
Sri Lanka
Sri Lanka es un país confinado en una isla relativamente pequeña (65.000 km2) situada en el océano Índico, a unos pocos kilómetros del subcontinente indio. Estos dos rasgos (la insularidad y la proximidad a la India) han caracterizado y condicionado en gran medida el devenir histórico de Sri Lanka pero no han impedido que se trate de un territorio que presenta singularidades marcadas, que alberga una población de más de 20 millones de habitantes y que cuenta con una rica variedad de etnias, de lenguas y de paisajes (figura 1).
Figura 1. Recién casados esrilanqueleses posando con sus atuendos tradicionales
La historia de Sri Lanka se remonta a hace más de 3.000 años y, aunque ha pasado por épocas y situaciones muy diversas, ha jugado siempre un papel destacado en campos tan diversos como el comercio y la religión. Sus excelentes puertos hicieron que fuese una escala importante en la antigua Ruta de la Seda y sus magníficas playas convirtieron a la isla a mediados del siglo XX en uno de los destinos preferidos de hippies y mochileros.
Aunque durante siglos experimentó una gran dependencia de la India, en tiempos más modernos ha recibido una fuerte influencia de la colonización occidental, especialmente holandesa y británica, que ha dejado una impronta tan profunda que hoy parece ser casi autóctona. El proceso de descolonización llevó a cambiar el nombre del país, pasando de llamarse Ceilán, nombre con el que se ha conocido a este territorio en los últimos siglos, a tener el nombre oficial de Sri Lanka, que se supone más tradicional y menos condicionado por las influencias de los colonizadores.
La diversidad étnica y cultural es sin duda una gran riqueza del país pero también ha planteado serios problemas pues a raíz de la descolonización se produjo un feroz enfrentamiento entre la mayoría cingalesa y la minoría tamil, fuertemente concienciada de su singularidad y muy influida por el gigante vecino del norte. Esta cruenta guerra ha tenido un altísimo coste en vidas humanas durante más de 20 años. El tiempo dirá si el problema ha quedado zanjado definitivamente y las distintas etnias son capaces de convivir en paz.
El viajero no va a encontrar probablemente en Sri Lanka ninguno de esos destinos míticos que son en muchos casos los objetivos principales de los viajes y que son como hitos que justifican por sí solos el viaje y a veces se identifican con la totalidad de un país, como es el caso de las pirámides de Egipto o la Gran Muralla o Machu Pichu o Angkor Bat o la bahía de Halong. Aquí el mayor atractivo reside en la diversidad, en la variedad de gentes y paisajes, en las imágenes diferentes que nos salen al paso y que se van superponiendo y almacenando en nuestra memoria.
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La costa sur
Iniciamos nuestro recorrido por la isla dirigiéndonos hacia el extremo meridional, en dirección a la ciudad portuaria de Galle. Un calor sofocante y húmedo nos acompaña durante todo el recorrido. Por el camino paramos para dar un bonito paseo en barca por el ría Madu y el lago que forma cerca de su desembocadura dando lugar a un bonito paisaje lacustre en el que pequeños poblados se insertan en medio de los manglares y en el que habita una rica fauna de peces, reptiles y mamíferos.
Galle es hoy una pequeña ciudad turística que conserva el faro, los bastiones y algunos edificios que nos recuerdan su histórico pasado cuando era el principal puerto de Ceilán, centro comercial de la Ruta de la Seda, antes de que Colombo le arrebatase su puesto preeminente. Puede que Galle fuese el puerto al que según la Biblia Salomón enviaba a buscar pavos reales y marfil, pero en todo caso tuvo una gran importancia entre los siglos XIV y XVIII cuando los comerciantes portugueses y holandeses lo utilizaban como una escala principal en el comercio de las especias.
La costa de este extremo sur de la isla nos decepciona un tanto. Todo parece bastante destartalado. Hay alguna playa bonita pero en su mayor parte el litoral es muy ventoso y predominan los márgenes rocosos sobre los arenosos. La carretera que bordea la costa es estrecha y con mucho tráfico. La zona está además muy poblada por lo que es como si la carretera fuese una larguísima calle de un pueblo con casas bajas y sencillas a ambos lados y con muy pocos lugares en los que se pueda acceder al mar o incluso divisarlo.
El famoso tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004 produjo en esta región daños de gran importancia, causando miles de muertes y devastando las casas y la vegetación de forma que a pesar de que han transcurrido bastantes años los efectos dramáticos de la gran ola son todavía claramente visibles en muchos lugares.
La visita a esta región tenía para nosotros algunos alicientes añadidos. En particular queríamos conocer dos actividades productivas tradicionales que se encuentran en vías de desaparición. La primera es la pesca realizada desde zancos o postes de madera clavados en la arena de la orilla, a los que los pescadores se encaraman de forma análoga a como lo hacen muchas aves. Se trata de un arte de pesca muy singular y característico de la zona que ha ido desapareciendo por su escaso rendimiento y por lo duro que resulta para los pescadores pero que todavía hoy puede verse al algunos puntos de esta costa y que resulta de gran tipismo porque es una reliquia de sistemas productivos ancestrales que en gran
medida han sido abandonados por otros más modernos y eficaces (figura 2).
Figura 2. Pescador tradicional de Sri Lanka
Sri Lanka ha recibido a lo largo de la historia varios nombres más o menos poéticos, como “lágrima de la India” o “isla de las mariposas”. También ha sido conocida como la “isla de las joyas” pues ya viajeros clásicos como Marco Polo o Ibn Batuta quedaron asombrados por la riqueza y la variedad de las gemas y piedras precisas que se hallan en este territorio: amatistas, zafiros, rubíes, topacios, etc. Una de las más características de la región es la llamada “piedra de la luna” porque presenta un brillo blanquecino que se asemeja a la pálida luz de nuestro satélite produciendo destellos de tonos blancos y azulados de gran belleza.
Figura 3. Minero lavando el lodo en busca de la piedra de la luna
Todavía podemos visitar algunas pequeñas minas en las que se trabaja como hace cientos de años. Los mineros han excavado angostos pozos y galerías a los que descienden para arrancar e izar masas de lodo blancuzco que una vez en la superficie es lavado con agua y pasado a través de los tamices para intentar localizar las piedras que pudiesen estar atrapadas en medio del barro (figura 3).
Es sorprendente contemplar de forma directa cómo a partir de esa masa informe de lodo y del trabajo en condiciones sumamente penosas de los mineros pueden surgir tras otras tareas de cortar, pulir y engarzar unas piedras preciosas luminosas, suaves y casi misteriosas.
2. Hacia el centro de la isla
Al llegar a Hambantota giramos hacia el norte y abandonamos la costa para adentrarnos en el interior de la isla y dirigirnos hacia Tissamaharama para visitar el parque nacional de Yala, uno de los más famosos del país, conocido sobre todo porque tiene al parecer la mayor densidad de leopardos de todo el mundo.
Muchos viajeros han narrado encantados su experiencias en este parque nacional incluso en casos en los que no han conseguido avistar al siempre esquivo leopardo, el objetivo más codiciado. Para nosotros en cambio esta visita fue una gran decepción. Dedicamos más de cuatro horas a recorrer el parque en todas las direcciones y no vimos un solo leopardo ni de lejos, algo que ya sabíamos que entraba dentro de lo probable, pero lo que nos decepcionó más es que prácticamente no vimos un solo animal. No vimos leopardos pero tampoco vimos cocodrilos, elefantes ni siquiera jabalíes. Tan solo un par de ciervos y algunas (pocas) aves. Para ser más exacto, sí vimos un solo elefante, pero fuera del parque, paseando tranquilamente por la carretera de acceso.
Es sabido que el avistamiento de la fauna salvaje está siempre sujeto a incertidumbres y factores aleatorios, además de a las variaciones climáticas, pero en nuestro caso concreto nunca habíamos visitado un parque nacional importante con un resultado tan decepcionante.
Figura 4. Esculturas de Buduruvagala
En nuestro camino hacia Ella tomamos una desviación para visitar los budas de Buduruvagala, un templo budista muy antiguo cuyo máximo interés es el conjunto de estatuas de gran tamaño esculpidas en una pared granítica. Se trata de siete representaciones de Buda que datan de los siglos IX o X, la más grande de las cuales tiene una altura de 15 metros (figura 4).
Las estatuas están esculpidas directamente sobre el granito y son de una gran belleza y perfección, aunque algunas parecen estar inacabadas. Muestran todavía algunos restos de estuco y de las pinturas con que estaban policromadas.
Según la tradición, el budismo fue introducido en la isla en el siglo III antes de Cristo procedente de la India, y desde entonces ha sido la religión mayoritaria de los esrilanqueses. A lo largo de la historia ha sido favorecido y promovido por la mayor parte de los reyes que han dirigido el país y en la actualidad aproximadamente el 70% de la población practica el budismo. Todo ello está muy enraizado en la vida de la actual Sri Lanka y aparece constantemente en los lugares que vamos recorriendo.
Figura 5. Paisaje montañoso en Ella
De esta forma llegamos a Ella, una peculiar ciudad, poco más que un pueblo grande, situada en el corazón montañoso de la isla. Estamos apenas a 80 km de distancia en línea recta desde la orilla del mar pero es como si estuviésemos en otro país. La montaña y la altitud configuran un paisaje y un ambiente completamente diferentes. El calor tropical y húmedo de la costa ha sido sustituido por el frescor de las montañas, que se suceden en ondulaciones interminables; las llanuras costeras han desaparecido al adentrarnos en un terreno abrupto con cañones y fuertes pendientes; las palmeras y flores tropicales quedaron atrás y han dado paso a las plantaciones de té y a los árboles montanos.
La belleza del lugar, las atractivas montañas y las suaves temperaturas han convertido a este pueblo montañés en un destino turístico relevante al que acuden muchos viajeros, en su mayor parte jóvenes, de todos los lugares del mundo. Aparte de las bonitas vistas sobre los valles y las montañas (figura 5), Ella no tiene mucho que ver pero resulta un lugar muy agradable para caminar, para descansar y para hacer algunas excursiones. Aprovechamos pues para recorrer los alrededores
Nos acercamos a la cueva de Ravana, famosa porque según la mitología en ella el entonces rey de la isla, Ravana, retuvo prisionera a la princesa Sita. También subimos al Pequeño Pico de Adán, una sencilla ascensión desde la que se contempla un estupendo paisaje sobre el valle y sobre las plantaciones de té. En realidad es un remedo menor del Pico de Adán, la elevación montañosa más alta de la isla que alcanza los 2.000 metros de altitud y que obviamente es mucho menos accesible.
Figura 6. Joven monje budista en el templo rupestre de Dowa
Utilizando un tuctuc, el práctico y emocionante medio de transporte local, fuimos a visitar el templo budista de Dowa situado a unos pocos kilómetros de Ella, en un bonito y umbroso paraje junto a la garganta de un río. Nos gustó mucho este lugar en el que se respira serenidad y autenticidad. Se trata de un templo muy antiguo pues sus orígenes se remontan a hace unos 2.000 años y cuenta, al igual que Buduruvagala, con otra gran imagen de Buda esculpida en la roca. La parte más antigua del templo esta excavada directamente en la roca, algo que es frecuente en muchos templos de Sri Lanka, y ha sido decorada con pinturas muy sencillas de intensos colores (figura 6).
No es raro que si estás atento los viajes te deparen de vez en cuando sorpresas que no esperabas y que se convierten en alicientes añadidos y en recuerdos especialmente vívidos. En el templo de Dowa nos llamó la atención que estaba decorado con muchas banderolas y que había un gran flujo de personas vestidas de blanco llegando y saliendo. Después de indagar la causa de esta afluencia nos enteramos de que había fallecido un anciano monje y que los fieles de la región acudían a tributarle un último adiós pues estaba todavía de cuerpo presente. Pedimos permiso y muy amablemente nos permitieron acercarnos a ver al difunto monje, lo que resultó una experiencia muy emocionante.
El ferrocarril fue introducido en Ceilán por los ingleses en la década de 1860 para facilitar el transporte desde el centro de la isla hasta el puerto de Colombo de los principales productos agrícolas a exportar, inicialmente el café y más tarde el té. La primera línea unió la antigua capital de Kandy con Colombo y posteriormente se fueron añadiendo otras líneas o ramales en función de las necesidades comerciales. A nuestros efectos tiene especial interés el tramo construido en las tierras altas para dar servicio a las plantaciones de té, principalmente entre las estaciones de Ella y Nanu Oya. Cuando se construyó está línea, hace unos 150 años, la velocidad no era un objetivo prioritario y se intentó ante todo reducir la inversión en obras de infraestructura como puentes y túneles, lo que, teniendo en cuenta el accidentado relieve montañoso, dio como resultado un trazado en el que el tren se adapta a la orografía y circula a muy reducida velocidad (figura 7).
Figura 7. El tren tradicional de las montañas
El tiempo transcurrido, sin que se hayan hechos modificaciones sensibles al trazado original, han convertido a este ferrocarril en una reliquia muy poco funcional. Pero, curiosamente, esa misma lentitud y ese carácter de tren decimonónico le confieren un carácter romántico y lo han convertido en un atractivo turístico muy original. Utilizamos pues este medio de transporte para hacer el recorrido entre Ella y Nanu Oya, un viaje de unos 65 km en los que invertimos nada menos que 4 horas. Pero se trata de una experiencia muy recomendable. Las vistas sobre las montañas, las laderas, los bosques y las plantaciones son excelentes; la curiosa mezcla de pasajeros locales y turistas es interesante; el tren se detiene en todos los pequeños pueblos del recorrido, lo que nos permite ver los trabajos del campo y la vida cotidiana; tenemos tiempo de leer, de comer y de charlar; y hasta podemos abrir las puertas de los coches y sacar el cuerpo fuera para tomar fotografías… La reducida velocidad del tren facilita también que las vías sean un camino transitable por el que se puede pasear tranquilamente (figura 8).
Figura 8. El camino de hierro
3. El té
Desde Nanu Oya un corto trayecto nos lleva hasta Nuwara Eliya, la ciudad que según las guías es como un enclave inglés en el corazón de Sri Lanka. El tiempo está fresco y lluvioso. El paisaje es muy característico: montañas suavemente onduladas cubiertas de plantaciones de té y difuminadas por una luz tenue que deja filtrar la neblina. No es de extrañar, efectivamente, que los colonos ingleses se encontrasen a gusto en estas tierras en las que la altitud (unos 1.800 metros) permite reproducir cerca del Ecuador unas condiciones climáticas de nubosidad, humedad y temperatura que se asemejan a las de la campiña inglesa.
Los alrededores de Nuwara Eliya cuentan con las plantaciones de té más importantes de la isla y por tanto los grandes terratenientes británicos se instalaron en esta ciudad y en ella reprodujeron una gran parte de las condiciones de vida a las que estaban acostumbrados en la metrópoli: fiestas de sociedad, carreras de caballos, club de golf, oficina de correos, un lago artificial (el Gregory), típicas casas de campo británicas, hoteles, etc. Aunque el tiempo pasa y la colonización inglesa término hace décadas resulta curioso encontrar esta “pequeña Inglaterra” trasplantada en las tierras altas de Ceilán (figura 9).
Figura 9. Típico paisaje de las montañas de Sri Lanka
En todo el mundo la palabra Ceilán está asociada al cultivo del té y el producido en las montañas centrales de esta isla es probablemente el más apreciado del mundo por su aroma y su sabor. Las condiciones peculiares de esta región, con un alto grado de humedad, con una altitud ni muy baja ni muy elevada y con unas temperaturas frescas pero suaves, son ideales para que la planta del té tenga las mejores propiedades. Sin embargo, la historia del té en Sri Lanka es muy reciente y debida exclusivamente a la imaginación de los británicos. Hacia mediados del siglo XIX las plantaciones de café que entonces eran predominantes en la región sufrieron una grave enfermedad producida por un hongo y quedaron en gran medida arruinadas. Fue al parecer un escocés, James Taylor, quien tuvo la idea de sustituir los cafetales por plantaciones de té, una planta originaria de China y ya cultivada en otros países asiáticos como la India. El éxito fue inmediato y espectacular pues en pocos años muchos empresarios y terratenientes británicos, entre ellos el famoso Thomas Lipton, llenaron las montañas de Ceilán de grandes plantaciones de té, unas plantaciones que desde la distancia parecen verdes tapetes de terciopelo y que desde cerca nos permiten comprobar que se trata de grandes masas de un arbusto leñoso de escaso porte y hojas que nacen muy tiernas y suaves y llegan a ser bastante rígidas y hasta coriáceas.
Aunque el proceso de elaboración del té hasta que se convierte en la infusión que todos conocemos es bastante largo y complejo, el punto de partida esencial es la recolección de los brotes tiernos y de las jóvenes hojas, una labor que desde hace más de 150 años realizan las mujeres de la isla con delicadeza y pericia. El duro trabajo de las recolectoras que van recogiendo los brotes y depositándolos en las cestas que llevan a su espalda es una imagen característica del campo de Ceilán. Las mujeres, ataviadas con sus trajes multicolores, forman grupos que como abejas recolectoras van pasando de arbusto en arbusto cortando con la mano las hojas más tiernas que después irán a las factorías para ser manipuladas, seleccionadas, tratadas y envasadas (figura 10).
Figura 10. Las recolectoras de té en la ladera
Este trabajo es sin duda muy duro porque se realiza en las inclinadas laderas de las montañas y soportando constantemente un gran peso pero las recolectoras lo realizan con esmero y dedicación, y por mi parte puedo decir que la experiencia de poder ver de cerca estas escenas tan singulares y tan plásticas resultó una de las más interesantes de cuantas viví en Sri Lanka dejando en mi retina recuerdos imborrables.
Figura 11. Recolectando tiernas hojas del té
Hoy que tan de actualidad está la preocupación por la ecología, la historia del té en Sri Lanka nos hace reflexionar y nos plantea numerosas cuestiones. El té no es una planta autóctona sino introducida por el hombre, y esto no en tiempos antiguos sino en época contemporánea. La infusión que se produce a partir de las hojas del arbusto del té (Camellia sinensis) es probablemente la bebida más consumida en el mundo después del agua y aparte de sus efectos estimulantes tiene importantes propiedades astringentes, antioxidantes, antiinflamatorias y neuroprotectoras. Actualmente Sri Lanka es uno de los principales países productores, con unas 350.000 toneladas por año, y el té representa una de las principales fuentes de riqueza del país que además es el modus vivendi de unos 250.000 trabajadores, la mayor parte mujeres. Un ejemplo muy expresivo de cómo alrededor de este humilde arbusto confluye la ecología con otras varias ciencias: la ecología, la farmacia, la economía, la sociología, la agricultura… (figura 11).
La accidentada orografía y la elevada pluviometría de las montañas centrales producen no solo bellos paisajes de colinas y plantaciones sino también numerosos saltos de agua y cascadas algunos de los cuales se encuentran en lugares poco accesibles pero a los que merece la pena acercarse porque proporcionan vistas espectaculares e incluso en ocasiones la posibilidad de disfrutar de una ducha refrescante en parajes recónditos y solitarios (figura 12).
Figura 12. Cascada en las cercanías de Nuwara Eliya
4. Kandy
Nuestra siguiente etapa es Kandy, una de las antiguas capitales de los reyes de Sri Lanka, que experimentó un rápido crecimiento en tiempos de la colonización inglesa y que hoy es una ciudad bastante grande, un tanto destartalada y llena de vida y bullicio. Es además una de las capitales religiosas del país pues en ella se encuentra uno de los templos principales, el Dalada Maligawa, famoso porque en él se conserva según la tradición un diente de Buda, una reliquia muy venerada por los budistas.
El templo es un gran centro de peregrinación al que acuden constantemente grandes masas de fieles a orar y a presentar sus ofrendas florales. En determinados momentos se abre la pequeña puerta de la estancia interior que alberga el arca que custodia la reliquia santa y en esos espacios de tiempo, bastante breves, la multitud se agolpa tratando de atisbar a lo lejos el cofre que contiene la preciada reliquia (figura 13).
Figura 13. Puerta de acceso al templo de Dalada Maligawa
Según la tradición, el diente de Buda (un canino, más concretamente) fue trasladado desde la India a la actual Sri Lanka en el siglo IV antes de Cristo, donde se conservó en la ciudad santa de Anuradapura hasta que al entrar esta en decadencia pasó al templo actual, construido especialmente para albergar el diente. Una vez al año se celebra un festival multitudinario en el que la reliquia sale de su templo para recorrer las calles de la ciudad portada por un elefante.
Figura 14. Orando en el templo
El templo de Dalada Maligawa tiene también un gran atractivo antropológico para el viajero no budista porque es un lugar en el que se puede contemplar de cerca la religiosidad auténtica de la población, se intensa vida de piedad y el colorido de los ritos de una de las religiones más antiguas y más practicadas en todo el mundo (figura 14).
La importancia del templo Dalada Maligawa no impide que en los alrededores y en la propia ciudad de Kandy haya otros muchos lugares que merece la pena visitar. Es recomendable, por ejemplo, circunvalar el lago que hay en el centro de la ciudad y que es un remanso de paz en medio de los barrios más bulliciosos. A orillas del lago está el monasterio de Malwata, un recoleto lugar de residencia y de oración donde habitan numerosos monjes budistas. Visitando este monasterio tuvimos ocasión de conocer a un anciano monje que nos contó con orgullo que había cumplido 101 años y que se mostró encantado de hacerse unas fotografías con nosotros.
En contraste con la tranquilidad del monasterio, el mercado de Kandy es uno de esos centros de comercio local, llenos de vida y actividad, que son uno de los alicientes de cualquier viaje. También en el centro de la ciudad visitamos el templo de Kataragama, un templo hinduista en el que podemos comprobar las grandes diferencias y al mismo tiempo las muchas similitudes que existen entre estas dos grandes religiones asiáticas, el budismo y el hinduismo. Aquí unos amables brahmanes nos hacen partícipes de sus ritos dándonos la bendición y anudándonos en la muñeca una pulsera simbólica. Aprovechamos nuestra estancia en la ciudad para comprar una edición de El principito en cingalés y contribuir así al crecimiento de la colección de nuestra prima María.
En los alrededores de la ciudad de Kandy hay otros varios lugares interesantes. Nosotros visitamos dos de los más conocidos. En primer lugar, el jardín botánico de Peradeniya, un precioso parque que remonta sus orígenes al siglo XIV y que fue rediseñado para tomar su forma actual durante la colonización británica por Alexander Moon. Pasamos varias horas recorriendo este jardín que alberga unas 4.000 especies de plantas y que cuenta con árboles de gran antigüedad y belleza y con colecciones especiales de plantas propias de la región, como las palmas y las orquídeas. En algunos de los árboles más altos divisamos grandes colonias de zorros voladores (Pteropus vampyrus). Se trata de un gran murciélago frugívoro característico del sudeste asiático y que permanece colgado de los árboles hasta que al anochecer sale a buscar su alimento formando grandes bandadas (figura 15).
Figura 15. Zorros voladores en el jardín botánico de Peradeniya
El segundo lugar es la granja de elefantes (suele denominarse orfanato) de Pinnawala, en la cual se cuidan y conservan numerosos paquidermos, tanto jóvenes como adultos. Creado originariamente con fines principalmente conservacionistas, el orfanato se ha convertido en una atracción para los turistas, para los extranjeros y también para los locales. Hay que tener en cuenta que el elefante es un animal que ha tenido una gran importancia económica y simbólica en Sri Lanka, donde es muy abundante y donde han existido tradicionalmente ejemplares salvajes en libertad pero también muchos domesticados y empleados como animales de carga en diferentes actividades humanas. En todo caso, el espectáculo de los elefantes conducidos por sus cuidadores para tomar su baño cotidiano en el río merece la pena. Incluso, mediante el pago de una pequeña propina, podemos darnos el gusto de contribuir al aseo de algún elefante rascándole su dura piel con una cáscara de coco, lo que es una experiencia muy curiosa y divertida (figura 16).
Figura 16. El baño de los elefantes en Pinnawala
5. Las antiguas capitales
Pasando por la ciudad de Mátale, en la que visitamos un gran templo hinduista muy similar a los que existen en las regiones meridionales de la India, nos dirigimos a la ciudad de Habarane, en la que vamos a permanecer varios días. Es una ciudad dispersa y sin interés pero se ha convertido en un centro que cuenta con numerosos alojamientos turísticos porque desde ella se pueden visitar numerosos puntos de interés de los alrededores.
Nuestro primer destino es la famosa roca de Sigiriya, uno de los lugares más conocidos y visitados de toda la isla. Desde el punto de vista geomorfológico es una inmensa roca que se eleva a más de 200 metros de altitud sobre la planicie circundante (figura 17). No es de extrañar que este lugar tan singular haya sido utilizado desde tiempos inmemoriales para fines religiosos, militares y políticos. Es conocido también como “la roca del león” porque su forma recuerda hasta cierto punto la de un felino agazapado e incluso se han tallado en la piedra las garras del mismo.
Figura 17. La gran roca de Sigiriya
El rey Kasyapa construyó en el siglo V de nuestra era su palacio en la meseta que se encuentra en lo alto de la roca, contando de esta forma con lugar desde el cual se podía divisar y controlar un terreno vastísimo y que era prácticamente inexpugnable ante cualquier posible ataque enemigo. La ascensión a la roca se hace por diversos tramos de escaleras adosados a la roca y tiene fama de ser extenuante pero se realiza sin ninguna dificultad si nos lo tomamos con calma y hacemos alguna pausa en el camino.
Desde la cima la vista es sobrecogedora. Tenemos un panorama de 360º sobre un terreno llano, cubierto por una vegetación exuberante y salpicado de lagos y corrientes de agua, todo ello difuminado por las tonalidades azuladas y grisáceas que produce la neblina evaporada por el calor del sol. Es una vista, o más bien un conjunto de vistas, que te cautivan y te obligan a permanecer mucho tiempo disfrutando de esa sensación aérea que te ofrece este mirador excepcional. Desde allí pueden verse también los jardines y el urbanismo de la ciudad que acompañaba al palacio del rey (figura 18).
Figura 18. Preciosa vista que se contempla desde la fortaleza de Sigiriya
En una galería excavada en la roca y situada a media altura en uno de sus flancos se han conservado algunas pinturas al fresco que datan también del siglo V y que representan en su mayor parte a mujeres semidesnudas. Según parece, muchas de estas pinturas se han perdido a lo largo de los siglos pero las pocas que han llegado hasta nosotros presentan un estado de conservación excelente y son de una belleza impresionante. Mucho se ha escrito sobre el significado de estas figuras, algo sobre lo que sigue sin haber una opinión unánimemente aceptada. Lo cierto es que guardan bastante similitud con las existentes en Ajanta, en la India. Para mí, en cualquier caso, la contemplación de esas imágenes perfectas y sugerentes, dibujadas sobre la roca hace quince siglos, supuso uno de los momentos culminantes de este viaje a Sri Lanka, tan repleto de experiencias y de imágenes memorables (figura 19).
Figura 19. Bellas imágenes femeninas en los frescos de Sigiriya
Unos pocos kilómetros al sur de Habarane se encuentra la ciudad de Dambulla, en la que se encuentra un célebre conjunto de templos situados en cuevas. Una vez más, nos encontramos con una enorme formación rocosa que sobresale hasta una altura de 160 metros sobre las planicies circundantes, en el que se han hallado numerosas cuevas, las que se supone que han sido habitadas desde tiempos prehistóricos. Cinco de estas cuevas, que se encuentran alineadas formando un conjunto casi único, fueron utilizadas a lo largo de los siglos para construir un templo o grupo de templos que han sido decorados con pinturas rupestres y con numerosas imágenes, la mayor parte de ellas de Buda aunque también hay otras representativas de reyes, de dioses y de diosas.
Hemos hablado anteriormente de otros templos situados en las numerosas cavidades rocosas existentes en la isla pero el conjunto de Dambulla es con gran diferencia el más, el más rico y el mejor conservado. Es además una obra muy antigua pues su origen se remonta al siglo primero antes de Cristo, si bien diversas imágenes y pinturas se fueron añadiendo durante los siguientes 1.000 años. La gran profusión de imágenes de Buda (más de 150), de diferentes tamaños y en diversas posturas o representaciones, todo ello en el interior de cuevas completamente decoradas con pinturas y en una permanente penumbra hacen de este templo otro lugar único que nos permite obtener imágenes sugerentes y llenas de matices misteriosos (figura 20).
Figura 20. Vista parcial de una de las cuevas de Dambulla
De cuanto venimos diciendo se deduce que una de los rasgos característicos de Sri Lanka, común a otros países asiáticos, es que una gran parte de la población muestra una profunda religiosidad que se expresa mediante diversas manifestaciones de piedad en la vida cotidiana. Aunque convive con otras religiones, el budismo ocupa un lugar preeminente y ha impregnado la historia del país desde hace más de dos milenios. Existen varios centros religiosos que tienen gran fuerza e importancia y a los que acuden numerosos fieles para presentar ofrendas y orar. Dambulla es sin lugar a dudas uno de los más relevantes. Por eso hay también allí monasterios y centros de formación en los que se educa a los niños que están destinados a dedicarse a la vida religiosa (figura 21).
Figura 21. Pequeño monje budista en Dambulla
Otro de los principales destinos turísticos de Sri Lanka es Polonaruwa, que fue la capital de uno de los reinos más antiguos de la isla, un reino que tuvo su época de apogeo entre los siglos XI y XIII. A diferencia de otros lugares que ya hemos mencionado o a los que todavía no hemos llegado, Polonaruwa es actualmente un lugar muerto, un yacimiento arqueológico en el que no existen templos con culto. No obstante, la pujanza que tuvo este reino ha hecho que hayan pervivido una gran cantidad de edificios, la mayor parte de ellos de carácter religioso, pero también algunos destinados a fines civiles.
La antigua ciudad de Polonaruwa debió de ser una capital muy extensa y muy rica como lo atestigua el yacimiento que hoy podemos visitar. La visita es muy interesante pero requiere dedicarle mucho tiempo y no poco esfuerzo pues la extensión del yacimiento es muy vasta, con más de 120 hectáreas. Muchos turistas visitan solo una parte de Polonaruwa pero es muy recomendable hacer la visita completa porque son muchos los edificios interesantes que se hallan desperdigados por un territorio muy bonito cubierto de un frondoso arbolado (figura 22).
Figura 22. Polonaruwa
Nosotros dedicamos casi un día completo para para poder acercarnos a la mayor parte de los monumentos que se pueden visitar y tuvimos que andar bastantes kilómetros bajo un calor sofocante. Comimos allí mismo en un pequeño chiringuito y nos refrescamos con sabrosa agua de coco. Disfrutamos una barbaridad de esta extraordinaria (y agotadora) visita.
La mayor parte de los edificios son de estilo indio pero los hay muy diferentes, por lo que vale la pena verlos casi todos. Los edificios más sobresalientes se encuentran en el Cuadrilátero central, destacando la construcción circular del Vatadage, que en su día se planeó para albergar el diente de Buda que hoy está en Kandy. Algunos edificios están en ruinas, como el palacio real, pero otros están en buen estado de conservación, como el Tuparama. Hay edificios que contienen estatuas y delicados, como el Atadage y el Hatadage; otros tienen forma de pagoda, como el Satmahal Prasada; otros son de estructura maciza y compacta como la gran dagoda de Rankot Vihara, etc.
Figura 23. Estatua de Buda tumbado en Gal Vihara
Muchos visitantes, agotados y apabullados, se pierden el conjunto de Gal Vihara, que se encuentra algo más alejado. No obstante, aquí se hallan unas extraordinarias imágenes de Buda talladas, una vez más, en una gran pared de granito. Por la belleza de los rostros y la serenidad que transmiten estos budas figuran entre las muestras más representativas de la excelencia que alcanzo el arte antiguo en Ceilán (figura 23).
Algunos kilómetros más al norte se encuentra la ciudad de Anuradhapura, otra de las joyas con que cuenta Sri Lanka. Históricamente es muy anterior a Polonaruwa pues fue la sede de un reino precedente, un reino poco conocido para los occidentales pero que fue uno de los más poderosos y duraderos de Asia. Se desarrolló a partir del siglo IV antes de Cristo y se inspiró en los principios del budismo, que le dieron cohesión y unidad. Fue precisamente un hito destacado la llegada de la sagrada reliquia del diente de Buda. Este reino desarrolló fuertemente la agricultura y las obras hidráulicas necesarias para su progreso y tuvo una vida extraordinariamente dilatada pues duró casi 1.500 años hasta que hacia el siglo X fue sustituido por el de Polonaruwa.
Anuradhapura requiere otra larga y minuciosa jornada de visita pues son muchos los puntos de interés que atesora y también están muy desperdigados a lo largo y ancho de un vasto territorio. Por ser una ciudad mucho más antigua, los restos de los sus tiempos de apogeo que han llegado a nuestro tiempo son menos numerosos y están en general más deteriorados. Algunos, sin embrago, tienen un gran interés, como los estanques y otras obras hidráulicas que se hicieron para abastecer a la ciudad. Una obra de gran belleza y exquisita sensibilidad es la escultura de los amantes conservada en el templo de Isurumuniya, especialmente valiosa por su antigüedad, pues data del siglo VI. La mujer aparece sentada en el regazo del varón y ladea el cuerpo al mismo tiempo que levanta un dedo probablemente como señal de su timidez, lo que no detiene la actitud posesiva del hombre (figura 24).
Figura 24. “Los amantes”, Isurumuniya
Anuradhapura es pues otra ciudad a la vez histórica y sagrada pero, a diferencia de Polonaruwa, es actualmente un centro religioso de primera importancia, lleno de vida y al que acuden millares de fieles fervorosos (figura 25). Algunos de los edificios religiosos, en consecuencia, aunque tengan un origen muy remoto, han sido renovados, pintados y decorados numerosas veces a lo largo de los siglos lo que les confiere la apariencia de modernidad.
Figura 25. Monjes y fieles orando en el templo, Anuradhapura
Uno de los lugares más sagrados y simbólicos para los budistas, y no solo para los de Sri Lanka, es el Jaya Dri Maha Bodhi, una higuera venerada en Anuradhapura y que según la tradición se trata de la rama derecha del árbol de la India bajo cuyas ramas Buda experimentó la iluminación. Aunque, como es inevitable por el paso del tiempo, esta higuera ha debido ser replantada en más de una ocasión, consta que fue plantada el año 249 antes de Cristo, lo que le convierte en el árbol más antiguo del mundo del que consta la fecha de plantación. Es en todo caso un lugar muy venerado por todos los budistas del mundo (figura 26).
Figura 26. Higuera sagrada (bohdi) de Anuradhapura
Anuradhapura es pues un lugar muy curioso e interesante porque, a diferencia de lo que ocurre con otras ciudades antiguas, no es un yacimiento arqueológico sino una ciudad llena de vida y de colorido en la que las raíces que se hunden en la profundidad de la historia siguen vivas en las manifestaciones de piedad de miles de peregrinos (figura 27). Al ver estos miles de devotos acudir a orar con sus ofrendas florales resulta difícil de creer que hace solo 30 años los terroristas separatistas tamiles matasen en este lugar a decenas de budistas cingaleses en lo que se ha dado en llamar la masacre de Anuradhapura.
Figura 27. Monje budista conversando con una mujer en Anuradhapura
Dejando ya las ciudades históricas pero todavía cerca de nuestro campamento base en Habarane, hacemos una excursión para visitar el parque nacional de Minneriya. Después de la experiencia fallida de Yala teníamos bastante prevención y nuestras expectativas eran modestas. Lo cierto es que el parque no tiene gran interés pues está dedicado casi exclusivamente a la conservación de elefantes y aparte de estos paquidermos no existe una fauna excesivamente llamativa, aunque sí pueden contemplarse búfalos de agua y numerosas aves. No obstante, el paisaje con abundante agua y bosques de bambú, es muy bonito, y el número de elefantes, muy abundante. Pasamos pues un rato muy agradable recorriendo este parque en una excursión vespertina que nos permitió disfrutar de las temperaturas agradables y de los colores suaves del atardecer mientras contemplábamos las grandes manadas de elefantes (figura 28).
Figura 28. Manada de elefantes en Minneriya
6. La playa
Abandonamos Habarane para dirigirnos a la costa este de la isla con el fin de visitar una de las zonas de playa más conocidas. No es que seamos muy aficionados a pasar el tiempo en la playa pero Sri Lanka cuenta con algunas excelentes y no viene mal conocerlas y hacer un plan algo diferente. Nuestro destino es la zona cercana a la ciudad de Trincomalee, familiarmente conocida como Trinco. La elección resulta ser muy acertada pues la zona cuenta con excelentes playas de arena fina en las que existe una infraestructura turística muy satisfactoria y, al mismo tiempo, un ambiente muy tranquilo y relajado, sin agobios de gente, y con la posibilidad de realizar numerosas actividades. En definitiva, en Trincomalee disfrutamos de esas playas tropicales idílicas que aparecen en los folletos de las agencias de viaje y nos hacen soñar (figura 29).
Figura 29. Playa de Trincomalee
No nos contentamos con pasar buenos ratos disfrutando de la playa sino que también queremos conocer la cercana ciudad de Trincomalee. Es una ciudad portuaria no demasiado grande pero muy animada. Llegamos en fin de semana y hay una gran cantidad de gente comprando en el centro comercial, acudiendo a los templos y solazándose en la playa urbana. Es sabido que el uso de la playa para bañarse y como lugar de descanso y de esparcimiento es algo reciente en la historia. Pero no deja de sorprendernos que en un país insular como Sri Lanka y que cuenta con playas excelentes y un clima propicio para su disfrute los nativos sean tan poco aficionados al agua del mar. Así, en la playa de la ciudad hay mucha gente jugando o paseando pero son muy pocos los que se atreven a introducirse en las aguas. Es muy característica la imagen de las mujeres completamente vestidas con sus trajes tradicionales “aventurándose” a mojarse los pies en la orilla (figura 30).
Figura 30. Mujeres de Sri Lanka en la playa
Hemos visto que en la mayor parte de las regiones del país la religión dominante es con gran diferencia el budismo. Trinco, por el contrario, fue tradicionalmente una ciudad hinduista. El monumento más importante de la ciudad es el famoso templo de Konerewaram dedicado a Shiva y situado en lo alto de un espectacular promontorio, la roca Suami, rodeado de acantilados que caen verticalmente sobre el mar. Es un importante lugar sagrado que atrae a miles de peregrinos hinduistas pues fue uno de los templos más ricos del sudeste asiático y se erigió nada menos que en el siglo II antes de Cristo. Los portugueses lo llamaron el “templo de las 1.000 columnas” y en 1624 lo destruyeron precisamente por la importancia simbólica que tenía para los habitantes locales. Hoy sigue siendo un templo muy venerado que además de las vistas espectaculares sobre el mar cuenta con rica y bonita decoración típicamente hindú.
La zona de Trincomalee y sus alrededores es eminentemente pesquera y es muy interesante observar los trabajos de los pescadores que se hacen a la mar utilizando las barcas tradicionales o que recogen directamente desde la playa las pesadas redes que previamente han echado para que se llenen de los peces que abundan en las proximidades de la orilla. En un recorrido que hicimos en barca para ir a bucear contemplamos una escena que nos llamó mucho la atención: los barcos pesqueros de mayor tamaño cuando salen de puerto para hacerse a la mar suelen desviarse para acercarse a la base de la roca de Suami y allí presentar sus ofrendas a Shiva y orar unos momentos antes de adentrarse en el mar para iniciar sus faenas. Una imagen muy bonita (figura 31).
Figura 31. Orando a Shiva antes de hacerse a la mar
Podríamos contar más experiencias sobre los buenos momentos pasados en los alrededores de Trinco y podríamos añadir muchas imágenes bonitas pero eso sería adentrarse más en el terreno personal que seguir en el de la narración de los lugares a visitar. Baste decir, eso sí, que en esta zona tuvimos la oportunidad de disfrutar de algunas puestas de sol especialmente bonitas y espectaculares, aunque para mi gusto eran todavía más bellos los momentos del amanecer en los que el disco naranja del sol nacía lentamente desde el fondo del mar (figura 32).
Figura 32. Amanecer en Trincomalee
7. Colombo
Tras volver a atravesar la isla desde la costa este a la occidental, nuestro recorrido por tierras esrilanquesas finaliza en la capital comercial, Colombo, una gran ciudad que, como tantas otras, debió de tener mucho encanto en época colonial pero que ha crecido rápida y desordenadamente, pasando a ser una gran metrópoli cosmopolita pero bastante caótica y un tanto destartalada. Los ingleses hicieron de Colombo su ciudad comercial y puerto principal de la isla y todavía hoy pueden contemplarse en el barrio del fuerte numerosos vestigios de la época colonial, como hoteles y edificios de las compañías comerciales.
Colombo tiene fama de ser una ciudad poco atractiva y eso hace que el viajero suela pasar poco tiempo en ella y se dirija a otras regiones del país. No obstante, en medio del bullicio y del intenso tráfico de la ciudad moderna podemos encontrar algunos lugares que merece la pena visitar. Cabe destacar ante todo el templo de Gangaramaya un templo budista muy importante, lugar de oración, pero también centro de formación y museo donde se conservan numerosas reliquias procedentes de todo el mundo budista.
Otro lugar a la vez bonito y curioso es el lago Beira, situado en el centro de la ciudad y utilizado en época colonial por los portugueses y por los ingleses para el transporte de mercancías porque estaba conectado con localidades cercanas gracias a una red de canales. Hoy está rodeado de grandes edificios de oficinas pero es un remanso de paz en la ciudad. Sobre el lago se ha construido en tiempos recientes un pequeño templo que depende a efectos organizativos y religiosos del cercano templo de Gangaramaya. No tiene gran interés pero su entorno ofrece bonitas vistas de la ciudad (figura 33) y ello nos sirve para poner punto final a este recorrido por un país diverso y apasionante que por su forma y su tamaño puede parecer “la lágrima de la India” pero que posee una rica personalidad propia y una dilatada historia.
Figura 33. Templo en el lago Beira (Colombo)
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