
México
México es un enorme país a caballo entre Norteamérica y Centroamérica, con una superficie que aproximadamente cuadriplica la de España y con una población de unos 130 millones de habitantes. Un país pleno de contrastes y de vitalidad. También un país con acusadas desigualdades sociales y económicas que, además, es conocido por los altos niveles de inseguridad y delincuencia que se dan en algunas de sus regiones. Un país sumamente variado y lleno de alicientes culturales y naturales. Un país muy complejo que es muy difícil conocer bien, que se resiste a ser aprehendido y en el que es fácil dejarse llevar por los tópicos y por los lugares comunes.
He tenido la oportunidad de viajar en varias ocasiones a este gran país y he visitado algunos de los estados que lo conforman, pero es mucho mayor la parte del territorio que me es desconocida. Por ello, he decidido a la hora de escribir esta página renunciar a hacer una presentación general del país. No voy a mencionar en este momento algunos de los lugares en los que estado como el D. F., Guadalajara, Monterrey, Puebla o el Yucatán. Me voy a limitar a narrar un apasionante viaje que hicimos recorriendo en coche más de 2.000 km por territorios sumamente interesantes. Algunos son lugares turísticos pero otros son muy poco frecuentados y hasta no exentos de riesgos significativos.
Nuestro recorrido parte inevitablemente de la capital federal y, aunque declino aquí tratar de esa inmensa ciudad, no me resisto a incluir como figura 1 una imagen de los restos de Teotihuacán, mítica ciudad prehispánica, una de las más importantes e imponentes de las que existieron en América.
Figura 1. Vista general de las ruinas de Teotihuacán
Desde México D. F. nos dirigimos hacia el Suroeste y penetramos en el estado de Guerrero hasta llegar a nuestra primera etapa, la bonita ciudad colonial de Taxco. Es sabido que México, al igual que Perú, tuvo un papel preponderante en la época de la colonización española y que de la gran importancia que tuvo entre los siglos XV y XVIII han quedado muestras arquitectónicas, artísticas y culturales sumamente destacadas en algunas ciudades mexicanas como Puebla, Mérida, Oaxaca, Veracruz, Guanajuato, San Luis Potosí etc. Taxco es una de estas ciudades que conservan en muchas de sus plazas y calles su marcada configuración colonial.
Taxco está situada en una zona montañosa y sobre un terreno muy inclinado. Muchas de sus calles suben y bajan por empinadas laderas y las alturas ofrecen vistas muy amplias sobre la ciudad y sobre el valle. La fama y la riqueza de la ciudad derivaron de las minas de plata existentes en la región, lo que hizo también que sus habitantes se convirtiesen en expertos artesanos y orfebres, una tradición que ha llegado hasta hoy (figura 2).
Figura 2. Vista de la ciudad de Taxco en la que destaca la silueta de la iglesia de santa Prisca
Taxco cuenta con bellas muestras artísticas del arte barroco colonial dominante en la época de esplendor de la ciudad. Destaca ante todo la gran iglesia de Santa Prisca que sobresale por encima de las casas bajas que la rodean y que muestra dos altas torres con una decoración muy barroca. Otras iglesias destacables son la de la Santísima Trinidad, la de San Bernardino de Siena y la parroquia de Chavarrieta (figura 3).
Figura 3. Vista de la ciudad de Taxco con las iglesias de Santa Prisca y Chavarrieta
En esta pequeña ciudad nació el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, quien pronto se trasladaría a vivir a España donde estudió en Salamanca y escribió la mayor parte de sus obras.
Merece la pena recorrer las callejuelas y las plazoletas de esta ciudad, muchas de las cuales conservan el sabor de tiempos pretéritos. Sobre todo por la noche, cuando las calles están tenuemente iluminadas por faroles, se descubren rincones encantadores en los que los edificios, los balcones y los pórticos de las casas nos hacen pensar que nos encontramos en una ciudad castellana o extremeña o andaluza (figura 4).
Figura 4. Vista nocturna de una plazuela de Taxco
El gran geógrafo alemán Alexander Humboldt, que después de recalar en las islas Canarias, recorrió el continente americano y realizó grandísimas aportaciones al conocimiento de la Tierra, también estuvo aquí. Y la casa en que se hospedó alberga hoy un interesante museo de arte virreinal que también merece una visita.
Dejamos Taxco en dirección Suroeste para dirigirnos a Acapulco, la capital del estado de Guerrero y uno de los principales destinos turísticos de México hasta finales del siglo XX en que fue gradualmente sustituido por las playas y destinos del estado de Yucatán. Su época dorada fue a mediados del siglo pasado, cuando se convirtió en un centro vacacional de primera importancia que atraía a muchos personajes famosos. Hoy tiene un cierto aire de decadencia.
Acapulco es famosa no solo como destino turístico sino por la gran importancia que tuvo, y todavía tiene, su excelente puerto. Desde el siglo XVI hasta el XIX el puerto de Acapulco era el destino principal del célebre Galeón de Manila, una importantísima ruta comercial que permitía que las mercancías de Asia llegasen a América. De Acapulco eran transportadas por tierra hasta Veracruz y de este puerto otra vez por mar hasta Europa. La ruta fue descubierta por Andrés de Urdaneta, quien fue capaz de evitar las calmas del océano Pacífico que impedían la navegación y aprovechar la corriente de Kuroshío que pasando por las cercanías de Japón se dirige en dirección Este hacia América. El puerto de Acapulco sigue teniendo bastante importancia y es una escala frecuente entre Panamá y San Francisco.
El edificio más antiguo de la ciudad (siglo XVII), también el más interesante por su valor histórico, es el fuerte San Diego, situado en un promontorio elevado que ofrece bonitas vistas desde la altura sobre el puerto y también sobre la ciudad antigua. Desde este lugar se tiene una excelente vista panorámica sobre la bonita bahía de Acapulco y sus playas (figura 5).
Figura 5. Vista de la bahía de Acapulco desde el fuerte San Diego
Una de las atracciones más célebres de Acapulco es sin duda La Quebrada, un acantilado en el que los jóvenes de la región se lanzan al mar desde una altura de unos 50 metros para caer al agua en una angosta grieta donde rompen las olas espumeantes. Después trepan por la roca como si no hiciesen ningún esfuerzo para volver a lanzarse al mar. El espectáculo de estos “clavados” es sobrecogedor, no solo por la belleza de los saltos sino por el peligro que entrañan. Los saltadores han de esperar a que la marea y el oleaje sean favorables para no chocar contra las rocas del fondo marino que se hallan muy cerca de la superficie porque la profundidad del mar es aquí de apenas cuatro metros (figura 6).
Figura 6. Clavadistas lanzándose al mar en La Quebrada de Acapulco
Los clavadistas de Acapulco iniciaron esta costumbre en la década de 1930 como una forma de ganar unos pocos pesos con que reforzar sus muy precarias economías. Se ha convertido en una atracción famosa en todo el mundo que, aunque se haya visto en películas, no decepciona porque es auténtica, impresionante y de una gran belleza plástica. Belleza que se ve aumentada cuando el sol se pone sobre el horizonte del océano Pacífico. Pero no podemos dejar de pensar cómo ponen en peligro sus vidas estos chicos, algunos casi niños, para ganarse su sustento.
Aunque muchas de las personas que visitan la ciudad lo hacen solo para disfrutar de sus excelentes playas, los alrededores de Acapulco merecen ser visitados porque cuentan con muchos alicientes naturales. En este litoral existan numerosas lagunas, barras costeras que separan las aguas de las lagunas de las del mar, islas, restingas y arenales. También desembocan en la región varios ríos, entre los que destaca el Papagayo. Los paseos en barca por estas aguas tranquilas son una gran oportunidad para contemplar bellos paisajes, observar la vida tradicional de los pescadores y disfrutar de la gran variedad de aves que viven en estos humedales (figura 7).
Figura 7. Navegando en barca por los humedales cercanos a Acapulco
Nuestro siguiente destino era la ciudad de Oaxaca. La ruta recomendada se dirige hacia el interior, hasta llegar casi hasta la capital y después gira en dirección Sur. Hay que recorrer unos 700 km y se tarda entre 9 y 10 horas, dependiendo de la ruta elegida. Nosotros optamos por unas ruta menos frecuentada y menos recomendable pues se reducía la distancia en unos 60 km pero se necesitaban 13 horas de conducción para llegar a Oaxaca. Se trata de la ruta que va siguiendo toda la costa del Pacífico hasta Puerto Escondido. Es para hacerlo sin prisas, disfrutando de los paisajes y de los pocos pueblos que existen en el trayecto.
Llama la atención que siendo México uno de los países más poblados del mundo, con 130 millones de habitantes, y su capital también una de las más pobladas, con más de 20 millones de habitantes, muchas regiones del país cuenten con una densidad poblacional mínima y podamos recorrer decenas o centenares de kilómetros casi sin ver a nadie. Así, entre Acapulco y Puerto Escondido existen numerosas playas, algunas muy extensas, completamente desiertas. Solo Puerto Escondido es una ciudad de una cierta entidad. Esta ciudad cuenta también con excelentes playas en las que sin embargo el número de bañistas es mínimo (figura 8). Claro que muchas de estas playas que dan al Pacífico tienen de todo menos de pacíficas.
Figura 8. Playa de Puerto Escondido
Tenía muchas ganas de conocer Oaxaca. Había oído hablar mucho de las bellezas de esta ciudad colonial, mucho menos visitada que otras porque se encuentra bastante distante del Distrito Federal. No me defraudó, sino todo lo contrario.
Oaxaca se encuentra situada en una zona montañosa a bastante altitud (unos 1.555 m), en unos valles situados entre la Sierra Juárez Y la Sierra Madre del Sur. Es la capital del estado homónimo y, a diferencia de lo que ocurría con Taxco, hoy en día es una ciudad bastante grande (unos 300.000 habitantes), aunque conserva muchas zonas en las que el pasado colonial es patente.
Nos encontramos ya en la parte meridional de México, allí donde la población indígena es más numerosa y donde mantiene con mayor claridad sus costumbres y sus señas de identidad. Así, en Oaxaca es patente la mezcla indivisible entre las raíces indígenas precolombinas y la influencia colonial, un maridaje que produce imágenes sorprendentes y que resulta especialmente atractivo para el visitante. Una muestra de ello puede verse en la figura 9, en la que tenemos en primer plano un típico mercadillo callejero y al fondo la bellísima portada de la iglesia barroca de los jesuitas.
Figura 9. Oaxaca. Mercadillo callejero e iglesia de los jesuitas
Oaxaca se encuentra asentada en una zona muy propensa a los movimientos sísmicos, lo que hace que muchas de las primeras construcciones del siglo XVI hayan desaparecido. Los principales edificios coloniales que podemos contemplar son del siglo XVII y tienen una típica forma achaparrada, precisamente para hacerlos menos vulnerables a los seísmos. Tal es el caso, por ejemplo, de la catedral.
Las principales construcciones tienen una finalidad religiosa y están realizadas en el estilo barroco propio de la época con el tinte propio que toman en América estas construcciones coloniales. Algunas de ellas son de una belleza sorprendente. Cabe destacar la impresionante fachada de la basílica de la Nuestra Señora de la Soledad, patrona de Oaxaca. Una fachada de un barroquismo muy acusado, en la que las formas se ondulan y se retuercen, y que está completamente decorada con bajorrelieves y con numerosas esculturas (figura 10). El bajorrelieve que hay sobre la puerta de acceso al templo y que representa a la Virgen de la Soledad orando ante la cruz es de una delicadeza y de una belleza que difícilmente se encuentran en otros lugares (figura 11).
Figura 10: Fachada de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad
Figura 11. Bajorrelieve de la Virgen de la Soledad orando ante la cruz
Otra de las joyas de la ciudad es el antiguo convento de Santo Domingo. La iglesia del antiguo monasterio sigue dedica al culto religioso. En la portada aparece santo Domingo de Guzmán acompañado de san Hipólito ofreciendo el templo al Espíritu Santo. El interior de la iglesia es una muestra insuperable de la belleza y la riqueza del barroco colonial americano. Está completamente decorado en blanco y oro y cuenta con un impresionante retablo completamente dorado (figura 12).
Figura 12. Interior de la iglesia del monasterio de Santo Domingo
El antiguo monasterio es en la actualidad un interesante museo en el que se recogen objetos artísticos e históricos hallados en el estado de Oaxaca, principalmente en las excavaciones del monte Albán.
Pero Oaxaca no es únicamente una ciudad a la que ir para visitar bellos edificios coloniales. Es una ciudad para pasear, una ciudad con calles y construcciones antiguas que nos transportan a otras épocas, una ciudad llena de mercadillos típicos y bulliciosos en los que se muestra la cara indígena de la región. Oaxaca es en mi opinión una de las ciudades más atractivas de un país que cuenta con muchas interesantes (figura 13).
Figura 13. Mercadillo callejero de ropa tradicional
Muy cerca de Oaxaca se encuentra la zona arqueológica del monte Albán, un yacimiento mucho menos conocido que otros de los existentes en tierras mexicanas pero que resulta de gran interés y depara una grata sorpresa. Esta antigua ciudad data del siglo V a. de C. y está situada en un cerro elevado sobre los valles de la zona. En su época de apogeo (entre los siglos IV y VIII) llegó a ser una de las principales ciudades de Centroamérica, a pesar de que hoy sea poco conocida.
La ciudad del monte Albán ocupa una gran extensión y, al igual que otras ciudades de la región, cuenta con numerosos edificios que dan testimonio del tamaño e importancia que tuvo en su momento: Templos, pirámides escalonadas, juego de pelota etc. (figura 14).
Figura 14. Vista del yacimiento arqueológico de Monte Albán
Toda la zona fue en su día explanada y urbanizada para dedicar la parte superior del monte para fines oficiales, ceremoniales, religiosos y como necrópolis, mientras que la mayor parte de la población vivía en las laderas del monte y se dedicaba a la agricultura. Desde esta altura se dispone de excelentes vistas sobre los valles y montañas circundantes.
Tuvimos la suerte de poder disfrutar de la visita a este lugar y de las vistas que el mismo ofrece estando casi solos porque el hecho de que sea un yacimiento arqueológico alejado de las rutas turísticas habituales hace que reciba un número reducido de visitantes. Todo esto confiere a esta visita un halo de magia y misterio muy sugerente. Todavía nuestra fortuna fue mayor porque pudimos contemplar un ejemplo de cómo perviven en el México moderno ciertas prácticas y creencias que se remontan a tiempos anteriores a la conquista española. En una de las pirámides había un joven orando arrodillado al dios sol con gestos y ritos que probablemente son similares a los que hacían sus antepasados hace varios siglos (figura 15).
Figura 15. Joven indígena orando al sol en Monte Albán
Nuestra siguiente etapa se situaba ya en el estado de Chiapas, un estado situado en el extremo Sudoeste del país y que hace frontera con Guatemala, aunque se trata de una frontera conflictiva y poco practicable. Chiapas es un estado muy grande y es uno de los más poblados del país, contando con una población de más de 5 millones de habitantes, en su mayor parte indígenas. Ha sido tradicionalmente un estado muy pobre y olvidado por los poderes centrales, lo que produjo a lo largo del siglo XX un profundo malestar social que estalló en 1994 en la rebelión zapatista provocada por el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional). El conflicto ha pasado por etapas más o menos pacíficas pero está lejos de resolverse definitivamente. Por todo ello el estado de Chiapas recibe pocos turistas, pese a lo cual nosotros teníamos muchas ganas de conocerlo y no nos arredraron ni los consejos de amigos ni las advertencias de las instituciones públicas.
El trayecto entre Oaxaca y San Cristóbal de las Casas es muy complicado porque se trata de una región muy montañosa, con carreteras bastante difíciles y escasamente poblada. Suele recomendarse hacer el viaje dando un gran rodeo por la ciudad de Córdoba para poder circular por carreteras más rápidas pero nosotros decidimos tomar la ruta más directa y más corta, 600 km. Lo que no habíamos previsto es que ese recorrido nos iba a obligar a conducir durante doce horas. Todo el camino discurre por elevadas regiones montañosas de muy abrupta orografía, la Sierra Madre del Sur primero y la Sierra Madre de Chiapas después.
Es un viaje muy bonito porque se recorre un territorio lleno de montañas, de ríos, de bosques, un territorio tan bello como solitario. Pero la conducción resulta extenuante porque son muchas horas subiendo y bajando pendientes empinadas y trazando decenas de miles de curvas, con la necesidad de mantener constantemente la atención máxima.
En este largo recorrido solo hay unos cuantos poblados minúsculos carentes de cualquier tipo de servicio. Eso sí, unos pueblos con sugerentes nombres que dan fe del maridaje entre dos mundos y dos culturas: San Pedro Totolapa, Magdalena Tequisistlán, Santa María Jalapa del Marqués, Santo Domingo Zanatepec…
Habíamos salido de Oaxaca con el depósito de nuestro pequeño coche casi lleno pero pronto pudimos comprobar que en la carretera no había una sola gasolinera, por lo que decidimos que pararíamos a repostar cuando viésemos una. Pero los kilómetros iban pasando y la gasolinera no aparecía. En un momento dado se encendió el aviso de que nos estábamos quedando sin combustible y en esta situación circulamos durante bastantes angustiosos kilómetros por montañas casi desiertas, lejos de cualquier núcleo de población y sin rastro de gasolinera. Cuando la situación era ya insostenible pasamos por un pequeñísimo poblado y allí pedimos ayuda para salir de un problema que nos parecía muy grave. La solución fue rápida y fácil. En el poblado había un hombre que tenía varios envases llenos de gasolina para estas emergencias. El hombre nos vendió unos litros de gasolina que pasaron a nuestro coche mediante una goma mientras el hombre soplaba para que bajase la gasolina. Así pudimos salir de ese apuro (figura 16).
Figura 16. Repostando en un poblado de la Sierra Madre del Sur
Tras este agotador periplo por las montañas de la Sierra Madre llegamos a San Cristóbal de las Casas cuando ya es muy tarde por la noche. Pasamos algo antes por la capital del estado, que es Tuxtla Gutiérrez, pero nuestra meta era San Cristóbal, una preciosa ciudad en la que se mezclan diversas culturas y que acumula una rica historia desde que fuese fundada a principios del siglo XVI por el conquistador español Diego de Mazariegos.
Aunque nos encontramos en plena zona tropical, a una latitud de tan solo 16 grados Norte, San Cristóbal de las Casas se halla en plena sierra a una altitud de 2.200 m.s.n.m. y ello hace que tenga un clima atlántico bastante húmedo y fresco. La región está cubierta de espesos bosques de coníferas y las nieblas cubren con frecuencia este elevado territorio.
Según un eslogan de la propaganda turística mexicana, San Cristóbal es el “más mágico de los pueblos mágicos de México”. No sé si eso es real o es una exageración pero es cierto que se trata de una ciudad mágica. Una ciudad que más que para visitar grandes monumentos está hecha para pasearla, para recorrerla observando sus casas, sus calles, sus gentes. Hay que pasearla de día y cuando la noche le confiere un aspecto fantasmagórico; hay que pasearla bajo el sol tropical y en medio de las luces y sombras que producen las frecuentes neblinas. Esas nieblas persistentes que envuelven con frecuencia a la ciudad ayudan a conferirle ese halo mágico pero son una dificultad no pequeña a la hora de hacer fotografías (figura 17).
Figura 17. Calle de San Cristóbal de las Casas bajo la niebla matutina
El casco viejo de la ciudad presenta el típico trazado ortogonal que fue característico de las nuevas ciudades fundadas en América, con largas calles rectas que se entrecruzan formando ángulos rectos. Las casas son en su mayoría de una sola planta y están pintadas de colores diversos lo que confiere a las calles un aspecto similar al de muchos pueblos andaluces.
El edificio más relevante es probablemente la catedral que se trata, sin embargo, de un templo de reducidas dimensiones que ha sufrido diversos daños y restauraciones a lo largo de los años debido a la elevada sismicidad existente en la región (figura 18). El interior cuenta, como es frecuente en México, con un bello retablo barroco cubierto de pan de oro.
Figura 18. Catedral de San Cristóbal de las Casas
Desde un punto de vista artístico destaca una vez más la iglesia del antiguo convento de los Dominicos. La orden que fundara Santo Domingo tuvo una clara predominancia en toda la región meridional de México y ello se refleja en la calidad y riqueza de las iglesias que construyeron, muy superiores a las de otras órdenes religiosas. En este caso se trata de una iglesia construida a mediados del siglo XVI y rehabilitada en2006, por lo que actualmente luce en todo su esplendor. La portada barroca es impresionante por su belleza y por la riqueza de la decoración. El interior cuenta también con varios retablos barrocos de singular belleza y un espectacular púlpito de madera recubierto de oro (figura 19).
Figura 19. Vista parcial de la portada de la iglesia de Santo Domingo
Cuando uno contempla un monumento tan impresionante después de haber llegado a este rincón de las montañas mexicanas, todavía hoy remoto y poco accesible pese a los enormes medios que nos ofrece el siglo XXI (avión, automóvil, carreteras, etc.), no puede dejar de pensar en la inmensa gesta que realizaron los conquistadores españoles en el siglo XVI. Esta formidable iglesia se empezó a construir en 1547, solo 56 años después de que Colón llegase a América y apenas 28 años después de que Hernán Cortés pusiese los pies en el inmenso territorio que hoy conocemos como México. ¿Cómo es posible que en un plazo tan breve y con los medios primitivos con que contaban entonces pudiesen los dominicos construir una iglesia como esta en un lugar tan remoto? ¿En qué lugar del mundo pueden encontrarse testimonios como este construidos por los colonizadores nada más llegar al nuevo territorio y en los lugares más remotos y pobres del país?
San Cristóbal cuenta con otras varias iglesias que merece la pena visitar: Guadalupe, San Francisco, el Carmen, etc. Pero uno de los mayores atractivos de esta ciudad son sus mercados, llenos de colorido y donde la vida sencilla de los pobladores de la región se muestra en toda su naturalidad. Hay varios. Unos son fijos y otros son mercadillos temporales. Los hay dedicados a la alimentación, a los textiles o a las artesanías. En muchos casos los puestos son improvisados y las menguadas mercancías se exponen en el suelo esperando que llegue algún cliente y pague unos pocos pesos por ellas (figura 20).
Figura 20. Dos mujeres exponen sus cestas de patatas en un mercadillo callejero de San Cristóbal
De siempre me han atraído los mercados de las ciudades que he visitado. Generalmente te muestran una cara de la ciudad que no se ve en las rutas turísticas. Se ve cómo es la gente, cómo viste, qué comen, quién acude al mercado a comprar o a vender… Es una mirada a la vida real de la gente normal, sin filtros y sin aderezos. Los mercados de Chiapas y los de San Cristóbal de las Casas en particular, son especialmente interesantes, un mosaico vivo de las etnias de la región, todo un museo antropológico. Viendo a la niña de la figura vendiendo una pequeña montaña de tomates viene a la mente que esta fruta o verdura (su clasificación nunca está clara) es originaria de América y que los conquistadores españoles la conocieron precisamente en México y de allí la trajeron a Europa, adonde llegó a principios del siglo XVI vía el puerto de Sevilla.
Figura 21. Niña vendiendo tomates
Muy cerca de San Cristóbal se encuentra el pueblo de San Juan Chamula, que era otro de los objetivos principales de nuestro viaje. Es una pequeña población montañesa que pese a la proximidad a la ciudad implica un cambio radical. Aquí nos encontramos en un pueblo tradicional indígena en el que se han mantenido muchas de las costumbres ancestrales de las etnias de la región.
Es muy importante visitar San Juan Chamula en día de mercado cuando los campesinos bajan de las montañas cercanas para comprar y vender sus mercancías en la plaza del pueblo y en las calles aledañas. Es un espectáculo abigarrado y multicolor en el que casi todo el mundo acude con las vestimentas tradicionales y en el que el mercado, aparte de su función comercial, cumple con el tradicional e importantísimo papel de ser lugar de encuentro, de reunión y de intercambio de informaciones (figura 22).
Figura 22. Vista del mercado de San Juan Chamula
El celo de los habitantes de Chamula por sus tradiciones y por su identidad hace que los visitantes extranjeros sean tolerados pero con muy escaso entusiasmo. En particular, está prohibido hacer fotos de la gente y del mercado, lo que es una verdadera pena porque el lugar es de una vistosidad increíble. Consigo “robar” disimuladamente unas pocas fotos pero su calidad es deficiente.
En el mercado se encuentran todo tipo de productos en un batiburrillo que no parece tener sentido. Las mercancías se exponen sobre pedazos de tela o lona directamente sobre el suelo. Tan cerca están unos vendedores de otros que tienes que tener cuidado para no pisar a nadie. Recorriendo este laberinto de puestos podemos encontrar todo tipo de frutos, grandes sacos de frijoles, utensilios de cocina, telas, ropa, abalorios ornamentales, artículos religiosos, etc. (figura 23).
Figura 23. Vista del mercado de San Juan Chamula
La parte principal del mercado tiene lugar en la plaza que hay delante de la iglesia, como es tradicional en tantos pueblos. La iglesita es pequeña y enfoscada en color blanco aunque también cuenta con cenefas y decoraciones en varios colores. La estructura, el tamaño, el colorido, todo hace que parezca más un edificio de juguete que un verdadero templo. Pero cuando accedemos a su interior el espectáculo que contemplamos es a la vez sorprendente y sobrecogedor, una verdadera lección de antropología en la que se ve con claridad cómo la religión cristiana se superpone y se entrelaza con las creencias animistas tradicionales en una mezcolanza inaudita.
Los sacerdotes católicos están celebrando la misa siguiendo (más o menos) la liturgia oficial pero en el atestado templo casi no se puede pasar porque está lleno de obstáculos por los suelos. Mucha gente está sentada o tumbada en el suelo, orando o haciendo sus propios ritos. El suelo está cubierto de hierbas y de flores destinados a ahuyentar a los malos espíritus. Las imágenes de santos que adornan las paredes están engalanadas con collares de flores y de frutas. Y, por si todo esto fuera poco, mientras los sacerdotes celebran la misa en el presbiterio, en la parte de atrás de la iglesia hay grupos de indígenas sentados en corro que sacrifican gallinas a sus propias deidades.
Hemos visto muestras de sincretismo religioso en muchos lugares y desde luego no es raro en Hispanoamérica. Pero los extremos que se dan en esta pequeña iglesia, donde se celebran al mismo tiempo la misa y los sacrificios de animales, son sin duda únicos (figura 24). ¡Lástima que no podamos tomar fotografías!
Figura 24. La iglesia de San Juan Chamula
Saliendo de San Cristóbal en dirección Este y Norte nos dirigimos a las cascadas Agua Azul, un fenómeno natural de una belleza singular. El trayecto es largo y por el camino tenemos la ocasión de hacernos conscientes de que estamos en un estado con graves problemas sociales, en el que han surgido movimientos terroristas y en el que la situación es muy inestable. Valga como muestra la pintada que presento en la figura 25, en la que se nos avisa de que estamos en territorio rebelde y ante una escuela “autónoma” y “zapatista”.
Figura 25. Pintada mural zapatista en una escuela de Chiapas
En este mismo sentido, nos ocurrió una anécdota que nos pareció muy graciosa pero es indicativa de la situación de impunidad de los zapatistas. Cuando nos acercábamos a las cascadas de Agua Azul nos paró un pequeño grupo de gente armada que había tendido una simple cuerda de bramante de un lado a otro de la carretera. Paramos y nos dijeron que vendían las entradas para visitar las cascadas. Pagamos lo que nos dijeron y pudimos continuar. Tres o cuatro kilómetros más lejos encontramos otro puesto de control, este sí el oficial donde vendían las entradas. El primer puesto era un grupo ilegal al que hubimos de pagar un “peaje” sin darnos cuenta de que nos las estábamos habiendo con los guerrilleros zapatistas.
Las cascadas de Agua Azul se encuentran en un lugar paradisiaco que merece la pena visitar. Están formadas por el río Xanil y se encuentran entre San Cristóbal y Palenque. No se trata de cascadas muy elevadas ni muy caudalosas pero se encuentran en medio de una bonita vegetación tropical y producen imágenes de una gran belleza. Se forman en el río una serie de grandes escalones o gradas sobre el terreno calcáreo por los que las aguas caen formando cortinas de bellos colores que van desde el blanco de la espuma hasta toda una gama de azules claros oscuros y turquesas, colores que dan su nombre a las cascadas. Es un lugar muy bonito, lleno de paz y de contacto con una naturaleza que se muestra en toda su pureza (figura 26).
Figura 26. Vista de una de las cascadas de Agua Azul
Entre unas cascadas y otras se producen estupendas piscinas naturales de color azul turquesa en las que las aguas se serenan y remansan ofreciendo unas balsas inmejorables para tomar un baño. Es un placer poder nadar un rato en esas piscinas de aguas tranquilas contemplando el espectáculo que te ofrece la naturaleza, las cascadas de agua espumeante, el verde de la densa vegetación circundante y los tonos azulados de las aguas límpidas. Verdaderamente, un lugar muy especial (figura 27).
Figura 27. Al pie de las cascadas las aguas se remansan formando piscinas naturales
La última etapa de nuestro viaje tiene como meta el yacimiento arqueológico de Palenque, uno de los grandes yacimientos mayas, que rivaliza con otros como Tikal, Copán, Uxmal o Chichén Itzá. Se encuentra en el estado de Chiapas a 220 km de San Cristóbal de las Casas. Aunque se supone que una gran parte de la antigua ciudad está todavía bajo tierra, la visita a Palenque resulta impresionante y agradable (figura 28).
Figura 28. Vista del yacimiento arqueológico de Palenque
Aunque Palenque no es tal vez tan grandiosa como otras ciudades mayas tiene gran interés por las bonitas construcciones con que cuenta y por los restos escultóricos que pueden contemplarse. Cuando visitamos Palenque estábamos prácticamente solos pues ya es sabido que el turismo es por naturaleza miedoso y el hecho de que el estado de Chiapas tenga merecida fama de conflictivo inhibe a una gran parte de los viajeros potenciales. La oportunidad de recorrer todo el recinto sin que nadie te perturbe, de subir a las pirámides para disfrutar de la vista de los templos y del paisaje del entorno y de hacer fotografías a tus anchas, es algo cada vez más difícil en un mundo globalizado en que millones de viajeros de todos los países acuden a los lugares que merecen ser visitados. En Palenque pudimos hacer una demorada visita prácticamente sin encontrarnos con nadie (figura 29).
Figura 29. Palenque, Templo de las Inscripciones
Y ya nuestro viaje finaliza en ciudad de Villahermosa, a unos 150 km de Palenque, donde disponemos de aeropuerto desde el que iniciar el regreso a casa. Esta ciudad está situada en la confluencia de los ríos Grijalva y Carrizal, lo que proporciona algunas vistas bonitas, pero por lo demás no hace demasiado honor a su nombre.




























