nuestra memoria ha de apoyarse en las imágenes que aparecen en los libros de arte. Pero queda la enorme impresión que produce el interior de la iglesia de Boyana completamente cubierta (paredes, techos, columnas) de frescos pintados con suaves colores que te envuelven en una atmósfera irreal.
Nuestra siguiente etapa es otro de los principales atractivos del país, el famoso monasterio de Rila. Se encuentra a unos 120 km de Sofía y en época medieval, cuando el territorio que hoy es Bulgaria se cristianizó, fue un centro religioso de gran relevancia. Llegar a este lugar en el extremo oriental de Europa nos hace pensar en los vaivenes que la historia ha producido en este país. Lo que hoy es Bulgaria llegó a ser parte del imperio romano, como veremos, hasta caer completamente en manos de los bárbaros. En la Edad Media se cristianizó por influencia de la iglesia oriental bizantina pero a la caída de Bizancio pasó a formar parte del imperio otomano durante nada menos que cinco siglos. Solo consiguió ser plenamente independiente desde principios del siglo XX pero pronto volvió a caer en manos de una potencia extranjera, en este caso la Unión Soviética, dependencia que duró hasta la Caída del Muro de Berlín en 1989. Resulta pues sorprendente que podamos ver actualmente el imponente monasterio de Rila y que hoy vuelva a estar ocupado por monjes ortodoxos (figura 3).
Figura 3. Vista del interior del monasterio
Se trata de un vasto monasterio situado en una zona montañosa, boscosa y recóndita, buscando el aislamiento característico de este tipo de instituciones. Precisamente toma su nombre de San Juan de Rila, eremita que en el siglo X se retiró a esta zona para dedicarse al ayuno y la oración viviendo en una cueva.
En sus cuatro pisos alberga unas 300 celdas, lo que nos da idea de la fuerza que tuvo en época medieval. Desgraciadamente, sufrió un aparatoso incendio en el siglo XIX, por lo que aunque ha sido restaurado muchas de las pinturas y de las obras de arte originales se perdieron.
El monasterio tiene una clara influencia del estilo bizantino, como no podía ser de otra forma, dado su origen. Al igual que en otros monasterios de la época, como los del monte Athos, ocupa un gran recinto cerrado en cuyo interior se hallan diversos edificios abiertos a patios que los comunican. Todo ello le confiere un aspecto de desorden que contrasta con la armonía que suele encontrase en los monasterios occidentales (figura 4).
Figura 4. El estilo bizantino del monasterio de san Juan de Rila
Como suele ser frecuente en las iglesias ortodoxas, el interior de la de Rila es suntuoso con una recargada decoración que le confiere un aspecto de misterio y de recogimiento. Destaca en particular un espectacular iconostasio de madera con bellos iconos y la tumba de san Juan de Rila. Desgraciadamente, el incendio del siglo XIX destruyó muchas de las joyas artísticas que se conservaban en esta iglesia pero sobrevivieron un bonito icono de san Juan de Rila del siglo XVIII y sobre todo el icono del siglo XII que representa a Santa María Osenovitsa y que tiene fama de milagroso.
Al igual que vimos en Boyana, el monasterio de Rila cuenta con una gran cantidad de pinturas al fresco, algunas de las cuales están en el exterior de la iglesia y en las capillas, lo que nos permite tomar fotografías, algo que no podemos hacer por desgracia en el interior de la iglesia.
La mayor parte de los frescos han sido pintados en tiempos recientes pues pocos son los antiguos que han sobrevivido a los incendios y al paso de los siglos. Pero tienen gran interés porque son de una belleza espectacular. Representan una profunda catequesis en la que se trasmiten mensajes religiosos muy concretos, todo ello manteniendo la iconografía característica del arte bizantino, que resulta en ocasiones un tanto infantil pero de una gran fuerza expresiva Es frecuente que aparezca representado el mal tomando la figura de demonios contrahechos que vigilan y sobrevuelan todas las actividades humanas (figura 5).
Figura 5. El bien frente al mal en los frescos de Rila
Hay en conjunto más de mil figuras representadas en numerosas escenas bíblicas o sobre las vidas de los santos. Los motivos representados son de muy diverso tipo. Aparecen escenas referentes al juicio final, un tema muy querido al arte bizantino. También son muchas las representaciones de la Virgen con el Niño, frecuentemente situadas en las cupulillas de las diversas construcciones (figura 6). Están igualmente muy presentes las pinturas que representan escenas de la vida de san Juan de Rila, fundador del monasterio.
Figura 6. La Virgen con el Niño, rodeados de santos
Se trata de pinturas en las que no se busca una representación realista sino simbólica. La forma está al servicio del mensaje que se desea transmitir. Las figuras están llenas de expresividad. Destacan los colores brillantes y llamativos pero manteniendo en el conjunto una sensación de gran armonía que atrae y captura la mirada del espectador (figura 7).
Figura 7. Las anástasis: Jesús desciende a los infiernos
Las pinturas del monasterio de Rila reflejan ese conocido concepto del horror vacui, el horror a los espacios vacíos. Por ello las pinturas no aparecen aisladas como cuadros sino cubriendo completamente las superficies de los claustros, iglesias o estancias decoradas. La pintura lo cubre todo y se adapta a las formas arquitectónicas produciendo conjuntos de una armonía y una belleza extraordinarias (figura 8).
Figura 8. Representación de la muerte de san Juan de Rila
El monasterio de san Juan de Rila es pues uno de los lugares más emblemáticos y visitados de Bulgaria y también uno de los principales monasterios del mundo ortodoxo. Un destino de un extraordinario interés.
Nuestra siguiente etapa es Plovdiv, una pequeña ciudad de unos 350.000 habitantes que sin embargo es la segunda más grande de Bulgaria tras la capital. Es una ciudad poco conocida y que recibe un número de visitantes bastante escaso pese a ser una de las ciudades más antiguas de Europa. Con unos 6.000 años de antigüedad, precede en el tiempo a ciudades clásicas como Roma o Atenas. En época romana fue una de las principales ciudades de la Tracia.
Hoy, Plovdiv es una pequeña ciudad, tranquila y apacible, que se apoya perezosamente sobre siete colinas, como Roma y Lisboa. Cuenta ante todo con un casco antiguo que conserva un aspecto medieval, con calles sinuosas adoquinadas y con grandes mansiones que nos hablan de glorias pasadas (figura 9). Un casco antiguo para pasear, para disfrutar de los numerosos bares y restaurantes que hay en sus callejuelas, para ver lo que fue la arquitectura típica de lo que se ha llamado el renacimiento búlgaro y para visitar alguna de las casas señoriales que han resistido al paso del tiempo. Es curioso, pero algunas calles de esta ciudad me recuerdan a las de Toledo, también llenas del sabor del pasado.
Figura 9. Casas tradicionales en una bonita calle de Plovdiv
En Plovdiv se conservan numerosas casas señoriales de los siglos XVIII y XIX construidas según ese original estilo búlgaro, casas que se han salvado milagrosamente a pesar de las décadas de dictadura comunista (figura 10). Algunas de estas casas pueden visitarse, algo que vale la pena porque su interior se conserva en muy buen estado y refleja muy bien el mobiliario, la decoración y hasta la forma de vida de las familias adineradas de esta región hace un par de siglos. Algunas contienen también obras de arte de la época, principalmente pintura y artes decorativas, que resultan muy atractivas (figura 11).
Figura 10. Típica casa de estilo renacimiento búlgaro
Figura 11. Interior de una mansión decimonónica en Plovdiv
Plovdiv pertenecía en época romana a la provincia de Tracia, provincia que fue bastante próspera y pacífica por encontrarse en la periferia del Imperio, hasta que a partir del siglo III empezase a recibir los ataques de los bárbaros que acabarían con el largo y fructífero reinado de Roma. Como en tantos otros lugares, Roma nos dejó en Plovdiv un estupendo y clásico teatro en el que podían asistir a las representaciones más de 5.000 espectadores sentados. Es sorprendente que hasta 1970 este teatro permaneciese enterrado e incluso se desconociese su existencia. Un deslizamiento de tierras hizo que se descubriese y una minuciosa restauración nos permite hoy contemplarlo en un excelente estado de conservación (figura 12).
Figura 12. Vista del teatro romano de Plovdiv
Fruto de su azaroso pasado bizantino, otomano y ortodoxo, en Plovdiv se conservan interesantes iglesias y mezquitas. Quizá la iglesia más venerada y visitada, también una de las más antiguas, es la dedicada a san Constantino y a santa Elena. Aunque la actual construcción es relativamente reciente se sabe que se fundó aquí la primera iglesia de la ciudad a principios del siglo IV, en tiempos de Constantino. También aquí fueron ejecutados en ese momento los primeros mártires cristianos búlgaros, san Memnos, san Severino y otros 38 compañeros suyos. Como otras iglesias bizantinas, cuenta este pequeño templo con bonitos frescos, que en este caso aluden a los titulares de la iglesia (figura 13). Cabe llamar la atención sobre el hecho curioso de que el emperador Constantino sea considerado santo en la Iglesia oriental, algo que no ocurre en la católica.
Figura 13. Frescos de la iglesia de san Constantino y santa Elena
Todavía en la provincia de Plovdiv visitamos el monasterio de Bachkovo, el segundo más importante en Bulgaria, después del de Rila. Es un gran recinto formado por dos rectángulos adosados en cuyo centro hay sendos patios. Está situado a los pies de los montes Rópode y fue construido en el siglo XI por los hermanos Bacurani. Fue destruido por los otomanos en el siglo XV y restaurado en el XVII. Los patios centrales cuentan con un agradable arbolado y en cada uno de ellos hay una iglesia (figura 14).
Figura 14. Monasterio de Bachkovo
El monasterio de Bachkovo muestra claramente la influencia bizantina y oriental, tanto en la construcción (figura 15) como en la decoración. El interior de las iglesias, que no podemos fotografiar, tiene esa exuberancia característica y, como en Rila, hay aquí un precioso iconostasio del siglo XVII. Tampoco falta un antiguo icono de la Virgen que data del siglo XI y que es muy venerado en la región. Con fama de milagroso, a él acuden cientos de fieles a pedir por sus intenciones.
Figura 15. Monasterio de Bachkovo
Nuestro siguiente destino es Kazanlak, una pequeña ciudad situada en un fértil valle en el centro de Bulgaria. La región es muy conocida por las extensas plantaciones de rosas que se extienden por doquier y que confieren al lugar un colorido y un aroma muy llamativos. Claro que esto ocurre en primavera y como nosotros hemos viajado en el mes de noviembre solo podemos encontrar las rosas embotelladas en los perfumes y aguas de colonia que se venden en numerosas tiendas de la ciudad.
El aliciente más importante y el que nos ha traído a estas tierras no es una maravilla natural, como las rosas, sino un monumento artístico obra de la mano del hombre, concretamente la célebre tumba tracia del siglo III o IV antes de Cristo. La tumba se descubrió en 1944 cuando se excavaban trincheras a causa de la II Guerra Mundial. Curiosa coincidencia.
Se trata de una construcción de ladrillo con tres estancias: la entrada de forma rectangular, un angosto pasillo y una cámara funeraria de forma circular y cubierta con una cúpula (figura 16).
Figura 16. La tumba tracia: la conducción de los caballos
La tumba está decorada con excelentes pinturas al fresco en las que se representan diversos temas: un banquete funerario de carácter ritual, escenas de luchas, el cuidado de los caballos, etc. Están efectuadas con una paleta reducida de colores entre los que destacan el ocre, el naranja, el negro, el amarillo, el azul y el blanco. La antigüedad de unas pinturas que datan de hace casi 2.500 años y su excelente estado de conservación hacen que la visita a este lugar sea especialmente atractiva ya que nos permite contemplar una joya de valor excepcional (figura 17).
Figura 17. La tumba tracia: banquete ritual funerario
No lejos de Kazalnak, a las afueras de la ciudad de Shipka, visitamos el monasterio de Shipchenski que cuenta con una iglesia rusa muy grande y llamativa. Se construyó a finales del siglo XIX por los rusos para conmemorar una violenta batalla que tuvo lugar en este lugar entre tropas rusas y el ejército turco otomano, batalla que fue decisiva para que Bulgaria pudiese conseguir su independencia tras siglos de dominación otomana. Se trata pues de un monumento de reciente construcción pero con elevado valor simbólico para los búlgaros.
Es una gran iglesia que sigue el estilo característico de las iglesias rusas. Llama la atención sobre todo por fuera por su gran tamaño y por estar coronada por brillantes cúpulas doradas que se ven desde una gran distancia (figura 18).
Continuamos en dirección Norte hasta la ciudad de Veliko Tarnovo, el principal núcleo urbano de la zona septentrional del país. Fue capital del segundo imperio búlgaro entre los siglos XII y XIV y fue aquí donde el zar Fernando I declaró la independencia de Bulgaria en 1908.
Figura 18. La iglesia rusa de Shipka
Veliko Tarnovo llama la atención en primer lugar por su ubicación geográfica en una ladera bastante pendiente, entre los meandros del río Yantra, que yace a los pies de la ciudad. Este emplazamiento, debido históricamente a razones defensivas, aporta miradores con vistas muy bonitas sobre la ciudad, sobre el río y sobre las montañas circundantes (figura 19).
Figura 19. Vista general de Veliko Tarnovo
Como en el caso de Plovdiv, el casco antiguo de Veliko Tarnovo está muy bien conservado y resulta muy agradable pasear por unas calles llenas de sabor y que nos dan la impresión de encontrarnos en una época pretérita. Se mantienen casonas señoriales y un buen número de iglesias que desgraciadamente suelen estar cerradas. El complejo pasado de la ciudad se ve reflejado en una mezcla de estilos muy sugerente ya que junto a las iglesias ortodoxas podemos ver un curioso mercado típicamente otomano.
De noche la ciudad está completamente silenciosa y casi desierta y deambular por sus antiguas callejuelas resulta una agradable y singular experiencia. Es frecuente que a primeras horas de la mañana la niebla o la neblina se mantengan perezosamente recostadas sobre las aguas del río y envuelvan la ciudad en unos paisajes irreales y misteriosos (figura 20).
Figura 20. Veliko Tarnovo a la luz del amanecer
El lugar más conocido y visitado es la gran fortaleza de Tsarevets, un recinto que habla del origen defensivo que dio lugar ea asentamiento y que domina la ciudad desde la altura. La actual fortaleza data de los tiempos medievales pero se han encontrado ruinas romanas muy anteriores. Dentro del extenso recinto hay ruinas del que fue palacio real cuando Veliko Tarnavo era la capital búlgara y también hay una gran iglesia dedicada a la Ascensión de Cristo que sobresale del resto de las construcciones (figura 21).
Figura 21. La fortaleza Tsarevets en Verliko Tarnovo
Volviendo ya hacia el Sur, paramos en primer lugar para visitar el monasterio de Dryanovo, a solo 30 km de Verliko Tarnovo. Fue erigido en el siglo XII y está dedicado al arcángel san Miguel. Fue incendiado por los otomanos y restaurado a mediados del siglo XIX. Casi todo lo que puede visitarse es de época muy reciente pero hay un ala antigua que da al río Andaka y es muy bonita (figura 22).
Figura 22. El monasterio de Dryanovo y el río Andaka
Como es normal en los monasterios, el de Dryanovo está enclavado en un paraje natural de gran belleza, al lado del río y en medio de un denso bosque húmedo formado principalmente por hayas. Dando un agradable paseo por el bosque desde Dryanovo nos acercamos a visitar la cueva de Bacho Kiro, una de las pocas cuevas de Bulgaria que está preparada para acoger a visitantes. No tiene un gran interés aunque para los búlgaros es importante por razones históricas.
Tomando la carretera hacia el Oeste en dirección a Sofía, nos desviamos para visitar un monasterio que tenemos mucho interés en conocer, el de Glozhene. No es tan importante o conocido como los que ya hemos visitado pero es interesante por su antigüedad y por su ubicación en un elevado promontorio en los montes Balcanes. Fue edificado en el siglo XIII por el príncipe Glozh, que le da el nombre, en un lugar especialmente apartado e inaccesible para protegerse de los frecuentes ataques de los turcos otomanos.
Como en tantos otros monasterios, a lo largo de los siglos se han ido haciendo modificaciones y añadidos. En este caso, la iglesia construida en el siglo XIV fue destruida por un terremoto en 1913 y la que ahora sobresale en medio del monasterio tiene un aspecto anacrónico pues fue reedificada a mediados del siglo XX (figura 23).
Figura 23. El monasterio de Glozhene en la distancia
El monasterio es muy pequeño pues está edificado en la cima de un monte, a más de 1.000 metros de altitud, en un promontorio de reducidas dimensiones, que es como un nido de águila. Un lugar realmente inaccesible. Todavía hoy la subida al monasterio por una estrecha carretera, llena de curvas y pegada al precipicio resulta muy emocionante.
Aunque la mayor parte de lo que hoy se puede visitar procede del siglo XVIII, las pequeñas estancias y patios del monasterio transmiten una sensación de antigüedad, de tranquilidad y de autenticidad que hacen de este un lugar muy especial. O por lo menos eso es lo que yo, que soy muy sensible al entorno, percibí en este monasterio colgado sobre el vacío (figura 24).
Figura 24. Las celdas del monasterio se asoman al vacío
No es desde luego una joya arquitectónica ni un reflejo de un centro de poder y riqueza pero es, en cambio, un lugar para el retiro, para el aislamiento y para la oración. Este apartado monasterio está fuera de los circuitos turísticos y la visita en pleno silencio y soledad me pareció sumamente atractiva.
El monasterio está en uso y en él siguen habitando algunos monjes pero estos permanecen encerrados en sus lugares de retiro y casi no aparecen por las zonas accesibles a los visitantes. La calma apacible del monasterio se ve enriquecida por las vistas espectaculares que aquella atalaya permite sobre las planicies que se extienden a sus pies.
Y ya nos llegó el momento de hablar de la capital y ciudad más visitada de Bulgaria, Sofía. Es una ciudad de tamaño medio, con un millón y pico de habitantes, de la que no es mucho lo que cabe decir. Mi impresión se podría resumir en dos palabras: moderna y agradable. Es una ciudad moderna con una vida bastante activa. Ciudad cosmopolita con bastante actividad comercial y con una intensa actividad nocturna. Una ciudad que, a diferencia de lo que ocurre con otras ciudades como la cercana Bucarest, ha sabido sacudirse bastante bien la herencia de la época soviética y tiene hoy un aspecto occidental y dinámico (figura 25).
Figura 25. Parque de Sofía
Una ciudad no muy grande, con amplias calles y plazas, con parques bonitos, por la que es agradable pasear cuando el tiempo lo permite. Se puede ir a casi todos los sitios andando y ello hace que sea más fácil ver a sus gentes, asomarse a sus escaparates y contemplar algunos edificios históricos que todavía perviven.
El edificio más antiguo y uno de los más interesantes de la ciudad es la iglesia de san Jorge que data del siglo IV. Fue construida en un lugar en que anteriormente había un templo romano. Durante la dominación otomana fue convertida en mezquita y a finales del siglo XIX recuperó su función como iglesia ortodoxa. Es una iglesia construida en ladrillo y es de estilo netamente romano. Como fruto evidente de los avatares que ha sufrido esta iglesia a lo largo de centurias, hoy se encuentra situada en un patio interior, rodeada y asfixiada por feos e impersonales edificios gubernamentales. Menos mal que por lo menos tuvieron el detalle de construirlos alrededor de la iglesia; no encima de ella (figura 26).
Figura 26. Iglesia de san Jorge en Sofía
En el interior del templo se conservan frescos pintados nada menos que en el siglo X pero, al igual que en otros templos antes citados, tampoco en este caso pudimos verlos. Una verdadera pena. Pero ya se sabe que la relación entre la iglesia ortodoxa y el turismo no siempre es fluida.
Un poco posterior es la iglesia de santa Sofía, copia modesta de la famosa hermana mayor que hay en la antigua Constantinopla. Se construyó en los siglos VI y VII, también en ladrillo y también sobre las ruinas de edificios precedentes. Fue convertida en mezquita en la época otomana y recientemente ha retomado sus funciones como iglesia y como museo. Tampoco aquí tuvimos suerte pues durante nuestra visita a Sofía la iglesia estaba todavía en proceso de restauración. Solo se abriría al público un par de años más tarde. Otra vez será… (figura 27).
Figura 27. Antigua iglesia de santa Sofía
Sin embargo, el edificio más emblemático y visitado de Sofía es la moderna catedral ortodoxa, un imponente edificio en tonos blancos, verdes y dorados, construido a finales del siglo XIX. La planta tiene forma de cruz y mide 72 por 42 metros y la enorme cúpula alcanza los 52 metros de alto. Es actualmente la sede del patriarca de Bulgaria y una de las principales catedrales del mundo ortodoxo (figura 28).
Figura 28. Vista de conjunto de la catedral de san Alejandro Nevski
Está dedicada a san Alejandro Nevski, personaje de gran relieve en el mundo oriental cristiano y considerado santo en la iglesia ortodoxa. Fue un príncipe ruso del territorio de Novgorod que vivió en el siglo XIII y destacó por su defensa de los principios e independencia de la iglesia ortodoxa.
La catedral de san Alejandro Nevski sigue las influencias tradicionales de las iglesias bizantinas y rusas pero construida con técnicas modernas y con una calidad de materiales excepcional. Aquí se encuentran en una perfecta armonía los mármoles italianos, los ónices brasileños, los mosaicos venecianos, las lámparas de Bohemia, puertas fabricadas en Berlín, etc., etc.
El interior de la catedral es impresionante por sus dimensiones, por la riqueza de los materiales empleados y por la belleza de la decoración. Como suele ocurrir en las iglesias ortodoxas, dos palabras definen la impresión que se recibe al penetrar en la iglesia: penumbra y exuberancia. Penumbra porque la iglesia está muy poco iluminada. El interior es íntimo y sombrío, propicio al recogimiento y a la oración. Las luces naturales se filtran por ventanas de reducidas dimensiones y las grandes arañas solo se encienden en las ceremonias solemnes (figura 29).
Figura 29. Oración en la catedral
Y exuberancia porque la decoración cubre todos los espacios. Impresionantes suelos de mármol de diversos colores, pinturas de santos en todas las paredes y columnas, enormes arañas doradas, el gran iconostasio profusamente decorado, el gran púlpito de mármol. Todo es arte y lujo sabiamente combinado para producir un efecto tan estético como apabullante. No se cansa uno de observar cada figura, cada escena, cada objeto de arte, cada ángulo de la iglesia pero dadas las enormes proporciones del conjunto es imposible tener una visión completa o retener una imagen que abarque este todo sorprendente (figura 30).
Figura 30. Interior de la catedral de san Alejandro Nevski
La catedral de san Alejandro alberga también una excepcional colección de iconos. Muchos de ellos no están expuestos al público pero los que se pueden ver, tanto en la propia iglesia como en la cripta que está habilitada como museo, forman una de las mejores colecciones de iconos del mundo. Algunos son muy antiguos y otros tienen un especial valor simbólico o histórico. Otros destacan por la belleza de las figuras o por la clásica iconografía bizantina. He de reconocer que soy muy aficionado a los iconos orientales y que por tanto un lugar como éste resulta para mí especialmente atractivo e interesante (figura 31).
Figura 31. Icono representando la Presentación del Niño en el templo
La catedral merece que vayamos a visitarla más de una vez, única forma de verla con diferentes luces y de poder ir asimilando la enorme riqueza artística que alberga en su interior. Si así lo hacemos, es posible que tengamos la suerte, como nos ocurrió a nosotros, de coincidir con una ceremonia religiosa. Como es sabido, las ceremonias ortodoxas suelen ser muy largas y bastante incomprensibles para quienes no pertenecemos a la iglesia ortodoxa y no entendemos el idioma, pero la belleza plástica de la liturgia y, sobre todo, la música bellísima que suele acompañar a las ceremonias, hace que merezca la pena asistir a alguna de ellas. En nuestro caso pudimos asistir a una ceremonia especialmente solemne, oficiada por el propio patriarca, lo que fue una grata experiencia, muy adecuada para poner punto final a
nuestro viaje a tierras búlgaras.






















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