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INDONESIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Indonesia es un enorme, apasionante y sumamente complejo país, fruto como tantos otros de unas decisiones postcoloniales que poco tienen que ver con la historia y las circunstancias propias. Su nombre nos recuerda que está formado por una multitud de islas, pues nesoi significa islas en griego. Su número es difícil de concretar pero se acerca a las 20.000, una cantidad que resulta casi imposible imaginar. Islas enormes unas y de escasa dimensión muchas de ellas, sumamente diversas y desparramadas en un territorio que de oeste a este se extiende a lo largo de más de 3.000 km en línea recta.

En el imaginario colectivo todavía muchas de las islas indonesias, como Java, Sumatra, Borneo, las Célebes, las Molucas, etc., están ligadas a conceptos fantásticos, al comercio de las especias, a los piratas malayos, a animales mitológicos, a novelas juveniles, en fin.

Si además pensamos que se trata de uno de los países más poblados del mundo, con más de 230 millones de habitantes, y que esta población está compuesta por docenas de etnias que hablan idiomas diferentes y profesan una gran variedad de religiones, cabe preguntarse cómo es posible gobernar un país así e incluso si su unidad artificial podrá mantenerse en el futuro.

  1. Etapa previa en Kuala Lumpur

 

Entramos en Indonesia por la ciudad de Medan en la isla de Sumatra pero hicimos una escala previa en la capital malaya, Kuala Lumpur, debido a que de esta forma los vuelos eran más baratos que llegando a Yakarta. Era además una estupenda ocasión de ver una ciudad tan singular como Kuala Lumpur y en particular las famosas torres Petronas, uno de los edificios más altos y más espectaculares construidos en el mundo en las últimas décadas. Pasamos pues una noche en la capital de Malasia y disfrutamos de la espectacular vista nocturna de las Petronas (figura 1).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 1. Las torres Petronas (Kuala Lumpur)

 

2. Naturaleza y biodiversidad

 

 

Si tenemos en cuenta varios de los hechos geográficos que concurren en Indonesia, principalmente su carácter insular, su posición en la zona intertropical, su origen volcánico y que la densidad de población es bastante baja en muchas de sus islas o territorios, no es de extrañar que podamos encontrar paisajes de gran belleza y sumamente variados y también una diversidad de flora y fauna que casi no tiene parangón en la mayoría de los países del mundo.

En un territorio que tiene una superficie cuatro veces mayor que la de España podemos encontrar playas de gran belleza, grandes ríos, selvas impenetrables y cascadas espectaculares (figura 2), lagos de gran dimensión, entre los que destaca el Toba con 1.145 km2, y enormes montañas, la más alta de las cuales tiene casi la misma altura que el Mont Blanc.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 2. Cascada Sipiso-piso, en Sumatra

 

El clima tropical y la abundancia de agua que existe en la mayor parte del territorio contribuyen a la riqueza y diversidad de la flora y a formar paisajes de una gran belleza en los que el agua refleja los colores verdosos de la vegetación junto a los azules del cielo (figura 3).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 3. Bello paisaje indonesio (Islas Célebes)

 

La insularidad favorece la conservación de numerosos endemismos pero hace muy difícil que el viajero pueda visitar todos los lugares que le gustaría conocer. Un conocimiento profundo de Indonesia es una tarea que podría ocupar muchos años y eso constituye una de los grandes alicientes del país. Y también una fuente de no pocas frustraciones.

A pesar de la enorme riqueza florística y de la belleza de los paisajes indonesios, uno de los principales focos de interés para muchos viajeros es la fauna, tan rica y singular que algunas especies se bastan para justificar el viaje a tan lejanas tierras. Uno de los objetivos prioritarios de muchos viajeros es el avistar orangutanes en su hábitat natural. Y también éste era uno de nuestros objetivos principales, aunque siempre con la incertidumbre que provoca el saber que los animales salvajes son imprevisibles y no se puede dar por cierto que se va a conseguir avistarlos cuando se quiere. El orangután es un animal especialmente atractivo por su escasez, porque se encuentra confinado en pocos y recónditos parajes y por su proximidad filogenética al ser humano. Nuestra visita a los orangutanes se produjo en la isla de Sumatra, en el parque nacional de Bukit Lawang. El día era gris y lluvioso y la marcha por la selva, por un terreno accidentado y resbaladizo, resultó larga y a veces frustrante a medida que el tiempo iba pasando y podíamos ver diversos tipos de monos pero no el esperado orangután (figura 4).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 4. Un orangután desciende de los árboles en las selvas de Sumatra

 

Pero nuestro esfuerzo fue recompensado, y con creces. Por fin, los orangutanes hicieron aparición y poco a poco se fueron acercando a nosotros. Hicimos un sinnúmero de fotografías, al principio bastante lejanas y al final cada vez desde más cerca, a medida que algunos orangutanes iban tomando confianza y se acercaban hasta estar al alcance de nuestras manos. La impresión de ver a estos grandes primates en su hábitat natural, mirándote con esa mirada que tiene reflejos que no dejan de recordar a la mirada humana, es un privilegio único e inolvidable, algo que por sí sólo justifica el viaje a las antípodas (figura 5).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 5. La profunda mirada del orangután (Sumatra)

 

En seguida nos olvidamos de lo penoso que ha sido el camino y del calor y de la humedad que reinan en la selva tropical. Estamos embelesados contemplando a unos simios que hoy sólo se encuentran en lugares muy inaccesibles, distantes de nosotros la enorme distancia que existe entre el animal y el ser humano y que sin embargo muestran rostros y expresiones que nos resultan sorprendentemente cercanos y familiares.

Las limitaciones de tiempo no nos permitieron ir a la isla de Comodo para visitar el famoso dragón endémico de aquella isla, un reptil conservado de épocas pretéritas cuya visión debe de resultar sin duda impresionante. Pero sí pudimos ver algunos otros animales, unos ampliamente extendidos en diversos lugares del mundo, como los delfines (figura 6), y otros, por el contrario, propios de estas islas tan ricas en biodiversidad, como es el caso de los murciélagos, una variedad de esta especie, también conocido como zorro volador, que llama la atención por su gran tamaño, que puede llegar a una envergadura de 150 cm con sus alas extendidas (figura 7).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figuras 6 y 7. Un delfín salta en las costas de Bali y un murciélago gigante duerme colgado de un árbol

 

3. Volcanes

Otra de las singularidades destacables de Indonesia es que se encuentra ubicada en un punto geográfico en el que confluyen las placas tectónicas Euroasiática e Indoaustraliana. Es por tanto un territorio con una fuerte actividad tectónica en el que los terremotos son frecuentes y los volcanes muy numerosos. Muchos recordamos las famosas erupciones del volcán Krakatoa, reproducidas en el cine, pero la realidad es mucho más impresionante que la ficción porque el número de volcanes activos en el país se acerca a los 150. La erupción del volcán Toba fue una catástrofe que afectó a toda la superficie de la Tierra, pero ello ocurrió hace 70.000 años. Sin embargo, está muy cercano a nuestro tiempo el famoso maremoto de 2004 que dejó más de 150.000 muertos en la isla de Sumatra.

Otro de los objetivos de nuestro viaje era visitar algunos de los volcanes más llamativos del país. Aunque fueron muchos los que pudimos contemplar de más cerca o más lejos, visitamos dos de ellos detenidamente. En primer lugar fuimos a visitar el volcán Bromo, uno de los lugares más visitados y atractivos de Indonesia, situado en la isla de Java.

Como es tradicional, dormimos la noche previa en los alrededores y muy temprano, de noche cerrada todavía, iniciamos la ascensión al punto de observación para contemplar el amanecer del nuevo día y disfrutar del espectáculo que muestra la cadena de volcanes, con el Bromo en primer término, a medida que la luz va desvelando un paisaje volcánico que puede calificarse de lunar. La ascensión es corta pero bastante dura por las empinadas rampas que hay superar y porque la oscuridad, apenas rota por las tenues luces de las linternas, hace que el camino se haga desconocido y dificultoso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 8. El volcán Bromo a la izquierda y el Semeru al fondo, con sus más de 3.600 metros de altitud

La panorámica que se contempla desde el mirador, con el humeante Bromo en primer término a la izquierda y el enorme volcán Semeru, de 3.376 metros de altitud, al fondo, con las primeras luces de la mañana, es sobrecogedor (figura 8). Más que al estreno de un nuevo día parece que asistimos a la formación del mundo, a la aparición de una tierra que se forma sobre el mar a costa de los materiales extraídos de su interior incandescente.

Después de haber contemplado este espectáculo único durante un buen rato, descendemos al valle e iniciamos la subida al cráter del Bromo para contemplar su interior. La enorme boca del volcán tiene más de un km de diámetro y desde su borde podemos ver 300 metros más abajo, el fondo del cráter humeante, esa vía de comunicación directa con las capas profundas de la corteza terrestre (figura 9).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 9. El cráter del volcán Bromo

 

El otro gran volcán que queríamos visitar es el Ijen, conocido ante todo por la belleza de su cráter que está ocupado por un gran lago de color azul que toma diversas tonalidades en función del movimiento de las aguas, de los vientos y de la nubosidad. También es famoso por los trabajadores que descienden al cráter para recoger el azufre que expulsa una de las bocas del volcán. Éstos han de descender al fondo del cráter para ascender después cargados con enormes pesos en condiciones sumamente penosas. Nos gustaría poder contemplar esa tarea de extraer el azufre de las entrañas de la Tierra pero estamos advertidos de en muchas ocasiones no es posible ver este trabajo porque depende de las condiciones meteorológicas y cada vez hay menos personas trabajando en este tajo de características extremadamente duras.

De madrugada iniciamos la ascensión hacia el cráter del volcán, una ascensión bastante larga, que nos lleva casi dos horas, pero que no presenta dificultades porque el camino es ancho y con pendientes suaves. Por el camino sólo vemos a un trabajador que desciende desde el volcán con su impresionante carga de azufre a la espalda. Le pedimos que nos deje probar y quedamos impresionados por el peso que acarrea. Son unos 70 kilos de mineral, distribuidos en dos canastas unidas por un palo de madera que el porteador se apoya sobre los hombros y que se le clava en la carne. Los mineros han de recoger el  mineral a la salida de la sima volcánica y transportarlo a lo largo de unos 10 kilómetros, primero ascendiendo al cráter del volcán y después haciendo el largo camino que lleva hasta el lugar en el que los camiones pueden acceder. Todo ese enorme peso se lleva a hombros de los menudos pero resistentes indonesios, sin ningún tipo de ayuda: ni carretillas, ni poleas, ni mulas (figura 10).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 10. Un minero asciende penosamente con su carga de azufre desde la boca del volcán hacia el borde del cráter

Al llegar al borde del cráter del volcán sufrimos una fuerte decepción: nuestro esfuerzo ha sido en vano porque los vapores que emanan del volcán son más densos de lo habitual y el fondo está cubierto. El lago de color azul metálico que hemos visto en tantas fotografías no aparece por ninguna parte. Vemos, eso sí, parte de la áspera bajada hacia el cráter pero el lago no se ve por parte alguna. Pasamos un buen rato esperando que se despejen los gases y aprovechamos para comentar la situación con los pocos visitantes que esperan igualmente en el borde del cráter, sin tener realmente muy claro qué esperan.

Un letrero avisa a los visitantes que es muy peligroso descender al fondo del cráter, pero en nosotros produce el efecto contrario al previsto: nos da la idea de que se puede bajar. Hemos visto que también ha bajado una pareja de nórdicos y, por otra parte, pensamos que si los mineros pueden subir ese camino cargados con grandes pesos, la bajada no debe de ser tan difícil para nosotros. Así, mi cuñado Javier y yo decidimos que vamos a bajar un trecho para hacernos una idea y ver si conseguimos ver algo. La bajada se realiza por un camino pedregoso y con mucha pendiente pero bien marcado. Es como bajar una gran escalera de piedras irregulares. El reseco borde del cráter va quedando cada vez más arriba y pronto descubrimos las fauces del volcán de las que escapan los valores pestilentes del azufre y de las que también manan los minerales sulfurosos, objeto de los mineros que descienden a buscar el azufre que emite el volcán (figura 11).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 11. Bajando al fondo del cráter del Ijén

 

Llagamos muy cerca de la impresionante boca recubierta de azufre amarillo y aprovechamos para hacer algunas fotos (figura 12). No hay casi trabajadores ese día en el volcán, probablemente por ser festivo o porque las condiciones meteorológicas son desfavorables. En ese momento se produce un repentino cambio en la dirección del viento y la masa de vapores sulfurosos que emana de la boca del volcán se desplaza y nos envuelve completamente. La sensación es terrible y muy difícil de describir. De repente, los ojos nos arden y la densidad de la nube nos impide ver, la respiración de los valores tóxicos nos quema el esófago, produce arcadas y hace que todo nuestro organismo rechace la inhalación de unas sustancias que sabemos venenosas. Hay que salir de aquel infierno como sea y cuanto antes. Me olvido de mi cuñado y empiezo a intentar trepar hacia la boca del cráter por el empinado camino de piedras. No veo prácticamente nada. Los ojos lloran, escuecen y se resisten a ser abiertos. La respiración me obliga a recibir bocanadas de ese humo repugnante que inmediatamente quema las vías respiratorias. Echo mano del pañuelo, que inmediatamente se llena de lágrimas y otros fluidos. No es capaz de filtrar el aire nauseabundo pero produce una cierta sensación de alivio. Sigo subiendo a tientas tratando de huir de esa trampa mortal que es el fondo del volcán, pensando que el borde del cráter está unos pocos cientos de metros más arriba y que los que allí nos esperan desconocen nuestra angustiosa situación y, además, aunque quisiesen, nada podrían hacer por nosotros. En algunas ocasiones creo que no voy a conseguir salir del antro y que mi cuerpo va desfallecer de un momento a otro pero la angustia me da fuerzas y sigo subiendo como un poseso. Poco a poco me voy alejando de la boca que produce esos gases tóxicos y el aire se va haciendo algo más respirable. Los ojos me escuecen de forma alarmante pero la nube se va haciendo algo menos densa y la visibilidad mejora hasta que de repente diviso la cima del cráter y las sombras que desde allí contemplan el dantesco espectáculo. Estoy salvado. He pasado uno de los ratos más angustiosos de mi vida pero he conseguido salir de las fauces engañosas del volcán. Los pulmones y los ojos nos seguirán doliendo durante todo el día pero hemos escapado con bien de un episodio muy preocupante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 12. El Ijén, una importante mina de azufre

 

Una vez fuera y ya tranquilos y parcialmente recuperados nos preguntamos qué habrá sido de los dos o tres mineros que estaban todavía más cerca de la boca que nosotros y, sobre todo, cómo son capaces de repetir esta terrible experiencia de forma cotidiana y teniendo que hacer la ascensión con unos 70 kilos a las espaldas.

4. Arroz y otros cultivos

 

Las especiales condiciones climatológicas de Indonesia han marcado su historia en muchos momentos y han hecho que fuese un territorio esencial en la producción de algunos productos muy apetecidos. Podemos mencionar en primer lugar las especias, productos que determinaron la historia inicial de las islas y que siguen siendo muy demandadas, aunque su importancia en el comercio mundial ha decaído mucho. Vemos, por ejemplo, en la figura 13 la difícil recolección del clavo que hay que subir a buscar a grandes alturas con ayuda de largas escaleras de bambú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 13. Recolección del clavo

 

Es conocida también la importancia que tuvo el cultivo del caucho, traído en su momento de Brasil y que supuso una gran expansión comercial de esta región, al mismo tiempo que decaía la riqueza de grandes zonas de Brasil, que eran las anteriores productoras de este material. Todavía podemos ver hoy grandes plantaciones de caucho en Indonesia pero su importancia se ha reducido mucho ante la competencia de los materiales sintéticos, que se han impuesto en la industria del automóvil.

En los últimos tiempos se han extendido enormes plantaciones de palma para la producción de aceite, un producto del que existe una demanda creciente a escala mundial. Las grandes extensiones de palmerales son de una gran belleza pero están produciendo efectos negativos muy sensibles sobre otros cultivos más tradicionales y sobre las zonas selváticas, que son deforestadas para repoblar con palmerales.

 

Sin embargo, el cultivo tal vez más llamativo es el del arroz. El arroz es sin duda el alimento principal de la mayor parte de la humanidad. Miles de millones de personas dependen del arroz para su sustento diario, sobre todo en el sudeste asiático, pero en cualquier caso es un alimento presente en todas las culturas y esencial en buena parte del mundo. El arroz es también un cultivo que presenta condiciones especiales por la gran cantidad de agua que requiere, por el carácter manual con el que todavía se cultiva en muchos lugares y por los bellos y típicos paisajes a que da lugar (figura 14). En muchos lugares de orografía accidentada los agricultores han labrado terrazas que permiten que el agua se embalse en forma escalonada y vaya circulando mansamente de los escalones superiores a los que están en un nivel inferior, aprovechándose plenamente para irrigar grandes extensiones de arrozales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 14. Cultivo del arroz en terrazas escalonadas (Bali)

Las condiciones cálidas y húmedas del archipiélago indonesio permiten la obtención de varias cosechas de arroz al año, lo que facilita que el viajero pueda contemplar en poco tiempo todas las tareas necesarias para obtener este producto, desde la siembra manual planta a planta (figura 15) hasta la recolección (figura 16). Las tareas agrícolas se realizan en su mayor parte de forma manual produciendo unas imágenes paradójicas que al mismo tienen gran tipismo y colorido y dejan entrever la dureza de las interminables jornadas de trabajo a pleno sol y con buena parte del cuerpo cubierto por las aguas. Es frecuente que en estos trabajos colabore toda la familia, incluyendo a los niños pequeños. El terreno frecuentemente recubierto de ceniza volcánica es un factor decisivo para dotar al suelo de una gran fertilidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figuras 15 y 16. Plantación y recolección del arroz

 

La insularidad del país favorece el desarrollo de otras explotaciones como la pesca, pero en los últimos tiempos ha tomado un fuerte protagonismo el cultivo marino de ciertas especies de algas, actividad impulsada en gran medida por empresas japonesas que surten de materias primas a las multinacionales farmacéuticas y cosméticas. Cuando contemplamos a una anciana mujer indonesia secando al sol las algas que se cosechan en las playas cercanas a su aldea (figura 17) resulta muy difícil creer que en poco tiempo formarán parte de las costosas y aromáticas cremas cosméticas que las mujeres europeas o americanas (cada vez más, también los hombres) utilizan para intentar ocultar o retrasar las señales del paso de los años en sus rostros.

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 17. Cultivo de algas marinas en la isla de Lembongan

 

 

5. Religiosidad

Como ocurre con tantos otros pueblos alrededor del mundo, el indonesio es un pueblo con arraigadas y múltiples creencias religiosas, que se viven con entusiasmo y que se manifiestan en muchas actividades de la vida.

De tiempos pretéritos nos han quedado templos grandiosos y de gran belleza, principalmente edificados por el budismo y el hinduismo, entre los que sobresalen por méritos propios dos situados en la isla de Java en las proximidades de la ciudad de Yogiakarta, el templo de Prambanán y el templo de Borobudur.

El templo de Prambanán es un grandioso templo hinduista que rivaliza en calidad y belleza con los mejores existentes en la India o en Camboya (figura 18).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 18. Impresionante vista de conjunto del templo de Prambanán

 

No son sólo las dimensiones y la belleza de esta construcción lo que nos llaman la atención. En su interior cuenta con

una gran profusión de bajorrelieves que representan escenas de los mitos y leyendas de su cultura milenaria, destacando sobre todos las escenificaciones del libro sagrado del Ramayana (figura 19). La calidad y expresividad de las figuras esculpidas en la piedra hacen que el viajero pase mucho tiempo disfrutando de estas escenas y se lamente por no conocer mejor su simbolismo profundo, tan rico y evocador como enigmático para nuestra cultura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 19. Expresiva escena del Ramayana esculpida en el templo de Prambanán

No muy lejos del anterior se encuentra el templo de Borobudur, perteneciente en este caso a la religión budista pero también de proporciones grandiosas y de una gran belleza arquitectónica y decorativa (figura 20). El templo de Borobudur es el mayor templo budista del mundo, con sus 118 metros de lado y sus seis pisos escalonados formando una especie de pirámide truncada. Todos los laterales están cubiertos también con más de 2.600 bajorrelieves muy interesantes, pero lógicamente en este caso se trata de representaciones alusivas a la vida y a las enseñanzas de Buda (figura 21)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 20. Vista tomada desde la terraza superior del templo de Borobudur, uno de los más importantes de Indonesia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 21. Escena de la vida de Buda en el templo de Borobudur

 

La religión mayoritaria en Indonesia es hoy el islamismo y con frecuencia suele decirse que se trata del país del mundo con más musulmanes. Estos datos son objetivamente ciertos pero la realidad es mucho más compleja y diversa. La isla de Java, la más densamente poblada y la que cuenta con la capital del país, es mayoritariamente musulmana. Además en los últimos tiempos ha impuesto un islamismo bastante intransigente que culminó con un famoso y sangriento atentado terrorista en la isla de Bali. La figura 22 es una muestra de esta aplicación rigurosa y formalista de las prácticas musulmanas: las niñas de corta edad de un colegio sito en Java practican deporte ataviadas con un velo blanco que les cubre completamente el cabello. Pero otras islas, Bali sobre todo, cuentan con una fuerte presencia de varias religiones y con una preponderancia de las raíces hinduistas. También es frecuente ver prácticas religiosas relacionadas con la realización de ofrendas a los dioses o a los genios, tanto a los protectores como a los malignos a los que se desea aplacar. Y en ciertas islas perviven todavía religiones animistas de características más ancestrales y primitivas.

Aparte de los templos de valor histórico y artístico que ya hemos mencionado, existe una gran cantidad de templos, de diversos aspectos y tamaños, algunos de ellos situados en lugares de gran belleza, que con frecuencia dan albergue a ceremonias religiosas cuyo significado profundo se nos escapa y nos gustaría comprender mejor (figura 23).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 22. Niñas indonesias hacen deporte en el colegio (Java)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 23. El templo Ulun Danu en el lago de Bratán (Bali)

 

Uno de los templos hinduistas más importantes de la isla de Bali es el de Besakih situado a los pies del gran volcán Agung, que le sirve de telón de fondo, y denominado por su importancia religiosa y por sus grandes dimensiones el gran templo o el templo madre. Teníamos gran interés en visitar este templo por estar enclavado en un lugar muy en las proximidades del volcán y rodeado de verdes arrozales. También por su importancia como lugar de culto y su preeminencia entre los templos hinduistas de Indonesia. La visita nos deparó un grata sorpresa que la convirtió en un momento especialmente interesante, pues cuando llegamos acababa de finalizar una ceremonia religiosa singular y pudimos contemplar la salida de los cientos o miles de fieles, que descendían por la majestuosa escalinata que da acceso al recinto del templo (figura 24).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 24. Salida de una ceremonia religiosa en el templo de Besakih (Bali)

  

Familias completas, hombres y mujeres de todas las edades, en su mayor parte ataviados con los trajes tradicionales que suelen usar en las ceremonias importantes, muchos de ellos llevando cestas con flores y frutas utilizadas para las ofrendas rituales, formaban un espectáculo genuino y multicolor de gran belleza plástica y de hondo sentido religioso que intentábamos grabar en nuestras retinas y recoger en nuestras cámaras (figura 25). Uno de esos momentos irrepetibles que se producen de vez en cuando en los viajes, que son una parte esencial de los grandes alicientes para desplazarse a lugares remotos y que son especialmente gratificantes cuando, como en esta ocasión, resultan algo inesperado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 25. Una bella joven indonesia y su madre salen del templo portando las cestas de las ofrendas

 

Para muchos turistas occidentales la isla de Bali es ante todo un lugar con bellos paisajes y con playas paradisíacas donde se han construido hoteles que cuentan con las más avanzadas comodidades. Un destino para disfrutar del sol y de la playa, para relajarse y descansar, y especialmente para ir de viaje de novios. Es por ello más llamativo comprobar cómo perviven en aquella sociedad prácticas religiosas tradicionales, incluso muchas que no parecen pertenecer a los ritos de ninguna de las grandes religiones o que se superponen sobre éstas. Una de estas ceremonias que se practica periódicamente en pueblos y aldeas es la consistente en el raspado de los dientes (figura 26). Los participantes en este rito, en su mayor parte adultos jóvenes, son sometidos a un proceso en el que se les liman parcialmente los dientes con el fin de simbolizar una ceremonia de purificación en la que los pecados y los defectos son suprimidos y arrancados de la persona.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 26. Jóvenes indonesias preparadas para la ceremonia del raspado de los dientes

      

Si, como hemos dicho, en ciertas islas como Bali, la creencia mayoritaria es el hinduismo, encontramos también prácticas religiosas muy extendidas que tienen indudables reminiscencias politeístas, animistas o supersticiosas. Llama la atención en particular la omnipresencia de los genios o espíritus que están presentes en todos los lugares, desde las casas a las oficinas, los comercios o los hoteles. Al parecer, unos son propicios y hay que agradecerles sus favores; otros son malignos y hay que tratar de tenerlos contentos para que no vuelquen su ira contra nosotros. En todos los lugares y en cualquier momento podemos ver que las personas se acercan a los lugares en los que supuestamente se hallan esos genios para presentarles ofrendas que suelen ser flores, frutos, incienso y agua, ofrendas que son frecuentemente sustituidas y renovadas (figura 27).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 27. Un genio protector con el turbante tradicional y las ofrendas en la mano

 

En un país insular no es de extrañar que esta profunda religiosidad de muchos de sus habitantes tenga frecuentes y variadas manifestaciones en relación con el mar. Si nos resulta difícil explicar qué papel juega la diosa del mar en la religión hinduista, mucho más difícil es intuir cómo se inserta su culto en otras religiones menos vinculadas al mundo de lo natural. Pero la realidad es que los indonesios, cualquiera que sea su religión, profesan un culto especial al mar, personalizado en la diosa,  y realizan actos tendentes a congraciarse con una diosa que es temida por los efectos que el mar produce a veces en sus vidas. Aparte de los muchos templos existentes, no es raro presenciar ceremonias religiosas que se realizan en la playa, a veces ante la mirada de los atónitos turistas, y donde los participantes acuden ataviados con sus mejores galas y presentan ofrendas y oraciones a la diosa en medio de un ambiente de fervor y hasta de trance y exaltación religiosa. Sirvan como muestra de estos comentarios las fotografías que incluyo como figuras 28 y 29. En la primera vemos una procesión religiosa formadas por cientos de fieles, algunos en trance, que se dirigen hacia el mar por la playa engalanados con sus atuendos tradicionales y portando sus ofrendas a la diosa. En la segunda, los celebrantes se adentran en las aguas para presentar sus ofrendas mientras al fondo un turista se desliza sobre las olas. 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figuras 28 y 29. Ceremonias propiciatorias a la diosa del mar en las playas de Bali

 

6. El culto a los muertos

 

Mucho se podría decir sobre la forma en que los diversos pueblos han afrontado el problema de la muerte, uno de los más misteriosos y desafiantes para el ser humano. Algunas culturales han llegado a colocar el culto a los muertos entre sus señas de identidad más destacadas, como es el conocido caso del antiguo Egipto. En Indonesia, un país tan diverso, hay grupos humanos que todavía practican ritos y costumbres funerarios sorprendentes que teníamos mucho interés en conocer de cerca. Para ello volamos hasta las remotas islas Célebes en las que habita la etnia toraja, conocida por la gran importancia que concede al culto a los muertos. Lo hicimos sin embrago con el temor de que una vez allí no tuviésemos la oportunidad de ver unas ceremonias que obviamente tienen un carácter muy local e imprevisto.

Una de las costumbres funerarias de los toraja consiste en enterrar a los muertos, no en la tierra como se hace en casi todas partes, sino en nichos excavados a bastante altura en la roca. Podemos así ver unos originales enterramientos que se sitúan en las paredes rocosas lo que supone la realización de una dificultosa tarea de excavación en condiciones muy penosas y por supuesto también una gran dificultad a la hora de enterrar a los difuntos (figura 30).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 30. Enterramientos en la roca con sus correspondientes tau-tau

 

Las razones de esta práctica, que viene de tiempos remotos, no está muy clara. Para algunos se trata de retrasar el proceso de descomposición de los cadáveres; para otros, una forma de protección frente a posibles profanaciones; y para muchos simplemente una práctica relacionada con el afán de ofrecer una morada más digna al difunto.

Los enterramientos aparecen además decorados con figuras de madera denominadas tau-tau. Se trata de representaciones de cuerpo entero de los difuntos en las que sus rostros aparecen esculpidos de forma muy realista recogiendo los rasgos físicos reales aunque con una cierta tendencia a la exageración, como si se tratase de caricaturas. La representación escultórica, en forma de escultura humana o mediante elementos alusivos a la vida del difunto es frecuente en muchas culturas, también en la nuestra, pero esa práctica de los tau-tau, tan expresivos, con rostros tan reales y a la vez tan esquemáticos, situados en la roca a bastante altura, como si estuviesen asomados a un balcón, resulta muy original y llamativa.

En el caso de los niños muy pequeños, es decir, los lactantes, por alguna razón que no pudimos conocer, los enterramientos siguen una práctica similar pero en vez de hacerse en las paredes rocosas se realizan en grandes árboles de anchos troncos (figura 31). Los niños son depositados en agujeros practicados en el tronco y que se cierran con puertas hechas con cañas y bambú, como si se tratase de ventanas para los genios que habitan en el árbol.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 31. Enterramientos de bebés en el tronco de un árbol (Célebes)

 

Pero el culto de los toraja a los muertos se manifiesta ante todo en lo impresionantes funerales con que suelen homenajear a los difuntos. Hay que tener en cuenta que nos encontramos en aldeas donde moran personas muy pobres que viven al día con una agricultura de supervivencia. La muerte de un familiar obliga, no obstante, a ofrecerle un funeral suntuoso para lo que es necesario ahorrar durante bastante tiempo, en muchos casos dos o tres años. Durante ese tiempo toda la familia trabaja intensamente para ahorrar lo necesario y poder ofrecer a familiares y amigos un funeral digno en homenaje al difunto. Todo ese tiempo el cadáver permaneces en la casa familiar, en un lugar un poco apartado, insepulto, algo que nos resulta difícil de comprender y más teniendo en cuenta las condiciones climatológicas tropicales de la zona. En particular, la familia ha de criar un número suficiente de búfalos pues la degustación de los asados de la carne de este animal será el núcleo de la celebración (figura 32).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 32. Matanza de los búfalos en un funeral toraja

 

Llegado el día de la celebración, el funeral es una fiesta multitudinaria a la que acuden no sólo los deudos del difunto, a veces llegados desde tierras muy lejanas, sino también la mayor parte de la población de la aldea y de otras aldeas próximas. Es una gran fiesta social en la que todos participan. Los familiares, vestidos con lujosos trajes tradicionales, reciben a los centenares de invitados que acuden de toda la región andando o en camiones, y se organizan bailes, cánticos rituales y procesiones de ofrendas (figura 33).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 33. Unos invitados a la ceremonia aportan un cerdo vivo colgado de unas parihuelas

 

La celebración del funeral dura dos o tres días en los que se producen diversos actos y rituales, entre los que destaca por su espectacularidad y porque es el centro de toda la celebración la matanza, el asado y la degustación de los búfalos y de los otros animales aportados. Si se trata de un funeral modesto, de una familia pobre, serán sacrificados “sólo” 8 búfalos pero si se trata de una familia pudiente, el número será de 16, 24 y a veces muchos más. Los animales son sacrificados, desollados y despiezados cuidadosamente por varones expertos en estas lides, a la vista de todos los asistentes. Se trata de un espectáculo especialmente fuerte para nuestra sensibilidad, una verdadera orgía de sangre en la que docenas de animales son sacrificados y troceados como paso previo al banquete en el que serán consumidos por los centenares de invitados que asisten a este último homenaje en honor del pariente que falleció hace un par de años, quien “contempla” toda la ceremonia desde el interior de su féretro, situado en un lugar de honor (figura 34).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 34. Procesión ritual de deudos, amigos y vecinos

El visitante que tiene la suerte extraordinaria de poder asistir a esta ceremonia, como nos ocurrió a nosotros, contempla atónito y un tanto conmocionado por la crudeza de las imágenes, cómo se van desarrollando las fases de este ritual ancestral, cómo los animales van siendo sacrificados y troceados y quedan listos para su asado y degustación, todo en medio de los bailes y cánticos rituales, las procesiones y la serena tristeza de los familiares del difunto.

Es de agradecer que el visitante sea no sólo aceptado en la ceremonia sino acogido con gestos de invitación a participar. Declinamos no obstante el honor de participar en el banquete ritual. Después de haber pasado varias horas disfrutando de esta increíble ceremonia, nuestros sentidos de la vista, el oído y el olfato estaban sobreexcitados y saturados de estímulos excesivamente fuertes. Preferimos dejar que los otros dos sentidos, el tacto y el gusto, permaneciesen inactivos. De hecho, nuestro estómago acusó el impacto de tantas emociones y tuvimos la impresión de que no seríamos capaces de volver a comer carne en bastante tiempo.     

Muchas consideraciones podríamos efectuar, muchas opiniones podríamos verter a partir de esta inolvidable experiencia. Y muchas más son las preguntas que nos vienen a la mente. Pero, ¡qué difícil es opinar sobre hechos de esta naturaleza tan diferentes de los que son habituales en nuestra cultura! ¿Cómo se explica que esta gente acostumbrada a vivir en la escasez de la lucha por el pan de cada día sea capaz de organizar en honor del difunto una fiesta de proporciones regionales que les supone un esfuerzo económico de años de trabajo y dedicar todos sus recursos, y más, a una fiesta multitudinaria?

Como he dicho, los asistentes se muestran serios pero serenos, celebrando una gran fiesta pero sin muestras de alegría, desarrollando una ceremonia fúnebre pero sin grandes signos de tristeza. Nos impresionó sin embargo la actitud profunda, pensativa, ensimismada y cariñosa de un niño ante la cabeza de su búfalo decapitado, al que probablemente había cuidado y llevado muchas veces al campo. ¿Qué pasaba por la mente de este niño en estos momentos? (Figura 35).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 35. El niño ante el cadáver de su búfalo

7. Gentes y costumbres

Hemos visto que el culto a los muertos reviste una importancia destacada en algunas culturas. Las bodas, por el contrario, suelen ser una ocasión de gran alegría que en casi todas las civilizaciones da pie para organizar magnas celebraciones. En Indonesia, como ocurre en otros lugares, es frecuente que las bodas se celebren de forma muy abierta y pública con la participación no sólo de los allegados más próximos sino de cuantos viven en las proximidades. Tuvimos la oportunidad de presenciar varias bodas y, aparte del interés que siempre despiertan los ritos nupciales y la observación de los trajes de fiesta que se usan para la ocasión, nos volvió a llamar la atención la gran diversidad que muestran estas islas. Tanto los atavíos, como los ritos; tanto las personas como los bailes; tanto el papel de los novios como el de los invitados, cambian de un lugar a otro reflejando que la historia, las creencias y las costumbres han sido y son muy distintas. Lo único común, eso sí, es que en cada caso los trajes de fiesta utilizados son a la vez tradicionales y sumamente vistosos.

En la isla de Sumatra vimos una boda en la que los invitados bailaban danzas tradicionales alrededor de los novios y luego acudían en procesión a presentarles sus presentes en medio de una gran alegría general (figura 36).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 36. Boda tradicional en la isla de Sumatra

 

En la figura 37 vemos una pareja de recién casados posando con sus mejores galas ante el fondo de vegetación exuberante de la isla de Bali. Las expresiones de ambos, la de él con el pulgar levantado en señal de triunfo y la de ella cuyo rostro expresa una mezcla de felicidad y de timidez, reflejan la trascendencia del momento y las fuertes emociones que experimentan. Muy distinto es el significado de la figura 38. Se trata en este caso de una boda musulmana celebrada en las islas Célebes. Varones y mujeres celebran la misma fiesta pero radicalmente separados en recintos distintos. Vemos al novio rodeado de algunos parientes, todos varones, entronizado en un escenario que simboliza no sólo que es el protagonista de la fiesta sino su papel de preeminencia y señorío dentro de la familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figuras 37 y 38. Boda balinesa y boda musulmana

   

Una reflexión surge de la enorme diversidad de pueblos, etnias, culturas, lenguas y religiones que conviven en este enorme territorio indonesio, que no obtuvo su independencia política hasta la terminación de la II Guerra Mundial: ¿Cómo es posible gobernar un país así? ¿Cómo es posible que el gobierno intente, sin éxito, imponer una uniformidad religiosa islámica? ¿Existe una conciencia de pertenecer a la nación indonesia o cada pueblo se aferra a sus signos de identidad? ¿Mantendrá en el futuro Indonesia su unidad política o su diversidad le hace estar condenada a la disgregación?

Cualesquiera que sean las respuestas a estas interrogantes, lo indudable es que esa pluralidad supone un gran atractivo para el visitante y al mismo tiempo representa una dificultad para poder acercarse al alma de los indonesios e intentar comprender ciertas claves culturales. Algunas de sus raíces más profundas se basan en tradiciones que a pesar de remontarse a tiempos muy remotos están muy presentes en la vida actual. Esto puede comprobarse, por ejemplo, en la importancia de las leyendas provenientes del Ramayana, que no sólo están representadas en los templos antiguos. Su escenificación en bellos y coloridos espectáculos teatrales es frecuente en muchos pueblos y ciudades y hasta los niños aprenden los bailes y movimientos necesarios para poder escenificar los tradicionales amores y luchas entre Rama, los monos, Sita, Bharata, Lakshmana, etc. (figuras 39 y 40).

  

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 39. Una bailarina balinesa representa a Sita, rodeada por el ejército de “monos” en una representación del Ramayana

Figura 40. Un niño indonesio se prepara para poder representar a los personajes tradicionales del Ramayana

 

Unos de los mayores alicientes de Indonesia para el visitante es pues esa posibilidad de contemplar todavía muchas costumbres y tradiciones provenientes de un pasado remoto, y esto incluso en algunas de las islas que más han sido invadidas por el turismo, como es el caso de Bali. También algunas costumbres que son hoy oficialmente inaceptables, como son las peleas de gallos, siguen practicándose en los pueblos de forma más o menos clandestina (figura 41).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 41. Entrenando a los gallos para la pelea

 

Pero, al igual que ocurre en todos los lugares del mundo, la globalización es un fenómeno de alcance general que está alterando rápida y radicalmente las costumbres y los intereses de los indonesios, incluso en lugares que hasta hace muy poco eran bastante inaccesibles. El desarrollo de los transportes y de las comunicaciones hace que las imágenes lleguen a todos los rincones creando nuevas costumbres y aficiones. Una muestra elocuente de esto, hoy muy frecuente a lo ancho de todo el mundo, es la afición mundial por el fútbol y la admiración hacia los grandes jugadores. La figura 42 nos muestra, por ejemplo, a un niño indonesio, habitante de una pequeña aldea en las islas Célebes, vestido con la camiseta de un jugador del Real Madrid. Esta imagen era impensable hace apenas unas décadas y, sin embargo, hoy es común.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 42. Niño indonesio con la camisola del Real Madrid

Tradición y modernidad conviven actualmente en la mayor parte de las islas del archipiélago indonesio. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Qué porvenir le espera a este gran país, que dispone de grandes riquezas naturales pero en el que grandes capas de la población son muy pobres? ¿Podrá mantener su precaria unidad política? ¿Sucumbirá definitivamente a la presión uniformadora de la religión islámica? ¿Cómo será dentro de sólo 25 años la vida de esta joven adolescente que nos sonríe entre pícara y tímida? (Figura 43).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 43. El futuro de Indonesia

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En este sitio quiero compartir con los amantes de los viajes, también con los que son renuentes a realizarlos, algunas experiencias y fotografías sobre algunos de los viajes más interesantes que hemos tenido la suerte de realizar.

Todo viaje a un país desconocido es una experiencia intensa que te hace sentirte vivo y te enriquece, pero en algunos casos la distancia, la sorpresa, el exotismo o la belleza del lugar hacen que esa experiencia sea algo especialmente memorable.

Jaime Pereña Brand

Madrid, 2020

 

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