
Viaje a Irán
Nada fácil resulta hablar de Irán, un país de gran complejidad, con una historia especialmente rica y dilatada y que ha sufrido en los últimos siglos cambios políticos radicales. Basta decir que se trata de un país tres veces más grande que España, con una población que casi duplica la nuestra y que ha sido tradicionalmente un imperio de gran fuerza y prestigio en la región, conocido durante milenios como Persia.
Para nosotros hoy, con ese grave desconocimiento y desprecio que los occidentales solemos tener por todo lo que nos es ajeno, Irán es de los países que los americanos han incluido en el “eje del mal” y un lugar que pocos turistas se atreven a visitar. Cuando decidimos organizar un viaje cultural a Persia, hubimos de escuchar las advertencias, recomendaciones, y hasta reconvenciones, de muchos amigos. Algunos de los que con nosotros viajaron optaron por mentir a sus hijos diciéndoles que iban a Portugal o a Polonia.< >
1. Una gran historia
Y sin embargo, la civilización elamita ya dominaba la región 2.800 años antes de Cristo y los medos formaron un gran imperio en el siglo VII a. C., imperio que cuatrocientos años más tarde sería conquistado por el gran Alejandro, quien a su vez fue conquistado por la belleza de una joven persa, Roxana. Testimonio de esta historia sin par es, por ejemplo, el cuenco bellamente decorado que podemos ver en el Museo Nacional de Irán (Teherán), datado nada menos que en el 5º milenio a. C. (figura 1).
Figura 1. Cuenco del 5º milenio A. C. (Museo Nacional de Irán, Teherán)
En el siglo VII la historia persa dio un brusco giro al ser conquistado su territorio por los árabes y pasar a integrarse en el mundo musulmán. Los árabes, nómadas del desierto, aportaron a Persia su religión y tomaron de ella la cultura, la filosofía y la literatura, de las que carecían (figura 2). Un nuevo cambio decisivo se produjo a principios del siglo XVI cuando Irán abandonó la rama suní del islam para pasar a convertirse en cabeza de la rama chiíta, dando lugar a un conflicto multisecular que ha producido numerosas y sangrientas guerras y que hoy supone que todo oriente medio sea un inmenso polvorín. A mediados del siglo XX el Sha Reza Pahlevi optó por abrir Irán al mundo occidental liberalizando las costumbres hasta que una revolución popular encabezada por los ayatolas impuso un régimen islamista con marcados tintes integristas y dictatoriales, régimen que seguía imperando cuando nosotros visitamos el país.
Figura 2. Mezquita del jeque Lotf Allah (Ispahán)
No es difícil apreciar en el contacto con las gentes de este gran país, en su mayoría acogedoras y deseosas de agradar, cómo los líderes políticos y religiosos han impuesto una superestructura acatada con sumisión pero con la que amplias capas de la población no comulgan. Así, en un país con normas muy estrictas sobre el vestido de la mujer, que a partir de los 9 años debe en todo caso cubrirse totalmente la cabeza, los brazos y las piernas y, además, usar ropas holgadas que no marquen la figura, no es raro ver un gran número de mujeres, sobre todo, chicas jóvenes, dispuestas a posar con coquetería ante la cámara dejando ver la mayor parte de la cara y de la cabeza (figura 3).
Figura 3. Dos bellas muchachas iraníes posan para nuestra cámara
Cabe añadir de pasada que no es raro encontrar mujeres muy guapas fruto de la gran mezcla de sangres que ha experimentado el país, y que muchas de ellas son conscientes de su belleza y no dudan el realzarla, a pesar de las rígidas normas imperantes. Esta coquetería da lugar al hecho paradójico y sorprendente de que en Teherán se realizan más de 200.000 rinoplastias al año.
Las cajas fuertes del Banco Central de Irán, en la céntrica calle Ferdowsi de Teherán, guardan un tesoro indescriptible que supuso para mí una de las más gratas sorpresas del viaje, la increíble colección de joyas acumulada por los gobernantes de Irán a lo largo de los siglos, probablemente la mejor y más espectacular acumulación de joyas del mundo, por encima de la famosa colección de la Corona británica. Entrar en este recinto único es como hacerlo en la imaginaria cueva de Alí Babá, tal es la cantidad, el tamaño y la variedad de las joyas que podemos contemplar. Piedras preciosas formando montañas como si fuesen arroz; perlas, rubíes, diamantes, zafiros, turquesas; el diamante Daryay-e-Nur, el más grande del mundo de color rosado; las bellísimas coronas de los reyes y emperadores persas, tanto antiguos como modernos; la gran bola del mundo en que los accidentes geográficos están representados por joyas de variados colores; el trono del pavo real, todo recubierto de miles de piedras preciosas; las espadas y puñales adornadas de piedras y joyas de gran tamaño y belleza. Un tesoro único, de una belleza que sobrecoge y de un valor incalculable, tanto por las joyas que lo componen como por la historia que contienen.
2. Shiraz
Pasando de lo material a lo espiritual no podemos olvidarnos de Hafez, uno de los más célebres poetas persas. Se trata de un místico sufí que vivió en el siglo XIV en la ciudad de Shiraz y aunque su vida ha estado cubierta de misterios y leyendas, es uno de los escritores iraníes más venerados y sus obras le han sobrevivido y han ejercido gran influencia sobre muchos escritores del ámbito mediterráneo (figura 4).
Figura 4. Tumba del poeta Hafez en Shiraz
Shiraz, construida sobre una fértil planicie a los pies de los montes Zagros, no es solo famosa por sus poetas (además de Hafez allí nació Saadi) sino que es considerada la capital cultural de Irán y es conocida por sus flores, sus jardines y sus vinos.
Entre los diversos jardines que podemos visitar en Shiraz tal vez el más famoso sea el de Eram, donde además de una gran variedad de árboles y flores podemos contemplar fuentes y estanques y un bonito palacio histórico. Los persas mostraron un gusto especial por el diseño y realización de jardines como lugares de recreo en los que combinaban de una forma magistral y original las diversas especies vegetales con los cursos de agua y con ciertas construcciones, muy abiertas y profusamente decoradas, dedicadas al ocio y el esparcimiento. Los jardines persas gozan de fama merecida y han ejercido una enorme influencia que ha llegado por el este hasta la India, como puede verse en los jardines del Taj Mahal, y por el oeste hasta España, siendo una muestra especialmente relevante de ello los célebres jardines de la Alhambra y el Generalife (figura 5).
Figura 5. Jardín de Eram (Shiraz)
Shiraz cuenta con algunas mezquitas bastante interesantes. La más vistosa y fotografiada, pese a no ser la más antigua ni más importante es la de Nasir al-Mulk. Cuenta con una sala de oración de reducidas dimensiones pero muy bonita. Sus columnas están labradas con forma de sogueado y los techos aparecen completamente recubiertos de una rica decoración basada en formas geométricas. Todo ello se ve completado por unas vidrieras multicolores que al paso de la luz inundan la estancia de luces y colores variados y sorprendentes (figura 6).
Figura 6. Interior de la mezquita de Nasir al-Mulk
3. Persépolis
Las autoridades integristas de Irán sienten poco aprecio por Persépolis, centro de un imperio persa de épocas anteriores a la aparición del islam y considerado consecuentemente un lugar pagano. Incluso, parece ser que en los comienzos de la revolución de fines de los años 1970 los yacimientos arqueológicos de la época aqueménida corrieron serio peligro de ser arrasados en aras del fanatismo pseudorreligioso, lo que pudo evitarse gracias a la intervención de la población local.
Para los turistas, sin embargo, representa el objetivo principal de cualquier viaje a Persia. No en vano la ciudad que edificó Darío I El Grande en el siglo VI a. C. tuvo una influencia decisiva sobre toda la cultura occidental posterior y tiene para nosotros occidentales resonancias míticas que superan con mucho la importancia de los hechos históricos para formar parte del inconsciente colectivo. Como Darío, Ciro, Jerjes, Artajerjes, Cambises y Alejandro son nombres y tan propios de nuestra historia como Pelayo, Alfonso, Carlos o Felipe.
Como suele ocurrir en estos lugares grandiosos del pasado remoto, en Persépolis experimentamos una mezcla de sentimientos encontrados, derivados por una parte de la grandiosidad y majestuosidad de las construcciones y de la belleza de las estatuas y relieves que todavía hoy podemos contemplar y, por otra parte, de la melancolía que inevitablemente produce la contemplación de unos restos arruinados y maltratados por el paso de los siglos, por la barbarie de las guerras y por la incuria de los gobernantes.
Dicho esto, Persépolis no defrauda, sino todo lo contrario. Más que una ciudad se trata de un complejo palatino destinado a fines ceremoniales que tuvo una vida bastante efímera, pues fue destruido por Alejandro Magno en el siglo IV a. C., pero donde los monarcas aqueménidas demostraron su poder y recogieron todo el saber arquitectónico de la época ya fuese procedente de Grecia, de Egipto o de Babilonia.
Accedemos a la gran terraza sobre la que se asienta el complejo por una monumental escalera construida por Jerjes I y en seguida nos encontramos con la famosa Puerta de las Naciones, uno de los elementos más grandiosos de la ciudad. Los enormes toros alados, de clara influencia asiria, nos permiten imaginar las dimensiones y la belleza de las obras decorativas que se acumulaban en Persépolis (figura 7).
Figura 7. La gran Puerta de todas las Naciones
Ya en el interior destaca, sobre todo, la Apadana, la enorme sala de audiencias construida por Darío el Grande, que podía albergar hasta 10.000 personas y conserva aún bellísimos bajorrelieves alusivos al poderío de los monarcas persas y a las costumbres de la región. Impresiona contemplar la expresividad y perfección de los trabajos realizados sobre la piedra de Persépolis. Muchas veces hemos visto en los libros imágenes de estos relieves pero el poder contemplarlos en la realidad, en su verdadera dimensión y en el lugar para el que fueron tallados produce una honda emoción. Tal es el caso, por ejemplo, del famoso relieve en el que un león da caza a un toro, un relieve de una belleza casi increíble (figura 8).
Figura 8. Relieve de la Apadana de Persépolis
Son igualmente célebres los relieves en los que se representan procesiones de personajes de las diversas naciones con las que el imperio persa mantenía relaciones o que le estaban sometidas. Cientos de personajes desfilan hacia el emperador ataviados con los atuendos característicos de cada región y aportando los productos y animales generados en sus tierras. Se trata de representaciones de gran expresividad que tienen tanto valor histórico y sociológico como artístico. Además, el hecho de que se disponga de una gran cantidad de relieves de este tipo y de que, aunque no todos, mucho podamos verlos en el mismo lugar para el que fueron esculpidos hace casi 2.500 años hace que la visita a Persépolis sea memorable (figura 9).
Figura 9. Relieve de la Apadana de Persépolis
Como he dicho más arriba, los restos que todavía hoy podemos ver en Persépolis son de gran calidad y belleza y resultan fascinantes pero apenas son un pálido reflejo de lo que debió de ser esta gran ciudad en su época de apogeo. Si pensamos que sólo el palacio de la Apadana era un cuadrado de 60 metros de lado y el palacio de las 100 columnas, también cuadrangular, era todavía más grande (70 m de lado), resulta casi imposible imaginar lo que sería toda la ciudad con todos sus edificios en pie y decorados con obras extraordinarias. Desde lo alto podemos tener una vista de conjunto que a la vez nos permite hacernos una idea de la grandeza que tuvo la ciudad y lamentar cuán escasos son los restos que han sobrevivido (figura 10).
Figura 10. Vista parcial de las ruinas de Persépolis
A pocos kilómetros de Persépolis aparecen, excavados en la roca, unos enterramientos monumentales que corresponden a algunos de los grandes reyes aqueménidas, como Darío I, Jerjes I o Artajerjes I. Son cuatro tumbas que siguen el modelo de los hipogeos egipcios de las cuales la única identificada con certeza es la de Darío I porque cuenta con una inscripción que así lo indica. Están excavadas en la roca a una altura de varios metros sobre el nivel del suelo y se conocen a veces como las “cruces persas” porque la abertura del enterramiento forma efectivamente una cruz. En el centro de cada cruz de abre la cámara funeraria donde reposaba el sarcófago del rey. Cuentan con relieves bastante interesantes aunque no tan expresivos como los de los palacios de Persépolis (figura 11).
Figura 11. Vista de las tumbas y relieves de Naqsh-e Rostam
También cerca de Persépolis se encuentra la tumba del gran emperador aqueménida Ciro II, o Ciro el Grande. Se trata en este caso de una tumba de naturaleza completamente diferente pues es una construcción en forma de casa o de templete erigida sobre una pirámide de piedra. Era, por supuesto, uno de los objetivos importantes de nuestro viaje pero en este caso nos quedamos sin poder visitar el lugar. Nunca supimos lo que ocurría exactamente porque la policía mostraba un hermetismo total. Las carreteras de acceso a la zona arqueológica estaban cortadas a bastante distancia y la policía no permitía acercarse bajo ningún concepto. Fue inútil intentar negociar, argumentar o suplicar. Todos los intentos terminaban en una negativa tajante y con modales bastante rudos. Nos llegaron rumores de que se estaban produciendo manifestaciones o protestas contra la política radical del gobierno pero este extremo no pudo ser confirmado.
4. Yazd
La ciudad de Yazd se sitúa, como tantas ciudades iraníes, a una considerable altitud (1.200 m) y en una región desértica, el desierto de Kavir, lo que le lleva a sufrir un clima muy seco y temperaturas extremas, con un clima muy cálido en verano y muy frío en invierno. Fue históricamente conocida por sus productos textiles y era una etapa importante en la ruta de la seda, de la cual todavía perviven ciertos vestigios. En el año 1272 fue visitada por Marco Polo. Aunque posteriormente perdió su protagonismo comercial y hoy es una ciudad provinciana de dimensión media, conserva algunos alicientes que tienen bastante interés para el viajero.
Es, por ejemplo, muy conocida la llamativa portada del Amir Chajmaq, un conjunto arquitectónico formado por una pequeña mezquita del siglo XV y un bazar cuya fachada parece un gran iván de una mezquita y que adquiere toda su belleza cuando está iluminado por la noche (figura 12).
Figura 12. Portada del Amir Chajmaq (Yazd)
Sin embargo, tal vez lo más llamativo e interesante de Yazd, por su gran singularidad, sean los vestigios del zoroastrismo.
Se trata de una religión y filosofía así denominada porque su deidad principal es Zoroastro o Zaratustra y que tuvo su origen en lo que hoy es Irán en tiempos tan remotos como el II milenio a. C. Hoy el número de fieles de esta religión ha quedado reducido al mínimo y sólo hay algunas comunidades de cierta entidad en Pakistán, la India y Sri Lanka, además de en Irán.
Históricamente tiene gran importancia para el mundo occidental porque ejerció una influencia decisiva sobre el judaísmo, y consecuentemente sobre el cristianismo. Así, además del énfasis en la dicotomía existente entre los principios del bien y del mal, el zoroastrismo puede haber influido al judaísmo en aspectos tan relevantes como la inmortalidad del alma, el juicio final, el premio o el castigo en la otra vida, etc.
En Yazd podemos visitar uno de los pocos templos del fuego de esta religión que todavía perviven, y algo que tiene escaso interés artístico o arquitectónico pero sí mucho desde el punto de vista antropológico. Los fieles de esta religión, que veneraban a los elementos fundamentales de la naturaleza no podían enterrar a sus muertos porque ello supondría contaminar la tierra ni podían echarlos al mar porque sería contaminar el agua ni podían incinerarlos porque sería echar elementos indeseables al aire. Por tanto, su costumbre funeraria era depositar los cuerpos de los muertos en construcciones especiales realizadas en un promontorio elevado, construcciones abiertas por arriba para que fuesen los buitres los encargados de limpiar y reaprovechar las sustancias de los cadáveres. Ya el famoso historiador griego Heródoto se sorprendía de esta costumbre, aunque interpretándola según su punto de vista: “los persas tienen la costumbre de subir sobre las montañas más altas para ofrecerle sacrificios a Zeus”.
Figura 13. Torre funeraria del culto de Zoroastro (Yazd)
Esta costumbre ha pervivido hasta que fue prohibida por motivos higiénicos hace algunos años y hoy podemos visitar las colinas sobre las que se alzan las torres que sirvieron para esta finalidad. La torre es un recinto circular de piedra construido en lo alto del monte, con una pequeña puerta de acceso y carente de techo. Los cadáveres se exponían en lo más alto hasta que los buitres los devoraban y dejaban los huesos completamente limpios. Entonces eran arrojados en un pozo excavado en la tierra en el centro de la torre (figura 13).
5. Ispahán
Ispahán, o Isfahán, es por tamaño la tercera ciudad de Irán y sin duda la más rica e interesante por la gran cantidad de edificios de diferentes épocas que allá pueden visitarse: mezquitas, bazares, palacios, etc. Son muy originales los grandes puentes que unen los dos lados de la ciudad para salvar el cauce del río Zayadeh, otrora un río bastante caudaloso y hoy seco salvo en contadas ocasiones por haberse construido aguas arribas embalses necesarios para dotar de abastecimiento de agua a la región. El más espectacular es el puente de Sio Seh Pol, construido en 1602 y formado por 32 grandes arcos de dos pisos, uno destinado al paso del agua y otro para la circulación de los viandantes. La iluminación nocturna confiere una belleza especial a esta gran obra, uno de los símbolos de Ispahán (figura 14).
Figura 14. El puente de Sio Seh Pol en Ispahán
El centro de la ciudad, y también el lugar en torno al que se apiñan sus principales atractivos, es la majestuosa plaza del Imám, que con unos 500 metros de largo pasa por ser la segunda más grande del mundo tras la pekinesa de Tiannamén. Está toda ella decorada con bellos jardines y estanques y a su alrededor figuran algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como el bonito palacio de Alí Ghapu, la ya citada mezquita del jeque Loft Allah y el gran bazar formado por amplias calles cubiertas donde pueden encontrarse todo tipo de tiendas.
Pero sin duda el edificio más grandioso y significativo de cuantos rodean la plaza es la célebre mezquita de Jamé o mezquita del Viernes. Es el edificio de este tipo más antiguo de Irán y sirvió de modelo no sólo para la mayor parte de las mezquitas iraníes sino para las construidas en las diversas regiones de Asia central. Se empezó a construir en el siglo IX pero tras un incendió hubo de reiniciarse en el siglo XI por lo que las partes más antiguas que se conservan son de esa época. También del siglo XI es la cúpula sur, destinada a albergar el mihrab y en su día la de mayor dimensión existente. No obstante, la mezquita sufrió numerosas y profundas remodelaciones y ampliaciones a lo largo de los siglos, por lo que puede considerarse un compendio de la historia de la arquitectura iraní (figura 15).
Figura 15. La gran Mezquita de Jamé en la plaza del Imám (Ispahán)
La importancia de esta gran mezquita como centro religioso islámico se ha aprovechado por el régimen político actual para hacer del mismo un lugar de intensa propaganda política y religiosa, algo que puede comprobarse en la figura 15 en la que dos enormes fotografías de los líderes de la revolución, los ayatolás Jomeini y Jamenei, flanquean la puerta principal de la mezquita. En el interior también aparecen imágenes de marcado carácter belicista y pancartas en contra de Estados Unidos. Sin embargo, cuando terminamos de visitar la mezquita fuimos recibidos por lo que podríamos llamar la cara amable del régimen: un clérigo de exquisitas maneras y con un inglés excelente se ofreció para explicarnos las maravillas del islam y aclararnos las dudas surgidas durante la visita, además de interesarse por nuestro recorrido por Irán. El régimen de los ayatolas parece interesado en mejorar la imagen que de él tenemos en occidente.
El interior de la mezquita de Jamé, aunque un tanto destartalado como consecuencia de las numerosas reformas y añadidos que ha sufrido, cuenta también con bellas columnas y con una profusa decoración en techos y paredes, todo lo cual es una excelente muestra de la evolución del arte islámico durante más de mil años. No obstante, esta decoración no puede rivalizar con la existente en la mezquita del jeque Lotf Allah, mucho más pequeña y moderna, pero cuyo interior está totalmente recubierto de mosaicos y mármoles de colores azules, amarillos, verdes y rojos que iluminados muy adecuadamente por ciertas ventanas existentes en el tambor de la cúpula toman tonos cambiantes y otorgan al conjunto una belleza singular, a la vez brillante y serena. Es sabido la religión islámica prohíbe representar cualquier tipo de animal o persona en los edificios religiosos pero ello no ha impedido que algunos persas hayan creído ver en el triángulo que la luz forma sobre la cúpula un recuerdo de la cola del pavo real, emblema de los antiguos persas (figura 16).
Figura 16. Cúpula de la mezquita de Loft Allah (Ispahán)
Para terminar este breve recorrido por algunas de las visitas que más nos gustaron durante nuestro viaje a Ispahán (y a Irán), mencionaré el bonito palacio de Chehel Sotún, un buen ejemplo de la arquitectura palaciega. Fue construido en el siglo XVII por el sha Abbas II y, pese a su tamaño reducido, presenta todas las características de los palacios persas: un bonito y tradicional jardín exterior con sus correspondientes fuentes y estanques; un gran pórtico destinado a las recepciones oficiales, todo recubierto de espejos, algo muy típico de los palacios persas; y un acogedor interior recubierto de pinturas murales de indudable influencia oriental y que representan escenas festivas y amorosas (figura 17).
Figura 17. Jardín y pórtico del palacio de Chegel Sotún (Ispahán)
Muchas más visitas y muchas otras anécdotas de nuestro viaje a Irán podría contar, pero creo que lo expuesto es una síntesis de los aspectos que más me interesaron y, al mismo tiempo, permite hacerse una idea de la gran cantidad de riquezas y de atractivos que atesora este país heredero de la antigua Persia.
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