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Ecuador

 

El hecho de aterrizar en Quito comporta frecuentemente emociones fuertes. El tiempo está nublado y mientras descendemos hacia el fondo del valle donde se sitúa el aeropuerto nos encontramos rodeados de imponentes montañas andinas que podemos contemplar por breves instantes en algunos claros que se abren entre las nubes. Parece imposible que el enorme avión que se desplaza a cientos de kilómetros por hora pueda sortear ese caos de picos que le amenazan por todas partes para acabar posándose en la pista de este singular aeropuerto.

Estamos en medio de la colosal cordillera andina, sobre la elevadísima columna vertebral que divide a este increíble país en tres territorios netamente diferentes: la costa cercana al Pacífico, tierras bajas tropicales; la Sierra, formada por los valles y las montañas de los Andes que alcanzan grandes altitudes; y el Oriente, la zona de selva tropical que desciende hacia la gigantesca cuenca fluvial del río Amazonas.

Esta variedad geográfica excepcional es uno de los rasgos más sobresalientes de un país cuya extensión es relativamente modesta, puesto que no llega a la mitad de la que tiene España. No solo la variedad, algo que se da en muchos otros lugares, llama la atención, sino las características tan radicalmente diferentes que se dan entre los tres territorios. Las impresionantes altitudes de la cordillera no solo determinan unas diferencias climáticas extraordinarias entre las tierras altas y los las llanuras occidentales y orientales sino que forman una barrera casi insalvable entre los territorios que se hallan a uno y otro lados de las montañas. Todo esto confiere al Ecuador un interés y un atractivo muy especiales, un aliciente que es difícil encontrar en otros lugares.

Al contemplar esta naturaleza sin igual podemos comprender que un hombre con unos conocimientos y una capacidad de observación extraordinarios, como Alexander Humboldt, descubriese aquí algunos de los rasgos esenciales de la formación de la Tierra y formulase las teorías que darían paso a las nuevas concepciones de la Geografía moderna.

La región andina, para mayor complejidad, forma un amplio altiplano entre las dos ramas, oriental y occidental, de la cordillera, dando lugar a un gran territorio, naturalmente aislado o separado del resto, y que desde antiguo ha sido la región más rica y desarrollada del país. Humboldt, con su habitual perspicacia, bautizó a este altiplano con el gráfico y acertado nombre de “avenida de los volcanes” porque, en efecto, se encuentra enmarcado a ambos lados por enormes colosos de origen volcánico, muchos de ellos todavía activos.

Estos rasgos geográficos tan destacados han condicionado la historia de la capital que hoy podemos contemplar. Quito se encuentra ubicada en una hoya a la no despreciable altitud de 2.700 metros, a la falda del volcán Pichincha, volcán que sin ser de los mayores, permanece activo y se eleva hasta los 4.780 metros. El Pichincha es compañero imprescindible de la ciudad, centinela que la vigila día y noche. Humboldt, que no se contentaba con observar de lejos sino que tenía un gran empeño en ver de cerca todos los elementos geográficos que estudiaba, ascendió a la cima del Pichincha en 1802. Los turistas modernos lo tenemos mucho más fácil pues podemos ascender a esta cumbre, rápida y cómodamente, mediante un teleférico. Desde allí podemos contemplar cómo la ciudad se extiende por el valle y trepa por las laderas como si la viésemos desde un avión (figura 1).

Figura 1. El valle de Quito desde la cima del Pichincha

 

Quito es una ciudad que, sin perjuicio de los barrios modernos en que se ha ido extendiendo, mantiene en su centro histórico a la vez un marcado carácter indígena y una fuerte impronta de la época colonial. A los pies del monte Panecillo, donde una gran imagen de la Virgen contempla la ciudad, se ubica el Quito antiguo y colonial: En pocos lugares se puede encontrar actualmente un conjunto tan armónico (aunque en ocasiones bastante deteriorado) de calles, plazas, casas, iglesias y edificios señoriales que nos trasladan a 400 o 500 años atrás. El casco histórico de Quito tiene una belleza muy llamativa que nos permite comprender la importancia que tuvo esta ciudad desde principios del siglo XVI y la impresionante labor colonizadora que hicieron los particulares y las instituciones, principalmente las órdenes religiosas.

De este conjunto impresionante destacan algunas joyas históricas y arquitectónicas verdaderamente excepcionales, de las cuales dos merecen una mención especial. El primer lugar, la iglesia de la Compañía de Jesús, conocida familiarmente como “La Compañía”, que tiene una excepcional portada barroca labrada en piedra volcánica, una de las mejores muestras de la arquitectura barroca del mundo, en la que la piedra grisácea se curva y se retuerce tomando formas casi inverosímiles formando sin embrago un conjunto de gran armonía y plasticidad. Esto no impide que el interior de la iglesia supere en belleza y barroquismo a la portada. Todos los techos y paredes están recubiertos de una bellísima y riquísima decoración barroca compuesta de láminas de oro, que produce destellos dorados a la luz de las lámparas y las velas. La atmósfera interior es muy difícil de describir. Es como estar en medio de una cueva de oro, toda ella recubierta de formas y figuras de gran belleza, labradas por manos expertas y delicadas, dando al conjunto una apariencia de irrealidad. Podríamos pasar horas contemplando la enorme profusión de figuras y detalles ornamentales y cada vez nos resultaría más incomprensible cómo pudo llevarse a cabo una obra semejante en un lugar tan inaccesible y tan alejado de los centros de poder como el altiplano andino (figura 2).

 

 

 

 

 

Figura 2. La iglesia de La Compañía

 

Si cualquier ciudad del mundo podría envidiar a Quito por tener un templo como La Compañía, la capital andina puede presumir de tener a escasos metros de distancia otro conjunto arquitectónico de características similares, aunque con algunas diferencias. Se trata del famoso convento de San Francisco, considerado el conjunto arquitectónico colonial más vasto de los innumerables construidos en tierras americanas. Se fue construyendo en varias fases a los largo de más de 150 años y ello hace que presente una mezcla de estilos que resulta sin embrago de gran armonía.

La fachada presenta un original contraste entre elementos manieristas y barrocos, blancos y negros, dando lugar a una imagen muy característica de la arquitectura colonial hispanoamericana. Tiene la ventaja de dar sobre una gran plaza que le otorga perspectivas mucho más amplias que las de La Compañía y le hace ser observador y testigo de primera mano de gran parte de las manifestaciones comerciales, culturales o militares que tienen lugar en la ciudad (figura 3). La sobriedad de la fachada contrasta con la riqueza y el barroquismo del interior de la iglesia que, como en el caso de La Compañía, se encuentra completamente recubierto en techos y paredes de una exuberante decoración realizada a partir de láminas de oro refinadamente retorcidas y trabajadas.

 

 

 

Figura 3. El convento de San Francisco (Quito)

 

La singular ubicación geográfica de Quito, situada a una altitud considerable y rodeada de grandes montañas y a escasos kilómetros de distancia del Ecuador, hace que goce de un clima característico bastante agradable. La cercanía al Ecuador hace que las temperaturas sean relativamente cálidas y muy estables a lo largo del año pero la altitud las modera y suaviza en gran medida. Las precipitaciones son bastante abundantes, como corresponde al clima intertropical y frecuentemente descargan en forma de breves y fuertes tormentas gestadas en las alturas de la sierra.

Desde Quito es relativamente fácil acercarse a contemplar de cerca algunos de los colosos andinos que forman la Avenida de los Volcanes. Este impresionante valle formado por dos ramas paralelas de los Andes tiene unos 300 km de largo y unos 50 de ancho, formando uno de los territorios más originales y espectaculares del mundo. Cuenta con más de 60 grandes volcanes, muchos de los cuales hemos oído mencionar desde la infancia y hacen que nuestra imaginación piense en enormes picos nevados echando humo y lava: Cotopaxi, Cayambe, Chimborazo… Otros probablemente nos sean mucho menos conocidos pero son igual de importantes y en ocasiones más mortíferos: Tingurahua, Ilinitza, Sangay, Antisana, Altar, etc.

Cada uno de estos gigantes, todos ellos con altitudes superiores a los 5.000 metros, es en sí mismo un accidente geográfico del máximo interés, pero si tenemos en cuenta que muchos de ellos son volcanes que entran en actividad con cierta periodicidad y añadimos la extraordinaria concentración de picos de estas características, podemos comprender la singularidad de este territorio. La ascensión a este tipo de picos supera mis capacidades físicas pero sí he tenido la oportunidad de visitar de cerca algunos de estos colosos y hasta de subir algunos cientos de metros por sus escarpadas laderas. Tal es el caso, por ejemplo, del Cotopaxi, que con sus 5.897 metros es uno de los volcanes activos más altos del mundo, además de permitir vistas de una belleza fiera y deslumbrante (figura 4).  

 

 

 

Figura 4. La cumbre nevada del Cotopaxi

 

Uno de los volcanes más famosos de esta cadena es el Chimborazo por ser el que alcanza una mayor altitud sobre el nivel del mar (6.263 metros). Tiene además la singularidad de ser el punto más alejado del centro de la Tierra, superando en más de 2 km al Everest. Este curioso fenómeno es debido a la proximidad al Ecuador. El Chimborazo es menos espectacular que otros montes de la zona menos elevados por tener una cumbre más ancha y redondeada pero cuando el día está claro proporciona vistas sobrecogedoras.

Humboldt, en el famoso viaje a estos territorios que ya he mencionado, estuvo acompañado del naturalista y botánico francés Aimè Bonpland y ambos nos legaron, además de libros y teorías científicas de gran valor, bellas imágenes dibujadas en los lugares que exploraron. Estas imágenes tienen un inequívoco sello romántico y se caracterizan por aunar la fidelidad científica a la idealización del lugar. Es frecuente que en primer plano aparezcan dibujados los científicos con su instrumental y el personal a su servicio que los acompañaba. Una de las más conocidas y bonitas es precisamente la que representa la vista del Chimborazo y que incluyo como figura 5).

 

Figura 5. El Chimborazo pintado por Humboldt y Bonpland

 

Una visita obligada desde Quito es al lugar conocido como la Mitad del Mundo, lugar exacto por donde pasa la línea imaginaria del Ecuador de la Tierra. Es un sitio turístico cuyo interés es meramente histórico y científico. A mediados del siglo XVIII se desplazó a este lugar el francés La Condamine para aclarar definitivamente si la Tierra tiene forma achatada por los polos. Se eligió Ecuador para hacer estos estudios porque era parte de España y presentaba mucha más estabilidad política que otros lugares del globo. De esta misión científica derivó la definición de algo tan esencial para nuestra vida como la longitud del metro. Obviamente, nada especial sentimos cuando andamos por la línea que separa los dos hemisferios de nuestro planeta pero eso no impide que se trate de un lugar curioso que atrae a muchos visitantes.

Es sabido que los mercados son lugares especialmente atractivos para los viajeros porque en ellos pueden contemplarse de cerca las costumbres y atuendos locales y retazos auténticos de la vida cotidiana. Los mercados indígenas de la cordillera andina tienen un sabor muy particular porque mantienen su carácter popular y permiten acercarse a las diversas etnias indígenas que viven en las montañas y descienden periódicamente al valle para intercambiar sus productos. 

 

Figura 6. El mercado de ganado de Otavalo

 

Uno de los mercados más conocidos por su tamaño y colorido, aunque también bastante turístico por su proximidad a Quito, es el mercado de Otavalo, que se considera el mercado indígena más grande de Sudamérica. Otavalo se encuentra situado en un bonito valle andino a la sombra del volcán Imbabura y es la principal ciudad de los indios otavalos, famosos por sus atuendos coloridos, por su apego a sus tradiciones y por su afición y talento para las actividades relacionadas con el comercio y con la artesanía textil. El mercado de Otavalo es una explosión de luz, de color y de vida donde miles de habitantes de los poblados de la región acuden para vender y comprar productos agrícolas, textiles, artesanales e incluso ganaderos (figura 6).

La actividad comienza de madrugada y se extiende por amplias zonas de la ciudad ocupando plazas y calles. Existen grandes puestos con instalaciones formales mientras que cientos de vendedores se sientan en las aceras ofreciendo su mercancía. Las zonas están más o menos especializadas por áreas: alimentación, textiles, abalorios y bisutería, cachivaches para la casa… La zona destinada a mercado de ganado se encuentra en las afueras de la población, algo alejada del centro. No faltan numerosos puestos dedicados a servir platos tradicionales de todo tipo (figura 7).  

 

Figura 7. Puesto de comida en el mercado de Otavalo

 

Los bellos atuendos tradicionales de los otavalos, con sus largas tranzas negras, sus collares dorados de varias vueltas, sus sombreros y sus blusas blancas confieren a este lugar un atractivo singular y hacen que resulte inconfundible. He tenido la suerte de visitar este mercado en varias ocasiones y siempre me ha parecido un lugar único que nos brinda imágenes de una gran belleza y colorido (figura 8).

Figura 8. Pequeña otavaleña en su puesto de tejidos

 

Es posible que esa espina dorsal que forma la cordillera andina, desde Ibarra al norte hasta Cuenca al sur, pasando por Quito, Ambato y Riobamba sea la región más característica y conocida de Ecuador. Pero, como ya he dicho, este país tiene otras varias regiones sumamente diferentes.

Una de las más atractivas para mí es la región selvática que se inclina hacia la cuenca del Amazonas y que es conocida en Ecuador familiarmente como “el Oriente”. Por cierto que el Amazonas fue descubierto y explorado por primera vez por un occidental por Francisco de Orellana, quien partió de Quito para realizar una admirable gesta que por uno de esos misterios que tiene la historia es mucho menos conocida que otras más modestas. Desde Quito inició con sus hombres la ascensión a los Andes y de ahí emprendió un azaroso viaje que duró muchos meses y que le llevó a navegar miles de kilómetros por diversos ríos de la cuenca amazónica como el Coca, el Napo, el Negro y el propio Amazonas. Por cierto que este inmenso río recibió un nombre relacionado con la mitología griega porque los españoles hubieron de enfrentarse a grupos de indígenas liderados por mujeres o, tal vez, varones con el pelo largo que ellos tomaron por mujeres. Orellana consiguió volver a España pero acometió una segunda expedición por el Amazonas y allí encontró la muerte.

Tena es la ciudad más importante de la zona oriental de Ecuador pese a contar con una población que no llega a los 25.000 habitantes, lo que nos da idea del bajo nivel de densidad de población que todavía existe en estos territorios. Desde allí, dependiendo del tiempo y las ganas de que dispongamos podemos descender más o menos hacia el interior de la inmensa cuenca amazónica.

La distancia que hay que recorrer para llegar de Quito a Tena es engañosa, pues el tiempo necesario para recorrer los 186 km que separan ambas ciudades es muy incierto, sin contar que no es raro que la abrupta carretera quede cortada durante días por corrimientos de tierras. La carretera asciende desde el valle de Quito hasta más de 4.000 metros, altitud necesaria para salvar el ramal oriental de la cordillera. Desde allí desciende drásticamente pasando por poblaciones como Papallacta, Baeza y Archidona hasta llegar a los 500 metros de altitud de Tena, donde comienza la extensión casi infinita de la llanura amazónica. La primera vez que hice este recorrido fue un olvidable viaje en un autobús de línea rodeado de campesinos que acarreaban sus pesados fardos, sus sacos de hortalizas y sus jaulas de gallinas y otros animales domésticos. Tardamos unas 4 horas y media en hacer el recorrido, en las que pude disfrutar de la compañía de una población campesina de gran interés y de las espectaculares vistas que la cordillera nos depara en su brusca caída hacia la planicie selvática.

A partir de Tena vamos a encontrar en seguida el río Napo, uno de los tributarios del Amazonas, éste todavía muy lejano, que nos va a permitir desplazarnos con relatividad facilidad por una maraña de ríos gigantescos y de riachuelos apenas penetrables (figura 9). Al contemplar estos ríos inmensos que atraviesan una planicie cubierta de vegetación selvática y con una temperatura de 30 grados y una humedad del 90% resulta casi increíble que estemos a unos 100 km en línea recta de la no menos inmensa cordillera andina y de sus picos nevados de más de 5.000 metros de altitud.

 

 

 

 

 

 

Figura 9. Navegando por el río Napo

 

También podemos hacer el viaje de Quito a Tena partiendo hacia el sur y pasando por Latacunga, Ambato y Baños de Agua Santa, un recorrido mucho más largo (325 km) pero también más cómodo y que permite pasar por puntos muy atractivos. Todavía bastante cerca de Quito dejamos el Cotopaxi a mano izquierda y algo antes de llegar a Baños contemplamos a mano derecha la inmensa mole del Chimborazo. Baños de Agua Santa es una bonita ciudad, tradicional centro turístico y vacacional para los ecuatorianos porque goza de un clima excelente y de numerosos atractivos naturales. Está situada a los pies del volcán Tungurahua, una amenaza permanente que de cuando en cuando entra en erupción y nos es raro que provoque daños y desgracias importantes. Como su nombre indica, se trata de una ciudad balneario famosa por sus aguas. En los alrededores hay numerosas cascadas y saltos de agua, algunos de gran belleza. Las aguas sulfurosas naturales se han aprovechado para construir piscinas y balnearios que, aparte de su finalidad como lugares de ocio, poseen propiedades curativas por las grandes cantidades de sales en disolución que contienen. Por todo ello, la ciudad de Baños resulta un lugar muy recomendable para pasar unos días de descanso disfrutando de sus aguas y de sus paisajes.

He dicho que este trayecto es más cómodo aunque más largo, pero tampoco son infrecuentes las dificultades causadas por una orografía tan extremada. En una ocasión que hacíamos este recorrido pasamos varias horas detenidos porque un camión se había atravesado en la carretera por culpa del barrizal que había formado un riachuelo que atravesaba la vía de comunicación acarreando el lodo de la ladera.  

En cualquier caso, desde Tena el camino natural para adentrarse en la selva amazónica es por el río Napo y la población  de Misahuallí. Este pequeño puerto situado a orillas de los ríos Napo y Missahuallí, puede considerarse la puerta de entrada ecuatoriana a la gran cuenca del Amazonas, aunque existen otras menos accesibles. Por ello, en los últimos tiempos ha experimentado un gran desarrollo basado en la promoción de actividades turísticas relacionadas con la selva y en la construcción de numerosos centros hoteleros más o menos insertos en el interior del bosque húmedo.

La selva amazónica es un ecosistema extraordinariamente atractivo pero también uno de los entornos más duros para la vida del ser humano y por tanto uno de los menos explorados hasta fechas relativamente recientes. La vegetación impenetrable, el calor asfixiante, la humedad que todo lo empapa, el sonido constante de miles de animales que te rodean sin que seas capaz de verlos, los senderos inexistentes o cubiertos de barro pegajoso, las frecuentes lluvias torrenciales, todo en fin contribuye a que la selva resulte un mundo desconocido para los que provenimos de otros lugares, un mundo tan apasionante como amenazante, un mundo en el que te sientes especialmente pequeño e indefenso (figura 10).

 

 

 

 

Figura 10. Caminos de agua a través de la jungla

Esa vegetación exuberante, compuesta de cientos de especies que muestran todas las tonalidades del color, verde te rodea de tal forma que es casi imposible orientarse para quien no vive en la región y hace que en general sea más fácil desplazarse por el agua que sobre la tierra, salvo en aquellos lugares, cada vez más frecuentes, en los que la mano del hombre ha abierto claros y caminos.

Para los que somos amantes de la fotografía la selva resulta un lugar siempre un tanto frustrante. La falta de luz que existe en el interior de la densa vegetación, la falta de contrastes en un mundo enteramente pintado de verde, la carencia de espacios abiertos, son condiciones muy desfavorables para la fotografía. Además, dos de las sensaciones más características del bosque lluvioso, como son la humedad cálida que te agobia y el concierto eterno de los sonidos de la selva no pueden ser recogidos por la imagen fotográfica.

No obstante, si estamos atentos, tendremos la oportunidad de captar algunas imágenes de gran belleza e incluso con un marcado colorido. Puede que se trate de una flor tropical como la heliconia, que abre sus brillantes brácteas encarnadas para permitir que sus flores sean polinizadas con ayuda de los miles de insectos que habitan la selva húmeda (figura 11).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 11. Heliconia en la selva ecuatoriana

 

Aunque la vida animal bulle exuberante en las profundidades de la selva, y en muchos casos supone una amenaza para la seguridad o la salud de los que la habitan y de los que en ella se aventuran, está representada en su mayor parte por animales de reducido tamaño, esquivos y difíciles de distinguir entre la maraña de vegetación y en la penumbra que reina en las profundidades del bosque lluvioso. Oímos el ruido constante producido por miles de insectos, aves, monos, ranas, etc., pero la mayor parte de ellos permanecen invisibles para nosotros o apenas podemos divisarlos fugazmente en las alturas o iluminados por un rayo de sol. No obstante, si estamos suficientemente atentos tendremos la oportunidad de avistar algunos de los pobladores de ese ecosistema increíblemente diverso y tomar alguna bonita fotografía que nos muestre un momento de su vida. Podremos comprobar cómo los procesos evolutivos han permitido que los animales desarrollasen a los largo de los siglos ingeniosos sistemas adaptativos para poder sobrevivir en un entorno tan hostil. Tal es el caso, por ejemplo, de la mariposa de la figura 12 cuyas alas presentan dibujos circulares que semejan ojos de animales  de tamaño y peligrosidad mucho mayores que los del pequeño e inofensivo lepidóptero.

 

 

 

 

Figura 12. “ojos” en las alas de la mariposa para engañar a sus predadores

 

Alejándonos de la selva, hemos de volver a subir a la sierra para descender otra vez, en este caso hacia el oeste, donde se sitúa la gran llanura costera, la región más poblada del país y en la que se sitúan los principales núcleos industriales y las mayores explotaciones agrarias, además de la ciudad más populosa, Guayaquil.

Nuestro principal objetivo en esta región cálida y tropical es la ciudad de Santo Domingo, la cuarta del país por su población, y encrucijada de comunicaciones entre las principales ciudades (Quito, Guayaquil, Esmeraldas, Ambato…). La carretera que desciende de la sierra a la costa es muy bonita pero sinuosa y peligrosa pues hasta Santo Domingo supone salvar un desnivel de 2.200 metros. Los pequeños microbuses de transporte para una docena pasajeros, aquí llamados busetas, descienden por esta carretera a velocidades de vértigo desafiando alegremente no solo las normas de tráfico sino las más elementales reglas del sentido común. Los accidentes son frecuentes pero mucho menos de los que cabría esperar.

Santo Domingo de los Colorados es una ciudad grande, núcleo comercial y de transportes, que tiene poco interés en mi opinión. Es muy llamativo una vez más el cambio que experimenta el clima al descender del altiplano andino. Aquí nos encontramos en plena zona intertropical con el característico clima lluvioso y cálido, como lo demuestra el hecho de que la temperatura media de esta ciudad sea de 23º C y las precipitaciones alcancen la cantidad de 2.600 mm por año.

El apelativo que suele acompañar popularmente al nombre de la ciudad se debe a los indios que habitaban la zona cuando llegaron los conquistadores españoles, indios tsáchilas, que tienen la costumbre de cortarse el pelo de la cabeza en forma de casco y untárselo con diversos pigmentos de color rojo, principalmente obtenidos de las semillas de achiote. Esta costumbre hizo que los tsáchilas fuesen conocidos popularmente por los españoles como indios colorados. Según ciertos estudios, el número de miembros de esta etnia es muy reducido y solo cuenta con unos 3.000 individuos. No obstante, todavía es posible ver algún indio colorado con su atuendo y peinados característicos (figura 13).

 

 

 

 

Figura 13. Indio tsáchila (“colorado”) acicalándose

 

Cabe en este sentido destacar que una de las características demográficas del ecuador es la gran diversidad étnica, algo que se ha visto propiciado en parte por la historia del país pero sobre todo por unas condiciones geográficas muy variadas y que han facilitado la separación entre grupos de población. Otra característica muy relevante es el alto grado de mestizaje pues se estima que más del 70% de los 16.000.000 de habitantes del país son mestizos. Los indios propiamente dichos solo representan el 7% de la población y los blancos se reducen al 6,1%. No obstante, según datos oficiales, se estima que la población indígena representa entre el 30 y el 40% de la población y está formada por unos 25 grupos étnicos diferentes: 7 en la costa, 10 en la sierra y 8 en el oriente.

Esta gran diversidad es sin duda una gran riqueza para el país y también un aliciente para cuantos nos dirigimos a visitarlo con la curiosidad de conocer sus paisajes, su historia y sus gentes. Puede que en ocasiones sea también un factor que plantea algunas dificultades a la hora de gobernar un país tan complejo. En las figuras 7, 8 y 13 hemos visto representantes de las etnias de la sierra y de la costa. Quiero terminar ahora este breve repaso a algunos de los lugares más interesantes del Ecuador con una imagen de una pequeña indígena de la zona oriental (figura 14).

 

 

 

 

Muchas más cosas podrían decirse sobre este país tan apasionante y a veces tan desconocido. Me gustaría que los pocos trazos aquí dibujados sirvan para que otros viajeros se animen a visitar y conocer el Ecuador, con la seguridad de que sus expectativas no se verán defraudadas. 
 

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Bienvenido a mi sitio web de viajes

En este sitio quiero compartir con los amantes de los viajes, también con los que son renuentes a realizarlos, algunas experiencias y fotografías sobre algunos de los viajes más interesantes que hemos tenido la suerte de realizar.

Todo viaje a un país desconocido es una experiencia intensa que te hace sentirte vivo y te enriquece, pero en algunos casos la distancia, la sorpresa, el exotismo o la belleza del lugar hacen que esa experiencia sea algo especialmente memorable.

Jaime Pereña Brand

Madrid, 2020

 

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