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Guatemala

 

Siempre me ha sorprendido la enorme riqueza y variedad que atesora el istmo centro-americano a pesar de su estrechez y su tamaño relativamente reducido. Desde el punto de vista humano subsisten todavía hoy diferencias culturales y étnicas muy llamativas y desde el punto de vista de la naturaleza parece imposible concentrar en un espacio tan exiguo tal cantidad de montañas, bosques, lagos, ríos, volcanes, playas y cascadas formando paisajes de belleza incomparable.

Uno de los países más interesantes y variados del istmo, aunque también uno de los más pobres, es Guatemala, que concentra en sus poco más de 100.000 Km2 de superficie un conjunto de gentes y paisajes de excepcionales cualidades.

Uno de los lugares más visitados y atractivos del país es el lago Atitlán, una gran masa de agua situada a más de 1.500 metros de altitud y rodeada de impresionantes volcanes, de los que el más alto, con sus 3.500 metros, es el que lleva el mismo nombre (Atitlán). El lago tiene una gran importancia económica y comercial en toda la región y está rodeado de típicas poblaciones, en su mayor parte con nombres religiosos y alusivos al lago: Santiago Atitlán, Santa Catarina Palopó, San Pedro de la Laguna, etc. (Figura 1).

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 1. El lago Atitlán está rodeado de grandes volcanes

 

La capital del país, la ciudad de Guatemala, tiene por el contrario poco interés pues se trata de una ciudad de edificación reciente, sin monumentos dignos de mención y que ha crecido, algo frecuente en muchas ciudades hispanoamericanas, de forma rápida y desordenada. Asumió su actual papel preponderante a finales del siglo XVIII cuando los repetidos desastres naturales acaecidos en la antigua capital colonial aconsejaron el traslado de la población. En efecto, la que hoy se conoce como ciudad de Antigua fue adoptada como principal ciudad de la zona en los inicios de la época colonial, llegando a ser una de las ciudades más importantes y más bellas de América. Desde allí se regían amplísimos territorios que abarcaban no sólo lo que hoy es Guatemala sino también El Salvador, Nicaragua, Belize, Honduras y hasta Chiapas en el actual Méjico.

Antigua tuvo poco más de dos siglos de esplendor pero en ellos se construyeron monasterios, magníficas iglesias barrocas, grandes casas señoriales, haciendas y otros suntuosos edificios civiles. La bella situación de la ciudad al pie de dos grandes volcanes, el Agua y el Acatenango, y en una zona de marcada actividad sísmica decretó la inviabilidad de la ciudad, la ruina de una gran parte de sus construcciones y la conveniencia de trasladarse a una zona más segura. Durante algún tiempo se intentó mantener la ciudad en su emplazamiento original, restaurando los edificios destruidos, pero los terremotos conocidos como de San Marta terminaron por obligar al cambio definitivo. Paradójicamente, esa prematura ruina de Antigua ha permitido que hoy la podamos contemplar en toda su belleza manteniendo el carácter colonial y barroco que tuvo en los siglos XVI a XVIII. El traslado de la capital supuso en gran medida el abandono de Antigua pero también que quedase preservada del crecimiento explosivo, de la masificación y del deterioro que han padecido otras ciudades coloniales de América. Aunque muchos edificios se encuentran en ruinas o en proceso de restauración, son muchas las iglesias y edificios coloniales que podemos contemplar y un paseo por las calles ortogonales de Antigua nos permite atisbar la organización y la vida de las colonias españolas en América en los primeros siglos de la Edad Moderna (figura 2).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 2. Antigua, a las faldas del volcán Agua

 

El clima lluvioso y tropical permite que Guatemala tenga, a pesar de su dimensión reducida, ríos numerosos y caudalosos, entre los que sobresale el río Dulce. Aunque tiene una longitud de sólo 43 km, es muy caudaloso y da lugar a una zona protegida de gran interés ecológico por sus bellos paisajes y por ser el hábitat de especies como el manatí y el cocodrilo. Pero el Dulce, como la mayor parte de los ríos del mundo, es también un lugar privilegiado donde la vida humana encuentra agua, sustento y una inmejorable vía de transporte.    

El recorrido en lancha por el río Dulce es una experiencia inolvidable por la belleza de los paisajes naturales y la abundancia de vida animal pero también es una ocasión inmejorable de observar la vida de los habitantes que se han adaptado al entorno fluvial y hacen su vida en plena sintonía con el gran río, viviendo en chozas vegetales edificadas sobre pilotes para afrontar las crecidas de la corriente, tomando el agua del río y pescando los peces que lo habitan. Una forma de vida que cuenta tal vez con miles de años y que todavía podemos contemplar en el río Dulce (figura 3).

 

 

 

 

 

 

Figura 3. Una vivienda a orillas del río Dulce

A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países, que han evolucionado hacia una progresiva uniformidad y occidentalización, Guatemala mantiene muy viva su tradición indígena de origen maya, principalmente en algunas regiones montañosas, siendo especialmente conocida por su interesante mercado tradicional la localidad de Chichicastenango, situada a casi 2.000 metros de altitud. Hoy es un centro comercial, un reclamo turístico, un núcleo religioso y una comunidad esencialmente indígena, todo ello a la vez y formando una curiosa mezcolanza.

Si los mercados locales son siempre un atractivo de primera magnitud para poder conocer la vida de las poblaciones, sus hábitos alimenticios y su idiosincrasia, el de Chchicastenango es de especial interés pues en él se reúnen los campesinos que descienden de sus poblados en las montañas para intercambiar los productos del campo como lo hacían sus antepasados hace muchos años. Las mujeres acuden con sus trajes tradicionales a este núcleo de comercio e intercambios produciendo un espectáculo lleno de vida, de color y de tipismo (figura 4).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 4. En el mercado de Chichicastenango

Chichi, como suelen denominarla cariñosamente los guatemaltecos, es también un destacado centro religioso. Como en el resto de América Latina, la población es mayoritariamente católica y muestra una religiosidad expresada de forma mucho más pública y emotiva de lo que ocurre en general en Europa. Los días de mercado las iglesias se llenan de fieles que acuden a orar y su exterior se convierte en lugar de reunión y de charla, como ha sido tradicional en muchos pueblos.

Sin embargo, al igual que ocurre en otros muchos pueblos indígenas de Brasil, México, Perú o Bolivia, la religión católica se mezcla con prácticas y rituales ancestrales provenientes de las culturas locales formando una amalgama en la que la devoción, la religión, la superstición y la superchería se mezclan en un conjunto de creencias y ritos que nos resultan inextricables a los que no estamos inmersos en esa cultura. Esta mezcolanza entre prácticas de religiones cristianas y religiones indígenas se muestra también en los puestos del mercado, donde a su vez los objetos de culto compiten con los más profanos, como podemos ver en la figura 5, donde las imágenes de Cristo y de la Virgen se ofrecen en pie de igualdad con las de boxeadores o galanes del cine.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Figura 5. Puesto de imágenes en el mercado de Chichicastenango

 

Uno de los mayores atractivos de Guatemala es sin duda las ruinas de las antiguas ciudades mayas, entre las que destacan las de Tikal. Según parece esta ciudad fue en tiempos una de las principales de todo el imperio maya controlando un amplio territorio de las actuales Guatemala, Méjico y Belize. Es también una de las que se han estudiado en mayor profundidad. Se encuentra a 300 km de la capital en una zona selvática colindante con Méjico y presenta diversas construcciones, las más llamativas en forma de pirámides (figura 6).

 

 

 

 

 

 

 

Figura 6. Ruinas mayas de Tikal

 

El conjunto arqueológico de Tikal presenta rasgos muy similares a los de otras antiguas ciudades mayas, como Palenque, Uxmal o Chichén Itzá, aunque es una de las que muestra una mayor cantidad y variedad de edificaciones, lo que nos da idea de la importancia que llegó a tener esta ciudad y hace que su visita sea una de las más interesantes.

El intenso calor tropical cargado de humedad hace que durante la visita se sude copiosamente pero la belleza y la riqueza de este lugar tan especial compensan con creces cualquier esfuerzo que sea menester realizar. Además, y esto se agradece enormemente, aunque Tikal recibe cada vez más cantidad de visitantes, nada tiene que ver con lo que ocurre en lugares más conocidos y accesibles, como Chichén Itzá, en los que la gran afluencia de visitantes suele dificultar la contemplación relajada de los restos y hacer que la visita sea mucho menos agradable (figura 7).

 

Figura 7. Ruinas mayas en Tikal

 

Aunque Tikal es la ciudad maya más importante en territorio guatemalteco no es desde luego la única y si disponemos de tiempo suficiente haremos muy bien en visitar algunos otros lugares que sin ser tan espectaculares están llenos de encanto y pueden depararnos agradables sorpresas. Muy cerca de Guatemala, aunque ya en territorio hondureño tenemos las ruinas de Copán, un lugar mucho más pequeño y modesto pero muy bonito y con algunos restos de bastante interés, como grandes estelas funerarias.

A unos pocos kilómetros de Tikal se encuentra la antigua ciudad de Yaxhá. Cuando visitamos este lugar, en el año 2001, una gran parte del conjunto estaba todavía sin excavar, cubierto por la tierra y la densa vegetación tropical, y éramos los únicos visitantes, por lo que pudimos visitar las ruinas con toda tranquilidad, únicamente acompañados por un pequeño niño del lugar que nos sirvió de guía improvisado. Es indudable que en el futuro Yaxhá, como otras ciudades mayas que todavía duermen en la selva a la espera de poder ser excavadas, se convertirá en un destino turístico conocido y relevante (figura 8). 

 

 

 

 

 

 

Figura 8. Pirámide sólo parcialmente excavada (Yaxhá)

 

Guatemala, en definitiva, resulta un país extraordinariamente interesante en el que el visitante puede hallar un conjunto de atractivos que difícilmente se encuentran concentrados en un único país. En amplias áreas de su territorio ha preservado sus raíces étnicas, culturales e históricas con escasas concesiones al mundo moderno y esto es algo que el viajero aprecia de forma muy especial en un mundo cada vez más uniforme. Pero esto presenta una cruz muy onerosa puesto que como decíamos al principio es también uno de los países más pobres de la región, con un PIB per capita que es casi la tercera parte del de Panamá, menos de la mitad que el de Costa Rica e incluso notablemente inferior al de El Salvador. No podemos saber qué evolución le aguarda a este bonito país en los próximos años pero sí nos parece que se halla en una difícil encrucijada entre tradición y modernidad. Este dilema se puede ilustrar simbólicamente con la figura 9, en la que vemos a una joven madre ataviada con el traje típico de su tribu delante de un edificio colonial de la ciudad de Antigua, todo ello parte del legado tradicional. Pero al mismo tiempo, su modus vivendi es la venta de recuerdos a los turistas y su hijita tiene un nombre tan inequívocamente foráneo como Erika, dos datos que reflejan a las claras un profundo cambio en las costumbres y una orientación hacia la modernidad.   

 

Figura 9. Guatemala, entre la tradición y la modernidad

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En este sitio quiero compartir con los amantes de los viajes, también con los que son renuentes a realizarlos, algunas experiencias y fotografías sobre algunos de los viajes más interesantes que hemos tenido la suerte de realizar.

Todo viaje a un país desconocido es una experiencia intensa que te hace sentirte vivo y te enriquece, pero en algunos casos la distancia, la sorpresa, el exotismo o la belleza del lugar hacen que esa experiencia sea algo especialmente memorable.

Jaime Pereña Brand

Madrid, 2020

 

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