
Islas Hawái
Pese a mi gusto por viajar y mi enorme curiosidad por conocer mundo no he podido sustraerme al subjetivismo de sentirme más atraído por ciertos lugares desconocidos, mientras que otros me parecían menos apetecibles e iban quedando relegados para una eventual ocasión posterior. Esta tentación de menospreciar lugares que no se conocen, que es muy común en las personas que no son aficionadas a viajar, también se puede dar en viajeros más conspicuos. Es una tentación peligrosa porque puede llevarte a evitar acudir a lugares que son verdaderamente interesantes. Algo así me pasó a mí en relación con las islas Hawái. Cierto que es un lugar muy alejado desde España y que el viaje es costoso; pero tampoco me atraía tanto como para hacer el esfuerzo. No era este el caso de mi mujer, que tenía mucho interés en conocer estas islas. Así que aprovechando un viaje de trabajo a la ciudad californiana de San Diego, la ciudad continental de Estados Unidos más próxima a las islas, decidimos dar el salto a Hawái. Un gran acierto porque estas islas son una especie de paraíso de una belleza extraordinaria.
Sabemos que visitar un archipiélago es siempre complejo y costoso porque obliga a realizar numerosos desplazamientos. También es en muchos casos difícil optar por las islas que se van a visitar y las que inevitablemente hay que dejar para mejor ocasión. En nuestro caso, visitamos tres de las seis islas principales que forman el archipiélago: Oahu, Maui y la Isla Grande, también llamada Hawái o Big Island en inglés.
Las islas Hawái está situadas en medio del Océano Pacífico sumamente alejadas de cualquier continente o incluso de otras grandes islas. De San Diego se encuentran a más de 4.000 km de distancia; de Japón distan algo más de 6.000 km; y Australia está todavía más lejos, a unos 7.500 km. Contra lo que a veces se piensa, aunque se consideran integradas en la Polinesia y formando parte de Oceanía, se encuentran situadas en el hemisferio Norte, aunque dentro de la zona intertropical.
Como la mayor parte de la gente que arriba a las islas entramos por el aeropuerto de Honolulu, la capital y la única gran ciudad de las que se encuentran en este territorio. Aunque el nombre de esta ciudad es muy evocador y nos trae a la memoria reminiscencias de cuando era un remoto, pequeño y acogedor puerto, sabemos que hoy es una gran ciudad repleta de altos e impersonales edificios y con el típico aspecto de todas las urbes norteamericanas. Como me temía, un destino poco interesante y con una personalidad muy diluida (figura 1).
Figura 1. Vista general de Honolulu y su bahía
Tal vez el mayor atractivo de Honolulu sea su famosa playa de Waikiki, una playa desde luego muy bonita, aunque sea bastante pequeña y hoy en día se haya convertido en una playa completamente urbana. Waikiki es otro de esos nombres evocadores que nos hacían soñar en nuestra infancia. Las olas no son excesivamente fuertes en Waikiki, por lo que atrae a muchos aprendices de surfista.
En Waikiki pudimos contemplar una de esas célebres puestas de sol hawaianas en las que el cielo y la tierra se inflaman de un rojo vivo y exhiben múltiples tonos bermejos de excepcional belleza. Reconozco que siempre he sentido una atracción muy marcada por la contemplación de ese espectáculo en el que el sol va bajando rápida y perceptiblemente, cambiando constantemente de tamaño y color hasta ser engullido en pocos minutos por un mar incandescente. Pero es cierto que las puestas de sol que ofrece este archipiélago tropical son probablemente de las más bonitas que he tenido la ocasión de disfrutar (figura 2).
Figura 2. Puesta de sol en la playa de Waikiki (Honolulu)
Los hawaianos consideran que el rey Kamehameha I (o Kamehameha el Grande) es su principal héroe histórico. Parece ser que a principios del siglo XIX unificó las varias islas del archipiélago y formó en 1810 el reino independiente de Hawái. Poco duraría esta situación de independencia porque en 1893 los Estados Unidos derrocaron por la fuerza a la reina que gobernaba en ese momento y se anexionaron las islas para formar un nuevo estado americano. En un gesto típico de la moderna hipocresía política, el presidente Clinton reconoció en 1993 que había sido un acto ilegal. Pero, por supuesto, sin cambiar para nada el estatus del archipiélago.
El monumento principal de Honolulu es tal vez el Aliʻiōlani Hale un edificio ubicado en el centro de Honolulú que fue en su día sede del gobierno de las islas y hoy alberga al Tribunal Supremo del estado. Delante del edificio se encuentra la estatua erigida en honor de Kamehameha I, una curiosa estatua en la que las vestiduras recubiertas de pan de oro contrastan con la piel morena del primer rey hawaiano (figura 3).
Figura 3. La sede del Tribunal Supremo de Hawái con la estatua de Kamehameha
A unos pocos kilómetros de Honolulu en dirección Oeste se encuentra Pearl Harbour, lugar tristemente célebre porque el 7 de diciembre de 1941 fue escenario del sorpresivo ataque de los japoneses a los barcos americanos allí amarrados, lo que a su vez provocó la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Hoy sigue siendo una importante base de la marina de los Estados Unidos. Nosotros decidimos ahorrarnos esta visita considerando que en la isla había cosas más interesantes y apetecibles que visitar.
Sí fuimos, en cambio a la Diamond Head, un cono volcánico extinto que es muy visitado porque tiene un característico aspecto cónico muy regular y porque desde lo alto del cráter se obtienen panorámicas muy bonitas sobre la ciudad de Honolulu y sobre el océano Pacífico. Probablemente no se trata en realidad de un verdadero volcán sino del resultado de una explosión secundaria relativamente reciente en términos geológicos (unos 200.000 años) procedente de un volcán mucho más grande y mucho más antiguo. En todo caso, resulta una visita muy atractiva que nos pone en contacto con el origen volcánico del archipiélago (figura 4).
Figura 4. El extinto volcán Diamond Head desde el aire
También es evidente el origen volcánico del territorio en la bahía de Hanauma, otro de los principales atractivos de la isla de Oahu, la isla en la que se encuentra Honolulu. En este caso el cráter está abierto al mar y alberga una bellísima playa de aguas turquesas. Es una playa de dimensiones reducidas pero se trata de un lugar protegido que es imprescindible visitar. La forma semicircular de la bahía hace que las aguas lleguen aquí mansamente y ha permitido que se formase un arrecife de coral muy próximo a la arena (figura 5).
Figura 5. Vista de la bahía de Hanauma (isla de Oahu)
El lugar tiene todo lo que de idílico ofrecen estas islas: Aguas cálidas y tranquilas, arena limpia y fina, entorno sumamente bello y un arrecife lleno de peces multicolores ideal para nadar y bucear. Hanauma es sin duda una de las muchas joyas naturales que hay en estas islas y probablemente la más interesante de Oahu. No es pues de extrañar que en este lugar tan especial se rodasen algunas de las tomas de la película protagonizada por Elvis Presley, Blue Hawaii, una película que en la época de mi adolescencia popularizó las bellezas de estas islas e hizo soñar a muchos jóvenes.
Con todo, he de decir que la isla de Oahu no es ni mucho menos la más interesante que hay en este archipiélago. Es más, si no fuese porque el aeropuerto de Honolulu es la puerta de entrada y salida casi obligada sería probablemente aconsejable dedicarse a visitar algunas otras islas y dejar tal vez la de Oahu.
Desde Honolulu volamos a la isla de Maui, territorio cuyo nombre deriva de un dios polinesio que según la leyenda originó las islas de Hawái pescándolas con su caña y extrayéndolas de las profundidades marinas. En realidad, la isla procede de las erupciones de dos grandes volcanes. Uno más antiguo y por tanto fuertemente erosionado, que se llama Mauna Kahalawai; el otro, más reciente y elevado se llama Haleakala y tiene su caldera a más de 3.000 m.s.n.m. Entre ambos volcanes se extiende un fértil istmo que ha hecho que la isla haya sido conocida también con el nombre de Valley Isle. Aunque hoy la principal industria de Maui es el turismo, en el valle central hay importantes plantaciones agrícolas, principalmente de caña de azúcar y de piña.
Muchos viajeros acuden a la isla de Maui para disfrutar de sus excelentes playas. Y eso no es de extrañar pues la isla tiene una gran cantidad de playas que presentan además una gran variedad. Las hay casi blancas, amarillentas, de arenas negras y hasta de un sorprendente color verde. Las hay de arena fina y las hay que están formadas por piedras. En cualquier caso, dado que la isla no llega a los 200.000 habitantes, las playas son mucho más solitarias que en Oahu. Es posible visitar preciosas playas semidesérticas, ideales para dar largos paseos disfrutando del paisaje, de la luz y de los colores (figura 6).
Figura 6. Playa de Maui a la luz del atardecer
Al igual que ocurre en nuestras islas Canarias, la abrupta orografía de las islas Hawái, en las que en superficies relativamente exiguas se encuentran montañas volcánicas muy elevadas, hace que el tiempo sea muy cambiante y que el clima sea también muy diferente en unas y otras zonas de las islas. Algo similar ocurre con el oleaje. Hay playas en las que se puede disfrutar de un mar en calma, nadar tranquilamente y entretenerse observando los peces y hasta las tortugas marinas. Otras playas, por el contrario, son conocidas por mostrar muy frecuentemente un fuerte oleaje. En ellas las olas se elevan y se enroscan sobre sí mismas antes de desplomarse con fiereza y estrépito sobre la playa. Esto se produce no solo con mal tiempo o cuando reinan vientos fuertes. Bajo un sereno cielo azul estas imponentes olas llegan con violencia a la playa exhibiendo una fuerza que intimida a quienes no estamos acostumbrados a nadar en semejantes condiciones (figura 7).
Figura 7. Oleaje en una playa de Maui
Claro que estas grandes olas son un aliciente para quienes están habituados a jugar con este fenómeno sabiendo cómo se va a comportar la ola y cuándo debe uno cabalgar sobre sus lomos o lanzarse a su interior antes de que rompa y te revuelque en medio de en un revoltijo de agua, espuma y arena. Estas playas con fuerte oleaje son en particular el paraíso de los surfistas. No en vano esta afición se originó en estas islas y de aquí se extendió a todo el mundo. Aunque hay muchas playas en Hawái que figuran entre las más famosas del mundo para practicar el surf, el nombre de Maui está indisolublemente unido al de este deporte. En todas las playas se ven bañistas equipados con sus tablas aunque el nivel de experiencia de estos está íntimamente ligado a la dificultad que presenta el oleaje de cada playa (figura 8).
Figura 8. Surfistas esperando su oportunidad en una playa de Maui
Muchos de los turistas que acuden a Maui quedan tan encantados con las playas que ofrece la isla que se dedican a disfrutar de ellas sin recorrer otras zonas y sin adentrarse en el interior. Un grave error. Maui es mucho más que playas. En Maui hay acantilados espectaculares, grandes cascadas, una vegetación tropical de gran belleza, flores llamativas, bosques de bambú, paisajes espectaculares, litorales escarpados, ríos de montaña, etc. Y todo ello se produce en muy cortas distancias, lo que hace que en muchos lugares las montañas cubiertas de densa vegetación lleguen hasta el mar (figura 9).
Figura 9. Las montañas cubiertas de vegetación llegan hasta el mar
El interior montañoso de la isla es completamente diferente del litoral. Aquí se produce una orografía sumamente accidentada y la humedad evaporada del océano se concentra en las montañas produciendo frecuentes precipitaciones e intensas nieblas. La vegetación tropical favorecida por la humedad y las elevadas temperaturas es exuberante. Los paisajes son impresionantes y siempre nos faltará tiempo para explorar los numerosos senderos que nos invitan a caminar disfrutando de una naturaleza privilegiada. La vista de la aguja Lao es uno de los paisajes más representativos del interior de la isla de Maui (figura 10).
Figura 10. Vista de la aguja Lao en el interior de la isla de Maui
Muchos de los caminos exigen esfuerzos notables dadas las pendientes acusadas que presentan las montañas, pero el esfuerzo se ve generalmente recompensado por la llegada a lugares solitarios de insólita belleza. Lugares que en muchos casos nos permitirían soñar que son inexplorados y que somos los primeros en poder disfrutar de ellos. La combinación de agua, vegetación y temperaturas agradables produce resultados sorprendentes. No es raro que después de una larga caminata podamos relajarnos tomando un baño en las templadas aguas de las pozas que las cascadas excavan al chocar contra las rocas volcánicas del suelo (figura 11).
Figura 11. Cascada en la selva de Maui
Uno de los atractivos de las islas Hawái, no solo de Maui, es sin duda la variedad y la belleza de las flores que se cultivan o que crecen espontáneamente en un territorio especialmente propicio por el clima de que disfruta y por su sustrato volcánico. Se encuentran orquídeas, hibiscos, helechos, proteas, flores carnívoras y todo tipo de flores tropicales. Pero tal vez la más popular de las flores hawaianas es la plumeria (Plumeria rubra), más conocida por su nombre popular franchipán, derivado del término inglés frangipani. Los acogedores hawaianos te ofrecen con cualquier ocasión un collar lei hecho con esta bella flor de pétalos carnosos que te colocan en el cuello como muestra de deferencia. La plumeria, además, desprende un penetrante aroma dulzón que te embriaga. No es de extrañar que se utilice para fabricar perfumes (figura 12).
Figura 12. Flor de franchipán o plumeria (Plumeria rubra)
Es curioso que esta flor tan abundante en Hawái y tan típica que se considera casi como un símbolo de las islas no sea oriunda de aquí. Por el contrario, su lugar de procedencia es Centroamérica, si bien su belleza y su aroma han hecho que fuese introducida en muchos otros lugares y hoy es común en muchos territorios de clima tropical.
A solo 15 km al Noroeste de la parte septentrional de Maui se encuentra la isla de Molokai, tan cerca que desde ciertas posiciones se podría pensar que es la misma isla y que no hay un estrecho entre las dos. La isla de Molokai se hizo célebre en todo el mundo por la leprosería que en ella hubo. A mediados del siglo XIX los chinos que habían inmigrado para trabajar en los campos de caña de azúcar introdujeron la lepra, una enfermedad que no había existido en estas islas. Para evitar los contagios el rey Kamehameha IV decidió confinar a los leprosos en esta isla, muy escasamente poblada. A partir de 1866 llegaron aquí muchos leprosos que vivían en condiciones miserables. Unos años después, en 1873, se desplazó a Molokai un misionero católico belga para auxiliar a los leprosos. Su labor fue enormemente meritoria y ganó justa fama siendo conocido como Padre Damián. Después de unos 15 años trabajando en la asistencia de los leprosos murió él mismo, también de lepra (figura 13).
Figura 13. La isla de Molokai, al fondo, vista desde Maui
Con pesar debemos despedirnos de Maui, una isla llena de alicientes. Aquí hemos visto bellas flores, hemos caminado por senderos solitarios, hemos divisado paisajes increíbles, nos hemos bañado en playas tranquilas o de fuerte oleaje, hemos buceado entre los peces de colores, hemos asistido a una típica luau disfrutando de los armoniosos bailes hawaianos y del cerdo kalua, cocinado a fuego lento bajo tierra… ¿Qué más se puede pedir?
La isla más grande del archipiélago, la que da su nombre al conjunto, es precisamente la isla de Hawái, aunque con el fin de evitar confusiones entre el todo y la parte suele conocerse con el nombre de Isla Grande, Big Island en inglés. En efecto, es una isla grande pues su superficie es aproximadamente seis veces la que tienen las islas de Maui y Oahu. Todas las restantes islas del archipiélago cabrían holgadamente en la Isla Grande. No es pues de extrañar que sea una isla más diversa y que en su interior haya territorios de características muy diferentes. Es también una isla con condiciones más áridas y extremas, lo que hace que su población sea escasa. Pensemos que se trata de una isla que tiene una superficie cinco veces superior a la de la isla de Tenerife pero su población (unos 200.000 habitantes) es la cuarta parte de la que tiene la isla canaria.
Lo más llamativo de la Isla Grande es su intensa actividad volcánica. Todo el archipiélago es de origen volcánico pero en las restantes islas los volcanes son inactivos desde hace mucho tiempo y la vegetación tropical ha colonizado la mayor parte del territorio, por lo que la naturaleza volcánica del mismo es un muchos casos poco aparente. En la Isla Grande, por el contrario, hay volcanes en plena actividad y otros que están inactivos pero no extintos. El territorio de la isla está formado por cinco grandes volcanes en escudo, de los cuales solo uno, el Kohala, se considera extinto. El Mauna Kea está dormido. Por el contrario, están activos el Hualalai, el Mauna Loa y, sobre todo, el Kilauea que no ha dejado de presentar erupciones desde 1983.
Por todo ello, la visita a la Isla Grande requiere subirse a un helicóptero para poder observar estos apasionantes fenómenos volcánicos desde el aire. Desde arriba se pueden obtener vistas privilegiadas de los volcanes y de sus manifestaciones pero también de otras zonas interesantes de la isla, como sus costas, sus ríos, sus cascadas y sus bosques. Así, en la figura 14 podemos ver el impresionante cráter del Kilauea en un momento de relativa calma. Las enormes dimensiones de la boca nos hablan de la potencia de este fenómeno. Las áridas tierras colindantes demuestran que las erupciones y las coladas de lava se han producido en tiempos muy recientes. La constante humareda que brota de las entrañas de la tierra avisa de que el volcán está en plena actividad y de que en cualquier momento puede entrar en erupción.
Figura 14. El cráter del volcán Kilauea
Aquí y allá, en medio de los ríos de lava solidificada se abren grandes boquetes por los que el magma sale de las profundidades de la Tierra a su superficie. Por esas aberturas podemos avizorar el magma incandescente que bulle en el interior de la corteza y que brilla con un color rojo intenso indicativo de las enormes temperaturas que allí se registran (figura 15).
Figura 15. El magma hirviente en el interior de la Tierra
Una curiosidad geográfica es que, desde cierto punto de vista, se puede considerar que el Mauna Kea es la montaña más alta del mundo, notablemente más alta que el Everest, pues alcanza una altitud de 4.207 metros sobre el nivel del mar pero desde su base en el fondo del océano supera los 10.000 metros de elevación.
Y otro hecho llamativo es que en la Isla Grande podemos ser testigos directos de cómo se produce la orogenia. En solo 20 años a partir de 1983 la superficie de la isla se incrementó en 220 hectáreas como consecuencia de los ríos de lava que fueron solidificándose al entrar en contacto con el agua del mar. Estos ríos son caudalosos cuando se producen erupciones importantes; en otros momentos toman la forma de pequeños arroyos de color rojo intenso que fluyen desde diversas bocas y producen grandes humaredas al alcanzar el mar (figura 16).
Figura 16. Un arroyo de lava incandescente fluye hacia el mar
Por todo lo dicho, es indudable que los fenómenos más característicos e interesantes de la Isla Grande son los de naturaleza volcánica. Pero eso no significa que carezca de bosques, cursos de agua y la vegetación tropical que es tan abundante en otras islas del archipiélago. La vista aérea nos ofrece una perspectiva diferente de estas zonas boscosas en las que la vegetación es exuberante y los arroyos muy numerosos. El perfil del terreno, muy accidentado, hace que se formen numerosas cascadas y caídas de agua que a su vez dan lugar a pozas y piscinas naturales en lugares recónditos (figura 17).
Figura 17. Vista aérea de una zona boscosa en la Isla Grande
El Kilauea es tal vez el volcán más conocido de la Isla Grande porque a lo largo del siglo XX ha producido numerosas erupciones, algunas de las cuales han sido de grandes proporciones y han producido daños significativos a las viviendas y las infraestructuras de la isla. Podemos ver un curioso ejemplo en la fotografía de la figura 18. Un río de lava producido en fechas muy recientes ha llegado hasta una carretera y ha cortado totalmente el paso por la misma. Al solidificarse ha tomado un color completamente negro característico de la lava basáltica. Esta lengua de lava ha tapado la carretera pero se ha detenido en ese momento, mientras que otras lenguas que aparecen en segundo plano han progresado mucho más (figura 18).
Figura 18. Lava solidificada del volcán Kilauea interrumpiendo una carretera
Es sabido que las tierras volcánicas, contra lo que pudiera hacer pensar su aspecto desolado y hostil, suelen ser muy fértiles porque contienen grandes cantidades de minerales y de nutrientes procedentes del interior de la Tierra. Cuando caminamos por zonas volcánicas procedentes de erupciones recientes es muy ilustrativo, y al mismo tiempo esperanzador, ver cómo las plantas surgen de forma casi inverosímil de entre las grietas de grandes placas de lava petrificada. Algunas de estas pequeñas plantas son muy bonitas y el contraste que forman con la lava negra es muy sugerente. Con el tiempo y si otros factores no lo impiden, estas pequeñas plantas que han empezado a colonizar el terreno volcánico se convertirán en frondosos árboles de gran porte y en densos bosques tropicales (figura 19).
Figura 19. Colonización de la lava volcánica por una planta
Aunque la imagen ideal del litoral hawaiano nos evoca las playas de arena dorada y las olas cabalgadas por surfistas, en muchos casos la costa de las islas está formada por escarpados acantilados de roca volcánica. Los ríos de la lava expulsada por los volcanes han fluido hacia el mar, donde se han solidificado y convertido en rocas magmáticas que a su vez han sido erosionadas y derruidas por el fuerte oleaje del océano Pacífico. Así se han formado impresionantes acantilados de paredes casi verticales que en ocasiones alcanzan alturas de varios centenares de metros. El imponente espectáculo de las grandes olas chocando contra estas paredes de roca negra contrasta con la imagen idílica que ofrecen otras zonas de estas mismas islas (figura 20).
Figura 20. Acantilado de roca magmática en la Isla Grande
Esta gran isla ofrece muchos otros atractivos aparte de su carácter volcánico. Diversos puntos de interés merecen una visita. Cabe mencionar, por ejemplo, la iglesia católica de San Pedro, llamada en inglés St. Peter’s by the Sea porque efectivamente se encuentra junto al mar en la zona de Kona. Es una pequeña iglesia situada al borde del gran océano y pintada con colores azules. Una iglesia que parece de juguete pero que, dado su emplazamiento único, se ha hecho famosa como lugar al que acuden muchas parejas de novios para casarse (figura 21).
Figura 21. La bonita iglesia de San Pedro junto al mar en los alrededores de Kona
Si la iglesia de San Pedro está al borde de mar, la de San Benedicto está por el contrario en alto, mirando al mar desde bastante altura por encima de la bahía de Honaunau. Es una iglesia antigua pues data de 1842 y pertenece como la anterior a la Iglesia católica. Es famosa porque todo su interior, que es de madera, está cubierto por pinturas que realizó en su día el misionero belga Juan Berchmans. Se trata de una obra que supuso sin duda un gran esfuerzo pues cubre completamente las paredes, las columnas y el techo de la iglesia.
Las pinturas son muy curiosas y tienen en parte un aspecto naif. Se mezclan las escenas bíblicas y evangélicas que esperamos encontrar en una iglesia con trampantojos que simulan arquitecturas góticas y con elementos decorativos ambientados en Hawai que representan el cielo, la playa y la vegetación autóctona. Todo ello consigue sin embargo formar un conjunto armónico con un colorido en tonos suaves y cálidos (figura 22).
Figura 22. Vista parcial de interior de la iglesia pintada de San Benedicto
Las playas de Isla Grande son en su mayor parte de arena negra y pedregosas, como corresponde al carácter volcánico reciente del territorio. No están sin embargo exentas de interés. Por ejemplo, la playa de Punalu’u tiene una arena de color completamente negro que supone un llamativo contraste con el verde intenso de la vegetación costera y con el azul del mar. En esta playa es frecuente que se puedan ver las grandes tortugas marinas de la región. En ocasiones las tortugas salen a tomar el sol a la playa y con frecuencia es posible acercarse a nadar con ellas en las proximidades de la orilla (figura 23).
Figura 23. Dos grandes tortugas marinas nadando en la playa negra de Punalu’u
Las puestas de sol son, claro, igual de espectaculares en unas que en otras islas del archipiélago. Una fotografía de uno de estos mágicos anocheceres tomada en la Isla Grande nos sirve para poner fin a este relato en que hemos repasado algunas de las cosas que nos llamaron la atención durante nuestro viaje a estas islas tan lejanas como fabulosas (figura 24).
Figura 24. Anochecer en Isla Grande























