
India del Sur
Hablar de la India es hacerlo de un inmenso país, casi un continente. Un país con más de 1.200 millones de habitantes y una superficie que es más de seis veces la del territorio español. Un país, además, con una enorme riqueza histórica y cultural y con una gran variedad y complejidad étnica y lingüística.
No es de extrañar que las riquezas culturales y el carácter misterioso del país hayan atraído a los viajeros de todos los tiempos. La mayor parte de ellos han quedado fascinados por los misterios que esconde la India pero no pocos se han sentido repelidos por una cultura que es bastante hermética y muy diferente de las que se encuentran en otros lugares del globo.
Yo me encuentro en el grupo de los viajeros que se sienten atraídos y fascinados por la riqueza y por los misterios de las culturas que alberga el subcontinente indio, y aunque esa fascinación ha ido aumentado a cada nuevo viaje realizado, he de decir que también cada vez ese conjunto de culturas milenarias me ha ido pareciendo más complejo e impenetrable para los que provenimos del mundo occidental.
La mayor parte de los viajeros que visitan la India lo hacen recorriendo la parte septentrional del país, en la que se encuentra no solo la capital sino otras grandes ciudades, como Benarés y Calcuta, y una gran parte de los atractivos turísticos más conocidos. En otra entrada de este blog he descrito el recorrido por alguno de los lugares más interesantes de la India del Norte.
Ahora me voy a centrar en otro recorrido de gran interés por algunas de las regiones del sur y del centro, un recorrido que nos llevará a hasta la gran urbe de Bombay partiendo de la ciudad de Madrás, hoy también conocida por el nombre que adoptó a finales del siglo XX, Chennai.
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Madrás
Madrás (Chennai) es una clara muestra de lo que es la variedad cultural, económica y social de la India actual. Los contrastes entre tradición y modernidad nos llaman la atención por todas partes.
Es ante todo una gran urbe, la cuarta más poblada del superpoblado país, y una de las mayores aglomeraciones urbanas del mundo. En los últimos tiempos ha experimentado un fuerte crecimiento demográfico apoyado en un gran desarrollo de ciertas industrias avanzadas, sobre todo las relacionadas con la fabricación de automóviles y con la informática. También cuenta con prestigiosas universidades, que destacan sobre todo en el campo de la ingeniería. Así, Madrás se ha convertido en uno de los principales motores económicos de la nueva India.
Madrás es la capital del estado de Tamil Nadu, uno de los 29 que forman la India actual, un estado especialmente dinámico y con una fuerte personalidad propia pues la población pertenece mayoritariamente a la etnia tamil y es muy celosa de su identidad y de sus tradiciones, lo que en determinados momentos ha provocado conflictos contra el objetivo del gobierno central de imponer el hindi como lengua común a todos los territorios del país.
A pesar de que Madrás es hoy una ciudad moderna podemos encontrar rincones en los que se conservan huellas de un pasado lejano y con interesantes singularidades locales. Destaca ante todo el gran templo de Sri Parthasarathy construido originalmente en el siglo VIII y dedicado al dios Krishna, una de las diversas encarnaciones de Visnú. Fue construido por la dinastía de los Palava y es un excelente ejemplo de los templos del sur de la India, compuestos de varios edificios separados y recubiertos de una profusa y colorida decoración en los que se representan numerosas figuras del complejo panteón del hinduismo (figura 1).
Figura 1. Imágenes policromadas
Curiosamente, en Madrás existe un importante santuario católico, la basílica de Santo Tomás. Según una tradición muy antigua, Santo Tomás, uno de los doce apóstoles discípulos de Jesús, llegó hasta a la India en su afán de evangelizar a los gentiles y allí encontró la muerte y fue sepultado. Los portugueses construyeron en el siglo XVI una iglesia en el lugar en que, según la tradición, había sido enterrado el apóstol. Detrás de la gran iglesia de estilo neogótico se puede acceder a una cripta en la que se cree que pudo estar en enterramiento del apóstol.
Resulta muy curioso que esta ciudad oriental tan alejada de Jerusalén sea una de las tres únicas en el mundo que cuenta con una tradicional secular a partir de la cual se cree que podrían estar enterrados los restos de uno de los apóstoles. Las otras dos son Roma, donde se veneran las tumbas de San Pedro y San Pablo y, por supuesto, Santiago de Compostela.
Chennai está situada en la costa oriental de la India del Sur, a orillas del océano Índico, y cuenta con una playa que es famosa por ser extraordinariamente ancha y al mismo tiempo una de las más largas del mundo, la playa Marina.
Pese a los alicientes que presenta esta ciudad, nuestra estancia en la misma fue corta porque nuestro mayor interés se situaba en visitar otros lugares de la región de Tamil Nandu y también pretendíamos visitar parte la costa occidental de la India.
2. Mahabalipuram
De Madrás nos dirigimos pues a la ciudad de Mahabalipuram, situada a unos 60 km de distancia y uno de los centros históricos y artísticos más interesante de la zona. Entre los siglos VII y IX, durante el reinado de la dinastía Pallava, fue un importante puerto comercial y de aquella lejana época podemos contemplar algunas manifestaciones artísticas de especial valor.
Una de las más singulares es el famoso bajorrelieve que representa el descenso del Ganges desde el cielo a la tierra. Se trata de una obra esculpida al aire libre sobre una gran mole de granito de unos 30 metros de largo, en la que podemos ver una gran cantidad de figuras alegóricas entre las que destacan los tradicionales elefantes sagrados (figura 2).
Figura 2. El descenso del Ganges (fragmento)
El conjunto sobrecoge por su monumentalidad y por la belleza de las figuras delicadamente esculpidas en la piedra y si pensamos que fue cincelado mucho antes de que en Europa se empezasen a construir las catedrales nos daremos cuenta de las cotas a las que llegaron en su día algunas de las culturas que florecieron en suelo asiático.
La contemplación detallada de las figuras que decoran esta enorme pared de piedra es uno de placeres inefables que te deparan los viajes y que te hacen reflexionar sobre lo poco que conocemos de culturas alejadas a las nuestras en el espacio y en el tiempo. Nos damos cuenta de que podemos admirar la belleza de las formas y la calidad técnica de su realización pero, al mismo tiempo, de que no llegamos a atisbar todo su rico simbolismo y el significado que encierran.
Después de pernoctar en la ciudad nos levantamos temprano para seguir visitando los diversos atractivos que ofrece Mahabalipuram. Ello nos permitió disfrutar del espectáculo de la salida del sol como una bola de fuego incandescente que tiñó completamente de rojo el cielo y el horizonte sobre el océano Índico.
Nuestra siguiente visita fue otro espectacular conjunto de estructuras esculpidas directamente sobre la roca también realizado en el siglo VII. Se trata del Pancha Rathas, término que significa “los cinco carros o carruajes”. En efecto, son cinco esculturas monolíticas surgidas como resultado de vaciar una gran masa granítica y que por estar alineadas recuerdan hasta cierto punto una procesión de carruajes, de donde procede el nombre de este singular conjunto.
Aunque se sabe que este conjunto escultórico y arquitectónico fue mandado realizar por el rey Narasimhavarman I, también llamado Mamala, la finalidad del mismo ha sido muy debatida, si bien parece claro que no se trata de templos como a veces se dice erróneamente. Además de las cinco estructuras que se asemejan a carros (rathas), hay otras tres grandes esculturas monolíticas.
El Pancha Rathas es otra de esas raras joyas artísticas que atesora la India y que resultan especialmente sorprendentes para el visitante que, aunque haya podido oír hablar de ellas, no se puede imaginar la monumentalidad del conjunto y la finura de las figuras esculpidas directamente en el mismo lugar y sobre un enorme monolito granítico.
Disfrutamos mucho de una visita detenida a este lugar que, además de su gran interés histórico y artístico, resultó muy agradable porque a esa hora temprana éramos casi los únicos visitantes y porque todavía se nos permite acercarnos a las figuras de piedra y tocarlas, un placer que prácticamente está vedado en la mayor parte de las atracciones relevantes a lo ancho del mundo (figura 3).
Figura 3. Vista parcial del conjunto de Pancha Rathas
Aunque nos encontrábamos en las primeras etapas de nuestro viaje por el sur de la India, tras haber visitado el descenso del Ganges y el Pancha Rathas teníamos claro que el viaje había merecido la pena.
Todavía en Mahabalipuram visitamos el templo de la Orilla. En este caso sí se trata de un verdadero templo y en vez de estar excavado en la piedra es una construcción de cinco pisos realizada a base de bloques de piedra granítica. Su nombre proviene de que está situado en un promontorio junto al mar y goza de una vista privilegiada de la costa. Es también un monumento importante por su antigüedad (se construyó en el siglo VIII) y porque tiene un carácter simbólico en la región.
3. Kanchipuram
A corta distancia se encuentra la pequeña ciudad de Kanchipuram que es sin embargo un centro espiritual de primera importancia para el hinduismo. Fue la capital del reino Palava entre los siglos IV y X y aquella época nos legó algunos templos que todavía hoy son lugares de culto y que resultan sumamente interesantes. No obstante, la mayor parte de los templos que han sobrevivido son de algunos siglos más tarde y son obra de la dinastía Chola.
Uno de los más importantes es el Varadharaja Perumal, dedicado a Visnú. Como ocurre en muchos templos hindúes se trata de un extenso recinto en el que se encuentran diversos edificios destinados a finalidades diferentes y procedentes de épocas varias. El elemento más interesante es un pequeño pabellón que cuenta con 100 pilastras de piedra completamente decoradas con bellísimas figuras relacionadas con las grandes epopeyas indias del Mahabarata y el Ramayana.
Es un lugar realmente sorprendente por la profusión y la expresividad de la decoración escultórica. Cada cara de cada columna rivaliza con las demás mostrando las mil facetas de los dioses y de los personajes épicos en diversas posiciones y actitudes y con unas expresiones en sus caras que dejan traslucir sus sentimientos. Algunas de las escenas presentan un contenido erótico pero de una sensibilidad exquisita. Donde no hay figuras humanas las columnas están decoradas con motivos geométricos o florales de forma que ninguna parte quede lisa o sin algún motivo decorativo (figura 4).
Figura 4. Columnas decoradas en Kanchipuram
Uno podría pasar horas observando esta increíble selva de columnas llena de esculturas de bellísima factura.
Figura 5. El templo de Kailasanathar
Kanchipuram dispone de otros varios templos que merecen ser visitados. Quizá uno los más bonitos, y también el de origen más antiguo pues se remonta al siglo VII, es el de Kailasanathar. Está dedicado al dios Shiva y tiene, además de una gran importancia histórica, un notable interés artístico pues cuenta con una gran cantidad de figuras talladas en piedra que representan diversas deidades y también sugerentes animales míticos. Es un excelente exponente de la arquitectura dravídica (figura 5).
4. Camino a Tanjore
Cuando viajamos tenemos el objetivo de visitar algunos lugares emblemáticos o ciertos monumentos que son especialmente interesantes por su historia o por su valor cultural o artístico. Tal es el caso de algunos de los templos y edificios que he citado hasta ahora. El verdadero viajero, sin embargo, disfruta tanto o más de la contemplación de los paisajes, de los poblados que atraviesa y de la vida cotidiana de sus moradores.
Entre Kanchipuram y Tanjore, un recorrido de algo más de 300 km, podemos encontrar diversos atractivos que justifican la realización de algunas paradas para disfrutar del paisaje, de los monumentos y de la vida local.
Nuestra primera parada es Pondicherry, una antigua ciudad portuaria y comercial que por su ubicación fue colonia holandesa, portuguesa, británica y francesa. Cambió de manos varias veces a lo largo de los siglos pero en los últimos tiempos permaneció como una colonia francesa hasta que en 1954 se incorporó a la India independiente. Todavía hoy se puede apreciar el inequívoco sabor francés de algunos barrios de la ciudad y la radical diferencia que los franceses establecieron entre los barrios de los colonos galos y los destinados a la población local. Podemos, por ejemplo, pasear por un paseo marítimo con hoteles, villas y chalets, que podría encontrarse en la Costa azul, y unos centenares de metros más allá visitar el templo de Manakula Vinayagar, un antiguo templo hindú dedicado al dios elefante Ganesa, en el cual podemos ver un elefante vivo amaestrado al que los fieles presentan sus ofrendas o cómo los habitantes más ricos llevan sus coches nuevos al templo para que los monjes los bendigan (figura 6).
Figura 6. Bendición de un coche nuevo en Pondicherry
Estamos viendo algo que merece la pena ser destacado: las grandes diferencias de todo tipo que existen entre el Norte y el Sur de este gran país que es la India. El Norte es más conocido pues es la región en la que se concentra la mayor parte del turismo extranjero, pero podemos decir que el Sur es más auténtico. El Norte está más influido por la colonización británica y, sobre todo, por las invasiones de los imperios musulmanes. En el Sur, a pesar de que se haya modernizado radicalmente, encontramos una India más tradicional, más estrictamente hindú, en la que a su vez las manifestaciones arquitectónicas y artísticas están mucho menos condicionadas por las influencias externas.
Figura 7. Mujer pastora de Tamil Nadu
Es también de gran interés el campo del Sur de la India en el que pueden observarse las prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales en un territorio que generalmente es fértil porque es llano y está bastante bien irrigado por las lluvias monzónicas. Las gentes de los poblados son en general acogedoras y están bien dispuestas a entrar en contacto con el extranjero aunque la comunicación sea muy difícil porque fuera de las grandes ciudades es raro encontrar personas que puedan comunicarse en inglés (figura 7).
En el camino hacemos una nueva parada para visitar otro excelente templo con un largo y difícil nombre: Gangaikondacholapuram. Hoy el templo se encuentra aislado a unos 70 km de la ciudad de Tanjore pero en su día fue la capital del imperio Chola que llegó a controlar una gran parte de la India y de otros países de la región como Sri Lanka, Bangladesh, Indonesia y Camboya. El templo que podemos visitar, una joya arquitectónica y artística, fue construido para celebrar una gran victoria militar en el Norte de la India por parte de los Chola y fue terminado el año 1035 de nuestra era.
Está dedicado a Shiva, uno de los tres dioses de la Trimurti o trinidad hinduista, el dios destructor. Se trata de un gran recinto en el que hay varios edificios y que está completamente rodeado por una muralla. Al estar alejado de las grandes ciudades, generalmente cuenta con un número de reducido de visitantes lo que hace que la visita y la contemplación de las figuras esculpidas sea muy agradable.
La decoración es, como en otros casos, de una riqueza y una belleza extraordinarias, destacando las diversas representaciones alusivas a las cualidades de Shiva. Es especialmente llamativa la representación de Shiva como mitad hombre y mitad mujer, una representación tradicional conocida como Ardhanarishwara, término que significa “el señor que es medio mujer” y en la que aparece el propio Shiva junto a su pareja Parvati. Se piensa que la mezcla en una sola imagen de los atributos masculinos y femeninos representa la síntesis de las energías masculinas (Shiva) y femeninas (Parvati) que se encuentran en el universo (figura 8).
Figura 8. Escultura masculina-femenina de Shiva y Parvati
Otro elemento destacable de este interesante templo es la gran escultura del toro Nandi, el transporte de Shiva. Es una gran mole de piedra que se encuentra a la entrada del templo mirando hacia el interior y que es una de las representaciones más monumentales que existen del toro sagrado Nandi (figura 9).
Figura 9. Entrada del templo de Gangaikondacholapuram
5. Tanjore
Tanjore es otra de las ciudades históricas del estado de Tamil Nadu y conocida sobre todo por su importancia cultural en los campos de la danza y de la música. Es un destino que vale la pena visitar porque cuenta también con diversos atractivos artísticos y arquitectónicos. Dos merecen destacarse especialmente: el gran templo y el palacio real.
En palacio real es un edificio inmenso construido a lo largo de los siglos por dos dinastías reales de la región. Combina distintos estilos arquitectónicos en un conjunto de grandes proporciones que cuenta con torres elevadas, con amplios patios, con largos y anchos corredores y con gran cantidad de salas destinadas a varias finalidades.
La antigüedad y las dimensiones de este palacio hacen que su estado de conservación sea bastante mejorable en muchas de sus estancias pero permite también que en su interior se alberguen algunas colecciones antiguas de gran interés, como una excelente biblioteca y el interesante museo real en el que se exhiben objetos de uso ordinario y obras de arte de los siglos VII a X pertenecientes en su mayor parte a la dinastía Chola. Algunas esculturas y relieves en piedra son de una gran belleza y originalidad. También pueden apreciarse las decoraciones pintadas características de la región que corresponden a un estilo propio: las pinturas de Tajore.
Asimismo, tiene unas dimensiones extraordinarias el gran templo de Brihadeshawara edificado a principios del siglo XI por Raja Raja Chola I y dedicado a Shiva. Se trata de uno de los templos más grandes y más visitados del estado y de toda la India del Sur. Como es habitual, cuenta con varios edificios algunos de los cuales corresponden a la época de origen del templo mientras que otros se han ido añadiendo en tiempos posteriores. Entre las partes originales del siglo XI están la gopura (torre ornamental situada a la entrada), la gigantesca torre principal y el templo central, así como determinadas esculturas, frescos y decoraciones.
La torre principal, elevada sobre el centro del santuario, está construida con piedra granítica y es una de las más altas del Sur de la India. En otros lugares de este enorme templo se encuentran diversos elementos destacables, como una gran columnata, diversos lugares de culto dedicados a otras divinidades, una gran imagen de Nandi (el toro sagrado) y uno de los mayores lingam de todo el país (figura 10).
Figura 10. El templo de Tanjore al anochecer
6. Trichy
Nuestra siguiente etapa es la importante ciudad de Tiruchirappalli, que abreviadamente suele conocerse como Trichy o Tiruchi. Está situada casi en el centro del territorio del estado de Tamil Nadu, a más de 300 km al sur de Madrás. Como ocurre con otras ciudades indias, cuenta con una larga historia que se remonta al siglo III a.C. y mantiene muchas costumbres y edificios de épocas pretéritas, pero hoy es también una ciudad moderna que ha experimentado un rápido progreso. Trichy destaca en la actualidad por ser una ciudad universitaria e industrial de primera importancia que es sede de grandes empresas industriales y de prestigiosos centros educativos, principalmente en los campos de la gestión empresarial y de la tecnología.
Nuestro interés, sin embargo, no se centra en la ciudad moderna sino en visitar los lugares históricos y el patrimonio artístico de la ciudad, también sumamente relevantes.
La principal atracción de la ciudad es tal vez el gran promontorio rocoso que alberga un fuerte y varios templos. Desde el punto de vista geológico es un imponente batolito rocoso de más de 80 metros de altura que sobresale como único accidente descollante en un territorio completamente llano. Esta antiquísima roca es anterior a la formación de la cordillera del Himalaya y, como suele ocurrir con este tipo de fenómenos geológicos singulares, ha sido históricamente un lugar dedicado tanto a la defensa militar como al culto religioso.
La ascensión a la cumbre de la roca supone un notable esfuerzo pues hay que superar unos 600 escalones. No obstante, es una subida lenta y entretenida a través de los templos que han ido ocupando la mayor parte de la montaña. Algunos pueden ser visitados: otros no, pues están reservados a los fieles hinduistas (figura 11).
Figura 11. Interior de un templo hinduista en la roca de Trichy
Desde arriba se contempla una extensa vista de la planicie que rodea al promontorio, la ciudad de casas bajas a los pies del monte, el ancho río que la atraviesa, los grandes templos que sobresalen en la distancia…
La roca es quizá la atracción más visitada de Trichy por su singularidad y por su carácter mítico pero desde un punto de vista artístico es más interesante el gran templo de Ranganathaswamy, otro enorme recinto sagrado compuesto de numerosos edificios, algunos de ellos espectaculares, que ocupa más de 60 hectáreas. Es uno de los templos más grandes del mundo y tiene sus orígenes en el siglo XI aunque ha sufrido numerosas reformas y añadidos a lo largo de los siglos. Cuenta en su interior con 50 lugares de oración, 21 torres y varios pabellones y estanques de agua (figura 12).
Figura 12. Vista parcial de las torres del templo Ranganathaswamy
Este templo ha jugado un papel muy importante a los largo de la historia de la India del Sur, no solo como centro de oración y peregrinaje sino también como centro político, financiero y de beneficencia que ha servido de escuela, de hospital y hasta de comedor para personas indigentes.
Es un templo dedicado a Visnú y desde el punto de vista arquitectónico es un ejemplo acabado del arte tamil ya que cuenta con numerosas torres y gopuras decoradas con la característica decoración colorida a base de miles de figuras que cubren completamente las superficies disponibles. Al mismo tiempo, el hecho de que se hayan renovado y añadido en periodos temporales muy diferentes hace que el conjunto trasmita una cierta sensación de desorden y caos, por otra parte muy frecuente en los templos hinduistas.
En mi opinión, uno de los grandes atractivos de este templo es que, a diferencia de otros que han perdido su función original y se han convertido en museos, se mantiene como lugar de oración y es centro de numerosas ceremonias, peregrinaciones y festivales, lo que le confiere un carácter más vívido y más auténtico. Así, durante nuestra visita pudimos contemplar una ceremonia tradicional que incluía una procesión con elefante por el interior del templo (figura 13).
Figura 13. Procesión en el templo Ranganathaswamy
Para aprovechar bien de la visita a un templo tan grande y tan variopinto como es el de Ranganathaswamy hay que dedicar mucho tiempo y hacerlo con tranquilidad, deteniéndose a observar las miles de figuras, relieves y esculturas que lo decoran; recorriendo los numerosos edificios, pabellones y pórticos que lo componen; observando los ritos y las ceremonias con que los fieles hinduistas honran a sus dioses; y disfrutando de las vistas, de los claroscuros y de los numerosos rincones sorprendentes que nos ofrece un recinto pleno de contrastes (figura 14).
Figura 14. Interior de uno de los pabellones del templo Ranganathaswamy
Es en estos lugares donde todavía hoy vive la India milenaria, con todas sus ricas tradiciones y su original religiosidad, conviviendo de una forma que es de difícil de comprender para los visitantes extranjeros con universidades y centros de investigación punteros situados en la misma ciudad.
7. Madurai
Nuestro apasionante recorrido por el estado de Tamil Nadu termina en otra gran ciudad, Madurai. Está situada a orillas del río Vaigai y cuenta con una historia milenaria pues se considera una de las ciudades más antiguas del mundo que ha estado continuamente habitada.
Al igual que Trichy, cuenta con una historia muy relevante tanto por su antigüedad como por el papel que ha tenido a lo largo de los siglos. Y como Trichy, es hoy un centro industrial y universitario de vanguardia contando con grandes empresas y con prestigiosos centros educativos en el campo de la medicina y de la informática.
Es pues otro de esos lugares en los que se puede contemplar de primera mano la transformación radical que está experimentando la India y donde se dan la mano las tradiciones y prácticas milenarias con la tecnología más puntera en un maridaje que es difícil de explicar y que resulta extraordinariamente llamativo.
Para los que estamos interesados en el arte y en la historia el principal atractivo de la ciudad es el famoso templo de Meenakshi Amman, situado a orillas del río, y otro recinto religioso de enormes proporciones y de un extraordinario interés. Está dedicado a Parvati, que da nombre al templo pues Meenakshi es otro de sus nombres, y por tanto también a su consorte el dios Shiva.
Nuestra primera visita al templo la hicimos de noche pues teníamos gran interés en presenciar una ceremonia que se celebra en el interior del templo bastante tarde por la noche. La experiencia, que a punto estuvo de resultar fallida, fue en cambio extraordinariamente interesante. Cuando íbamos a tomar el autobús para dirigirnos al templo, siendo ya noche cerrada, se desató una de esas gigantescas tormentas tropicales, acompañada de abundante aparato eléctrico, en las que parece que el mundo se va a hundir bajo un mar de agua. Pensábamos que estaríamos protegidos en el interior del autobús pero cuando ya estábamos en las cercanías del templo el conductor fue incapaz de continuar porque el agua cubría completamente toda la zona y formaba un inmenso lago de más de 60 cm de altura. A punto estuvimos de tener que renunciar a nuestra visita nocturna al templo pero al final nos descalzamos, nos remangamos faldas y pantalones y nos echamos al agua caminando a oscuras con el agua por encima de las rodillas y sin ver todas las porquerías que íbamos pisando o que nos rozaban las piernas.
Con bastante miedo y venciendo la repugnancia conseguimos alcanzar el recinto del templo que también estaba inundado en algunas partes (figura 15). Y allí pudimos contemplar la interesante ceremonia que era nuestro objetivo nocturno. Todas las noches el dios Shiva es llevado en procesión por los sacerdotes hasta el pabellón de su esposa Parvati a fin de que pueda pasar la noche con ella. A la mañana siguiente se repite la procesión en sentido inverso. Es una ceremonia sencilla y rápida a la que por lo tardío de la hora asiste muy poca gente pero que reviste un gran simbolismo y que en la penumbra de un templo casi a oscuras resulta un espectáculo fascinante.
Figura 15. Columnata en el templo de Parvati
A la mañana siguiente, ya a la luz del sol, pudimos realizar una completa visita de este imponente centro religioso. Ocupa un gran espacio de planta rectangular y cuenta con dos santuarios principales, además de una docena de torres, la más antigua construida en el siglo XIII y la más alta, con una altura de 50 m, edificada en el XVI. Es famoso también por la gran cantidad de estatuas y esculturas con que está ornamentado, por lo que no es raro que sea identificado como el templo de las 33.000 estatuas. Como otros templos hindúes, cuenta también con un gran estanque en el que en determinadas ocasiones se celebran baños rituales (figura 16).
Figura 16. Gopura y estanque del templo de Parvati
Además de las estatuas que decoran todo el recinto del templo, tanto en el interior como en el exterior, cuenta con muchas otras manifestaciones artísticas acumuladas a lo largo de los siglos, como dibujos alusivos a la vida y características de Parvati y de Shiva. Es también muy llamativa la sala llamada de las mil columnas, hoy convertida en museo, que cuenta con cientos de pilares de estilo dravidiano bellamente esculpidos y con una excelente colección de esculturas realizadas tanto en bronce como en piedra.
Como en tantos templos de la India, existen zonas reservadas a las que solo se permite el acceso a los fieles hinduistas. Y al igual que en el caso del templo de Trichy, el de Parvati en Madurai es un centro religioso muy activo al que los fieles acuden para orar y presentar sus ofrendas a los dioses pero también para celebraciones familiares o simplemente para reunirse y para charlar, lo que confiere a estos templos un carácter muy popular (figura 17).
Figura 17. Fieles hinduistas en el templo de Parvati
Una gran parte de los viajeros que visitan la India del Sur, recorren además del estado de Tamil Nadu, sin duda el más interesante desde un punto de vista artístico e histórico, el de Kerala, que presenta grandes atractivos naturales. Nosotros preferimos volar desde Madurai a Goa para visitar otras dos regiones situadas en la costa occidental del país y que nos interesaban especialmente: Goa y Bombay.
8. Goa
A finales del siglo XV Vasco de Gama consiguió superar el cabo de Buena Esperanza y de esa forma abrió las puertas a los flujos comerciales entre Europa y Asia. Unos pocos años después, en 1510, Alfonso de Albuquerque consiguió conquistar Goa y estableció una próspera colonia portuguesa que se ha mantenido hasta mediados del siglo XX. Aunque el principal objetivo comercial era inicialmente el de las especias, pronto Goa se convirtió en un próspero mercado de un sinfín de productos: porcelana y tejidos de la China, perlas y corales del golfo Pérsico, especias del sudeste asiático, etc. Tal fue la prosperidad de Goa en los siglos XVI y XVII que en Portugal circulaba el dicho de que “quien conoce Goa no necesita ver Lisboa”.
Teníamos pues mucho interés en visitar Goa y comprobar qué es lo queda de ese antiguo esplendor y hasta qué punto quedan huellas de los varios siglos de dominación portuguesa.
Debo decir que la visita fue un tanto decepcionante porque los años transcurridos desde la incorporación del territorio a la India han desdibujado su personalidad y hoy es un híbrido que tiene escaso interés. Claro, que es posible que en esta opinión un poco negativa influyese el hecho de que durante nuestra visita el tiempo fue bastante lluvioso y desapacible. Hay que tener en cuenta también que Goa Vieja, la capital inicialmente construida por los portugueses hubo de ser abandonada ya en el siglo XVIII a causa de una plaga.
Actualmente Goa se ha convertido ante todo en un destino turístico de playa pues, situada en la costa occidental de la India, cuenta con excelentes arenales en los que se han construido numerosos hoteles de lujo que han ido acotando y reservando muchas zonas de la costa para el disfrute exclusivo de los huéspedes. Las playas que permanecen abiertas al uso libre están bastante destartaladas y descuidadas a pesar de que gozan de excelentes vistas y arenales. Los indios son poco aficionados todavía a los baños de mar y en general se acercan poco al agua (figura 18).
Figura 18. Joven disfrutando de las playas de Goa
Los portugueses, claro está, no solo hicieron de Goa un gran puerto comercial sino que utilizaron la ciudad como cabeza de puente para tratar de expandir la religión católica por diversos territorios asiáticos desde la India a Japón. El misionero más destacado e intrépido fue el jesuita navarro san Francisco Javier que llegó a Goa en 1542 y, a su fallecimiento, después de evangelizar buena parte de Asia, fue enterrado en esta ciudad india. El cuerpo de san Francisco Javier es venerado en la bonita basílica del Buen Jesús (figura 19). Es curioso que, pese al carácter minoritario que tiene el catolicismo en la India, la basílica cuente con una gran cantidad de visitantes que acuden a venerar el cuerpo del santo. El espíritu religioso de los indios y su costumbre de venerar a diversas divinidades les predispone a rendir culto a personas que han destacado por su religiosidad aunque no pertenezcan al panteón hindú. De esta forma, la basílica del Buen Jesús es un lugar de peregrinación no solo para los cristianos sino también para los hinduistas de la región.
Figura 19. Basílica del Bom Jesus (Goa)
Se conservan en Goa varias otras iglesias interesantes de la época portuguesa, como la catedral, la iglesia de san Francisco de Asís, la de san Cayetano, etc. Forman un conjunto original y digno de ser visitado aunque, sobre todo por su carácter histórico pues desde un punto de vista artístico no pueden compararse con las iglesias, mucho más importantes, que se construyeron en América durante la colonización española.
Como es frecuente en estos lugares de frontera en los que han convivido durante siglos culturas y religiones muy diferentes, se ha producido un sincretismo, una mezcla cultural, que en ocasiones produce manifestaciones curiosas. Tal es el caso, por ejemplo, de la tumba de la figura 20 correspondiente a un niño fallecido prematuramente, tal vez con 8 o 10 años. La foto del niño aparece enmarcada a la izquierda por una imagen de Cristo crucificado, al que acompañan la Virgen y san Juan, y a la derecha por una trinidad de los dioses del hinduismo, incluyendo el elefante Ganesa. Es posible que el niño fuese fruto de un matrimonio mixto pero, en cualquier caso, su tumba es una llamativa muestra de sincretismo y de convivencia entre las dos religiones.
Figura 20. Tumba de un niño pequeño (Goa)
9. Bombay
Bombay es una ciudad muy especial, una megalópolis con personalidad propia, llena de llamativos contrastes y crisol en el que se han fundido culturas muy diversas. Se necesitaría vivir allí muchos años para poder abarcar todas sus facetas y aun así seguramente muchos aspectos nos pasarían desapercibidos.
Todo en esta ciudad es exagerado. Con más de 15 millones de habitantes es una de las ciudades más pobladas del mundo. Es el puerto más importante de la India, por donde pasa aproximadamente el 40% de su comercio exterior. Hasta la llegada de los ingleses era poco más que una aldea de pescadores pero durante la colonización inglesa sufrió grandes transformaciones y se convirtió en la puerta de entrada al continente, experimentando un vertiginoso crecimiento. Antes había conocido una fuerte presencia portuguesa y todavía antes había sido conquistada y colonizada por los musulmanes. Hoy pueden encontrarse huellas de ese rico pasado pero al mismo tiempo se ha convertido en la ciudad más rica de la India y una de las más ricas de Asia, lo que no impide que en su seno habiten también millones de personas que viven en suburbios miserables.
La excepcional situación geográfica de Bombay como puerto natural ha condicionado el crecimiento de la ciudad y ha permitido que se convirtiese en uno de los principales puertos comerciales de Asia. No es pues de extrañar que el símbolo más conocido de la ciudad sea la denominada Puerta de la India, un arco de basalto construido junto al puerto para conmemorar la visita del rey Jorge V en 1911 (figura 21). Este símbolo grandilocuente típico del imperialismo británico representa bien sin embargo ese carácter de Bombay como principal lugar de entrada y salida a la India, y no solo de las mercancías sino también de las personas y las ideas. Pero para entender algo de la actual Bombay debemos tener en cuenta que desde que se construyó la Puerta, hace un siglo, la población de la ciudad se ha multiplicado por quince.
Figura 21. Puerta de la India (Bombay)
La Puerta de la India se encuentra al lado de otro de los símbolos de la ciudad, el hotel de lujo Taj Mahal, construido también a principios del siglo XX por Jamsetji Tata, magnate indio de origen parsi. Este clásico hotel, en el que durante un siglo se han alojado cientos de personajes célebres, reforzó tristemente su fama al ser objetivo de un feroz ataque terrorista en 2008.
Dados los objetivos de nuestro viaje, una de las razones principales para pasar por Bombay era visitar las cuevas de la isla Elefanta, un lugar que contiene muestras artísticas de excepcional importancia. La isla se encuentra a unos 10 km de Bombay y supone tener que hacer una agradable excursión en barco partiendo desde la Puerta de la India. El paseo por el mar permite tener unas bonitas vistas de la ciudad, contemplar el trabajo de los barcos pesqueros tradicionales y ver el intenso tráfico comercial del puerto.
El nombre de la isla Elefanta fue puesto por los portugueses, que descubrieron allí una gran estatua de un elefante, que actualmente se encuentra en un museo. Por cierto, que el nombre Bombay, recientemente sustituido por el de Mumbay, es también de origen portugués y define muy bien el entorno geográfico en el que se ubica la ciudad: Bom Bahia (buena bahía).
En la isla Elefanta se encuentran siete cuevas de las que se pueden visitar cinco. En ellas se excavaron diversos templos en los que se hallan esculpidas numerosas imágenes relativas tanto al hinduismo como al budismo. La cercanía de este lugar a la gran urbe hace que con frecuencia la visita haya que compartirla con cientos de turistas locales y extranjeros, pero el esfuerzo merece la pena porque Elefanta representa un viaje en el tiempo en el que podemos contemplar muchas de las figuras de la mitología hindú elaboradas en la roca del interior de las grutas hace unos 1000 años.
Lamentablemente, la compleja historia de Bombay ha hecho que a lo largo de los siglos las estatuas de Elefanta hayan sufrido serios desperfectos por lo que muchas figuras se encuentran mutiladas o deterioradas, pero el paseo por las grutas y la contemplación en la penumbra de la gran cantidad de imágenes esculpidas, algunas de proporciones colosales, es una experiencia única, uno de esos hitos que por sí solos justifican la realización de un largo viaje (figura 22).
Figura 22. Relieves de la isla de Elefanta
En esta metrópoli de los contrastes podemos encontrar huellas, algunas extraordinarias, de su rico y diverso pasado, lo que para el viajero constituye un gran aliciente y una fuente de constantes sorpresas. Tenemos por ejemplo la espectacular estación Chhatrapati Shivaji construida por los ingleses a finales del siglo XIX, dedicada inicialmente a la reina Victoria, y considerada una de las estaciones de ferrocarril más bonitas del mundo. Es hoy también una de las más importantes de la India y por sus andenes pasan diariamente decenas de miles de personas.
Fruto de la larga etapa de dominación musulmana podemos contemplar algunas interesantes mezquitas, principalmente la mezquita del Viernes, en un céntrico lugar lleno de tráfico, ruido, mercadillos y gente, y la mezquita de Haji Ali, situada en un islote conectado con tierra firma por una lengua de tierra y un centro de peregrinación de primera importancia para los musulmanes de toda la India.
Una ciudad rica como Bombay cuenta con grandes edificios y rascacielos y con lujosas residencias al mismo tiempo que millones de personas viven en barrios de chabolas, algunos de los cuales se encuentran justo al lado de suntuosos edificios de oficinas. Decenas de miles de personas duermen habitualmente en la calle aprovechando el clima tropical de la región. Y de buena mañana podemos ver cómo cientos de personas realizan sus necesidades fisiológicas en la playa a la vista de todo el mundo. Unos contrastes sorprendentes para los occidentales y que son una muestra más de las diferencias culturales y de lo arriesgado que es opinar sobre otras culturas cuando solo se conocen superficialmente. Como tantas veces se ha dicho, en la India la gente vive en la calle. Basta comprobar que en muchos de esos barrios de chabolas no faltan modernos televisores por satélite, diversos electrodomésticos, e incluso automóviles de gama alta.
Dos costumbres características de Bombay que pudimos observar nos llamaron especialmente la atención. La primera es la tradición de los lavaderos públicos, el mayor de los cuales es el de Dhobi Ghat aunque hay otros muchos. En medio de la gigantesca ciudad se encuentran diversos lugares provistos de numerosas pilas de piedra en la que los lavanderos, siempre varones, lavan con energía las prendas de ropa de otras personas. También las ponen a secar y las planchan. Todo en una cadena de producción eficaz donde trabajan cientos de personas y en la que se procesan decenas de miles de prendas pertenecientes a miles de familias.
En espectáculo es de un gran tipismo y nos permite vislumbrar algunas de las costumbres propias del país. Mucha gente está dispuesta a pagar a otras personas, que están especializadas en esta labor no solo por ser su profesión sino como parte del sistema tradicional de castas, para que les laven y planchen sus prendas de vestir, una labor que se realiza al aire libre, de forma totalmente manual, en lugares de la gran ciudad destinados a esta finalidad (figura 23).
Figura 23. Lavadero público (Bombay)
Otra actividad típica de Bombay y que merece ser destacada es la del transporte y distribución de comidas. En esta enorme ciudad hay una industria característica por la cual unas 5.000 personas personas denominadas dabbawalla se dedican a recoger la comida recién cocinada en los hogares de los trabajadores y llevarla usando diversos medios de transporte, sobre todo tren y bicicleta, a los lugares de trabajo a fin de que pueda ser consumida en condiciones óptimas.
Para muchos trabajadores el recibir la comida en su lugar de trabajo representa no solo una economía por no tener que acudir a un restaurante y la ventaja de no tener que hacer la comida antes de salir de casa sino un símbolo de estatus social, algo que en una país con rígidos estratos sociales como la India tiene una gran importancia.
Es sorprendente el espectáculo diario en el que cientos de dabbawalla se reúnen en lugares céntricos de la ciudad para intercambiar sus latas, bolsas o cestas de comida pues un solo portador no va de casa a la oficina, lo que sería sumamente ineficiente, sino que cada uno tiene asignada una zona de recogida o una zona de entrega. Las cestas, pues, se intercambian en estos lugares centrales pasando del encargado de la recogida al que hará la entrega.
Los más llamativo es que esta compleja industria está en gran parte autogestionada mediante una organización espontánea pero fuertemente jerarquizada y que funciona con una eficacia sorprendente, hasta el punto de que ha sido objeto de estudio en diversas publicaciones y universidades. Unas 175.000 cajas de almuerzo se reparten cada día por este sistema con una precisión tal que según algunos estudios solo se produce un error cada seis millones de operaciones, algo que parece increíble (figura 24). Como en tantas, ocasiones, estos contrastes llamativos que ofrece la India representan para el viajero tanto enormes alicientes como misterios insondables.
Figura 24. Bicicletas y bolsas de comida
Aunque se podrían narrar cosas sin fin de esta magna urbe, terminaré estas pinceladas mencionando el museo Chhatrapati Shivaji Maharaj Vastu Sangrahalaya, más conocido por su nombre colonial de Museo del Príncipe de Gales. Está situado en un céntrico y bonito edificio del siglo XIX rodeado de jardines y contiene una excelente colección de miles de piezas representativas de la historia de la India y también de otras civilizaciones de la región. Cuenta con obras de extraordinario interés y muy bien expuestas, por lo que la visita resulta muy ilustrativa y agradable.
Figura 25. Arreglando el jardín del museo
Este estupendo y moderno museo no puede sin embargo sustraerse a los típicos contrastes del país, como la demuestra la figura 25, en la que vemos a una mujer ataviada con un vistoso y típico sari arreglando con esmero el jardín del mismo museo. Una imagen bien representativa que nos sirve para poner el punto final a la narración de nuestro viaje por el Sur de la India.
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