
Etapa 2ª. Hornillos del Camino-Castrojeriz
El bar de Manolo no está abierto a primera hora de la mañana y en el albergue lo único que se puede tomar es un café de máquina, así que toca ponerse en marcha casi en ayunas. Ya vamos cogiendo el ritmo habitual del Camino: salida al amanecer, muchos días en ayunas.
Mientras llenamos las cantimploras en la fuente de Hornillos, se nos acerca Heriberto, un maño que viene ya curtido pues empezó el Camino en Somport. Es como una caricatura del maño típico: jovial, sociable, impetuoso, extravertido y brutote. Está feliz, según dice, por oír hablar español pues la mayoría de los peregrinos son extranjeros y él no habla idiomas. Se une a nuestro pequeño grupo y empieza a contar chistes sin parar.
Después de un largo trecho solitario, de repente aparece Hontanas en una hondonada. Una sorpresa agradable. Ya estamos deseando llegar a un lugar donde poder almorzar en condiciones. Cristina y Heriberto andan más deprisa y nos están esperando en una terraza ante un suculento desayuno. Henar y yo caminamos más despacio y tardamos algo más en llegar.
Pasamos por las impresionantes ruinas del convento de san Antón (figura 3), tal vez la primera de las numerosas sorpresas que nos deparará el Camino. Se ven las ruinas de los que fue en tiempos un imponente convento y hospital al servicio de Camino, sede de la orden de los antonianos. Se encuentra en un estado de conservación lamentable. La carretera pasa por en medio del convento, que es ahora propiedad particular, fruto de las extrañas desamortizaciones que vivió nuestro país en el siglo XIX. Está ocupado por un bar y una especie de pseudomuseo lleno de trastos, donde nos sellan la credencial. La bella portada románica está tapiada. Se trata en definitiva de una muestra típica de la incuria de nuestras administraciones en relación con nuestro patrimonio histórico y cultural. Si tuviesen algo así en Estados Unidos sería un monumento nacional y lugar turístico preminente.
Figura 3. Ruinas del convento de san Antón
Y ya a la entrada de Castrojeriz nos encontramos con otro monumento destacado, la colegiata de Nuestra Señora del Manzano. Es una preciosa iglesia situada a las afueras el pueblo rodeada de trigales y perfectamente restaurada (figura 4). Parece que actualmente no tiene culto y está destinada a museo de arte religioso. El interior es muy bonito y cuenta con bellos retablos e imágenes, como un tradicional Santiago Matamoros (figura 5).
Figuras 4 y 5. Colegiata de Nuestra Señora del Manzano (Castrojeriz)
La entrada en Castrojeriz se hace muy larga y pesada pues el pueblo es grande y muy alargado. Menos mal que nos lo habían avisado: no hay que quedarse en los primeros albergues que aparecen; hay que seguir hasta el centro, lo que supone andar un par de kilómetros más.
Figura 6. Albergue de san Estaban (Castrojeriz)
Nos alojamos en el albergue de san Esteban, en el centro del pueblo. Es municipal y está instalado en una antigua iglesia del siglo XIII. Es un albergue agradable y con buenas instalaciones, aunque un tanto ruidoso. Duermo en la parte de abajo de una litera. Heriberto lo hace en la cama superior (figura 6).
Por la tarde visitamos el pueblo, que está muy bien. Mis compañeros hacen una excursión al castillo pero yo me quedo porque mis pies están llenos de ampollas y duelen mucho. No entiendo cómo es posible que tenga tantas ampollas, algo que no me ha ocurrido hace muchísimos años, y máxime cuando estoy usando unas botas antiguas que nunca me han dado problemas. Alguien me explica que eso se debe al peso de la mochila.
En estas circunstancias, hago una tontería que voy a penar dos o tres días: voy a una farmacia. La insensata de la farmacéutica me vende uno de esos apósitos autoadhesivos y almohadillados que se supone que deben aliviar el problema de las ampollas pero que, al contrario, los agravan considerablemente.
En el albergue de Castrojeriz conocemos a varios peregrinos extranjeros. Ricardo (México) cree que se ha roto la rótula por culpa de la mochila y que va a tener que abandonar, aunque sólo lleva dos días porque empezó también en Burgos. Neal es un joven de Chicago que habla español y es sumamente extravertido; seguiré encontrándome con él durante todo el recorrido. Nos llama la atención un grupo de escolares coreanos que están recorriendo el Camino con una joven y enérgica monitora a la cabeza. Durante la noche, una de las niñas se cae desde lo alto de la litera dos veces con fuerte estrépito, aunque se vuelve a acostar como si tal cosa.



